La Jornada miércoles 6 de octubre de 1999

Luis Linares Zapata
Gobierno indecoroso

MUY A PESAR DE sus continuos esfuerzos publicitarios por resaltar algún logro en lo social, este gobierno no sólo alcanza, al pardear el sexenio, pobres calificaciones en sus cometidos, sino que incurre en acciones difusivas por demás tramposas y hasta ca-rentes de mínimas reglas éticas. En el conflicto de la UNAM, que a gran parte de la población afecta y por el cual se tienen diversas posturas y sentires, varias entidades oficiales promueven una campaña en extremo desviada de las posiciones de equilibrio que, al respecto, debe guardar un gobierno cualquiera. Patrocina, con firma y descaro, anuncios (spots) agrediendo a una de las partes (paristas) en la disputa por la gra-tuidad de la educación y por la renovación de la universidad pública. Y lo hace y apoya la misma Secretaría de Educación (SEP), en combinación con la infausta RTC, de la Secretaría de Gobernación, que, entre otros muchos de los fines que ambas no cumplen, están los de impulsar un ambiente que ayude al desarrollo de los valores cívicos.

Con un indecoroso anuncio pretenden infamar a los estudiantes que han optado por la huelga en la UNAM. Traducen en silencios una alegada falta de dialogo ante autoridades que, muy a pesar de que no aparecen en la escena, se sobrentienden abiertas, propositivas, pacientes, pero, sobre todo, como inapelables jurados del bien colectivo. Para infortunio de todos aquellos que pueden atisbar con atención el desarrollo del quehacer público, nada parece más alejado de la realidad. Habría que preguntarse, en un primer acercamiento, sobre la licitud de las oficinas burocráticas de la Federación para emprender ataques contra específicos grupos de la sociedad, usando para ello los medios masivos de comunicación.

Es harto difícil expresar en un corto artículo la debida crítica al vasto universo de la SEP. Son demasiados los millones de pesos empleados en él, aunque sean cada vez más decrecientes sus rendimientos. Y son menos respecto del PIB, pero también al comparar el gasto e inversión reales con las necesidades efectivas de un país postergado en la escolaridad. Medir los recursos a emplear frente a las urgencias nacionales de superación descubre de inmediato los faltantes. También como porcentaje del presupuesto en valores constantes o por la formación real de la base educativa para hacer sostenible el simple crecimiento, no se diga del desarrollo soberano. En todos y cada uno de esos renglones, esta administración sale deficitaria por más perifollos de que se rodee a los datos difundidos desde las más altas esferas. El señor Limón (SEP) no ha mostrado la calidad requerida para hacer frente, no digamos a una concepción adecuada y actual de la educación, que se plasmara en un programa de gran aliento, sería pedir peras al olmo, sino para luchar y conseguir los recursos de que debiera disponer. No cabe duda de que un gran trecho de la decadencia del sistema político y administrativo que todavía rige, está atado al empequeñecimiento de miras y capacidades de los últimos secretarios de Educación.

No se necesita gran talento para enfrentar a los hacendarios, aún a ésos que tienen el cordón bien atado con Los Pinos, aunque deshilvanado frente al palpitar angustiado de la sociedad. Un poco de contacto con el pueblo al que debe servir, o con sus efectivos representantes, le hubiera dotado de los apoyos suficientes para sacar el provecho debido a la política financiera neoliberal. No fue así y los inmisericordes recortes se presentaron sin que un alarido se levantara por los aires, impulsado por su oficina. Todo indica que es un funcionario indemne ante las andanadas de los hacendarios, sobre todo de aquellos que tripulan la concepción social de la actual administración.

Ante la gravedad del rumbo que la rectoría adoptó, la SEP no anticipó postura alguna. Dejó que el río de los desatinos del grupo "controlador" de la UNAM siguiera su curso. Después desapareció del escenario para dejar que la insensata y necia reactivación de las cuotas detonaran la más enconada huelga que registra dicha universidad. Limón se ha parapetado detrás de las cortas, titubeantes y desbalanceadas intervenciones del presidente Zedillo sobre este problema que fue y es empujado por el oficialismo, quizá porque son las suyas propias o tal vez las adoptadas por conveniencia. El caso está en que el gobierno y las autoridades universitarias no han podido generar rutas de solución a un asunto que es, fundamentalmente, de su propia creación y responsabilidad. Se requiere de visiones abarcantes, modernas e institucionales, que trasciendan el momento, las circunstancias, las divisiones y las desavenencias para fini-quitar este conflicto que a todos aqueja. La UNAM es un bien público nacional. Ha producido bienes colectivos de primer orden y tiene que seguir haciéndolo a pesar del reducido grupo de burócratas que, con recursos de todos, se lanza contra una de las partes en litigio. Máxime cuando éstos son integrantes de la comunidad que se han comprometido en la lucha por la renovación de la UNAM, con la que se puede estar de acuerdo o no, pero a la que no es lícito combatir de esa torpe manera. *