Luis Hernández Navarro
Manual del avestruz universitario
DURANTE LOS ULTIMOS SEIS MESES la nomenclatura universitaria ha mostrado que no hay problema suficientemente grande que no pueda hacerse aún mayor. Ha evidenciado que es posible convertir un acto de autoridad en una conflagración política nacional. Tal hazaña ha exigido seguir rigurosamente la política de esconder la cabeza para "resolver" el conflicto. El manual del avestruz universitario sistematiza diez reglas básicas para hacer de cualquier disputa académica una enorme bola de nieve.
1) No se le ocurra reconocer como estudiantes a quienes se oponen a sus medidas. Ignórelos y castíguelos con el látigo de su desprecio. El único escolar que merece tal nombre es el que acepta su autoridad. Todos los demás son vándalos, fósiles, secuestradores, delincuentes, fascistas, guerrilleros en potencia, porros. En el mejor de los casos merecen ser llamados seudoestudiantes.
2) No acepte que el conflicto usted lo comenzó al incrementar unilateralmente las cuotas. Si está acorralado y no tiene más remedio que admitir su responsabilidad, añada: Ƒy eso qué? Repita cada vez que tenga un micrófono frente a usted que el problema es responsabilidad de ellos, porque no querían estudiar y están manipulados por intereses inconfesables interesados en desestabilizar al país.
3) No mencione que una parte de la UNAM sigue trabajando, que los centros de investigación están abiertos y varias actividades de extensión universitaria siguen realizándose. Sería muy difícil mostrarse como víctima y rehén si se documenta que la vida académica continúa más allá de las barricadas.
4) Si no puede derrotar a su adversario, invéntelo. Organice una campaña en los medios de información para hacer mostruos de sus detractores. Aproveche el sectarismo y la incapacidad de algunos universitarios para tratar con la prensa y fabrique leyendas negras. Evite se conozca quiénes son los estudiantes y por qué luchan. Difunda en su lugar la caricatura macabra de lo que son.
5) No se le ocurra negociar con los huelguistas. Repita que no quieren realmente resolver sus demandas, sino alargar el conflicto para vivir su Avándaro o su Aguascalientes. Insista en que no desean dialogar, pero sí disfrutar sus quince minutos de celebridad ante las cámaras de TV UNAM. Si no tiene forma de evitarlo, nombre una comisión que entre en contacto con toda la comunidad. Recuerde que entrevistarse con todos es como no hablar con nadie; es convertir las demandas estudiantiles en un punto de vista más.
Cuando la vida útil de esta comisión haya llegado a su fin, invente otra, pero añada condiciones inaceptables para la otra parte. No olvide afirmar siempre que son intransigentes. No se le vaya ocurrir aceptar la realización de un congreso resolutivo.
6) En lugar de tratar con la representación legítima del movimiento, invéntese un interlocutor y acuerde con él. Por ejemplo, la dirección del PRD en la ciudad de México. Cuando su contraparte no pueda cumplir lo pactado, indígnese y cuente a quien lo quiera escuchar lo que negoció en lo oscurito. Póngalo como símil de la imposibilidad de llegar a acuerdos.
7) Si la presión de la comunidad universitaria lo obliga a adoptar la propuesta de un grupo de eméritos como punto de partida del diálogo, maniobre para tratar de convertir el documento en el pliego petitorio de los huelguistas. Esto es, trate de forzar a los estudiantes a que modifiquen sus demandas antes de sentarse en la mesa de negociación. De esta manera logrará convertir lo que es un marco de referencia para la solución del conflicto en una nueva traba para el diálogo.
8) Magnifique las diferencias reales que existen entre los huelguistas e invente nuevas. Anuncie que la ruptura de su organismo coordinador es inminente. Afirme, sin demostrarlo, que dentro del campus hay armas. No olvide que, sin acuerdo entre las partes, usted entrará a las instalaciones de la UNAM sólo después de la ruptura del CGH.
9) Busque que la fuerza pública le dé lo que su incapacidad de negociación le niega. Demande el retorno a la legalidad. Apele al restablecimiento del estado de derecho. Penalice las demandas sociales. No diga en voz alta lo que afirma en privado: que eso significa detenciones y violencia; que para levantar la huelga sin negociar será necesario colocar un policía o un soldado en cada salón de clases. Ignore lo que eso puede significar en plena sucesión presidencial, al igual que lo hizo cuando decidió incrementar las cuotas.
10) Sobre todo haga cualquier cosa, menos negociar directamente con los representantes auténticos de los huelguistas a partir de su pliego petitorio. Por ese camino, tendrá usted la seguridad de que, como los avestruces, no resolverá el problema pero tendrá bien oculta su cabeza.