La Jornada martes 5 de octubre de 1999

Teresa del Conde
Reescritura abierta

Cuando Jorge Alberto Manrique planteó el quinto Coloquio Internacional de Historia del Arte ųversó sobre José Clemente Orozcoų que tuvo lugar en Guadalajara, quienes presentamos ponencias, tanto mexicanos como extranjeros, las revisamos y con ellas se integró el libro Orozco: una relectura que salió a la luz justo durante el Homenaje Nacional al pintor en 1983. Xavier Moyssén aludió en el prefacio a una nueva generación de críticos mexicanos. Ahora hay otra y muy brillante, afortunadamente.

El libro Orozco en la colección Carrillo Gil (INBA-CNCA) da cuenta de ella y como en el caso anterior en el que se incluyó a Luis Cardoza y Aragón, ahora es Raquel Tibol la autora invitada a contribuir con un texto inédito a la publicación que es bilingüe, está limpiamente diseñada y cuidada respectivamente por Héctor Zamora y Tania Ragasol. Para la exposición el curador Armando Sáenz eligió varios dibujos que quizá hubiesen ameritado un capítulo en exclusiva, pues algunos son un prodigio y no me refiero sólo a las afamadas acuarelas de 1913-15, como La conferencia y Desolación, que de algún modo reaparecen en trabajos muy posteriores como La hora del chulo y La cama azul (1946), también con escenas de prostíbulos, tratadas unas y otras de manera muy distinta, sino destaco dibujos en los que alternan la línea con la mancha o el sombreado: Campo de batalla (1926-28), Inditos (1929) o Guerra (1926-28) que es casi minimalista si se compara con el anterior, agresivo hasta por el título, los depauperados tamemes deambulan en fila india tras uno de los magueyes más hirientes que imaginarse uno pueda, flanqueado por un nopal viejo e inservible, duro como si fuera de conglomerado; en los planos del fondo hay otros magueyes, sólo delineados, todos con las puntas erectas que se alejan hasta las faldas de una cordillera igual de picuda, desprovista de vegetación.

Ahora que veo el conjunto, estos dibujos saltan a primer plano, mientras que ocurre lo contrario con las tintas de las muchachas pizpiretas, como la que representa a la niña elegantemente vestida que lleva un sobre a la chica desnuda de medias negras, sentada ante su tocador (1914). No es que sean malas, sino que Orozco se volcó en ellas más como ilustrador que como explorador de las Casas del llanto. La desesperada (1913-15) es una obra maestra dentro de su género, con las destorlongadas piecera y cabecera de la cama, el cuerpo flaco e inerte echado sobre ésta como un ropaje sucio, el espejo vacío de reflejo y las dos mujeres que se dan la espalda sin atisbar siquiera el drama de su compañera. Otro trabajo excelente es El abrazo (1913-15) que por quedar incompleto, o porque así lo quiso el autor que sabemos firmó para Carrillo Gil algunas piezas en fechas muy posteriores a su ejecución, resulta de una contemporaneidad apabullante y es a la vez una lección de lo que se puede hacer con dos o tres crayones de pastel.

No me gustan tanto los óleos en los que el proceder caricaturesco prevalece sobre el expresivo, hay ejemplos en esta muestra y sirven sobre todo para comparar lo muy bueno con lo menos bueno. En este segundo rubro está Don Juan Tenorio (1946), que es como un circo contemporáneo donde si alguien está ausente es el seductor, ya sea de Tirso, de Dal Ponte, de Zorrilla o de quien sea, pues no basta que el grotesco militar condecorado, empuñado una enorme espada reblandecida, quiera curarse el reblandecimiento escuchando al merolico que le indica el significado de lo que está diciendo con los dedos de la mano derecha. Este cuadro se emparenta en intención con Nación pequeña cuyo significado es más claro. En Mendigos (1941), la intención de caricaturizar se acentúa aun más, pues no parecen ser mendigos los que allí están y si lo fueron para Orozco puede pensarse que los culpó de serlo.

Estas pinturas alternan con otras que han sido favoritas y siguen provocando admiración. Los muertos (1931), ese extraño cuadro de un Manhattan que se derrumba y se deshilacha como si fuera de zacate, ha servido de emblema a la exposición mediante los espectaculares que pueden verse en algunas calles de esta ciudad. Todos los estudios publicados en el libro catálogo son puntuales y están al día.