La Real Academia Española oficializa el gentilicio
Chilangos, a la fuerza
César Güemes y Arturo Jiménez Ť Parece broma, pero es oficial: el gentilicio del nacido en la ciudad de México, a partir de que se publicó como tal en el volumen Ortografía de la lengua española, es chilango. Fue más sencillo, ante la curiosa realidad de las encuestas y las votaciones, usar ese término a todas luces despectivo y que se genera paradójicamente fuera de la capital del país, que buscar o preguntar por alguno mejor, toda vez que el gentilicio es de quien lo trabaja.
Lo grave del asunto es que el aval dado al libro, hecho por consenso, proviene de otras 20 academias repartidas en Latinoamérica e incluso en Filipinas. Pero lo más triste (lingüísticamente hablando, claro) es que la Academia Mexicana (de la lengua) participó activamente en la hechura del texto coordinado por la Real Academia Española.
Dice Víctor García de la Concha, presidente de esta última, que el libro de marras "vale más que mil palabras". Es posible, sí, con excepción de una.
Veamos. O mejor, leamos en la página 126 del compendio: "México (sic que añora la coma) D. F. Capital de México. GENT. chilango, ga".
ƑVálido, aunque peyorativo?
Y oigamos el punto de vista de Gonzalo Celorio, académico, escritor, catedrático de la UNAM, quien pondera: "Me parece que no es el nombre más apropiado, pero no hay otro. Es el único que tiene una validez general en el país, porque 'defeño' carece de ella". Aunque reconoce: "Si bien la validez de chilango es general, resulta un tanto peyorativa"
García de la Concha sabe que los resquemores existen y que la burra no era arisca: "La Academia siempre tuvo claro que debía trabajar en estrecha relación con el mundo hispano. Por eso impulsó el nacimiento de otras academias en las distintas repúblicas americanas desde 1870.
"Hoy los medios de comunicación permiten tener un vínculo mucho más fluido e instantáneo que antes. Evidentemente hay que reconocer que en algunos sectores hispanoamericanos hubo, y hay, cierto recelo de la actitud digamos predominante de la Academia Española en cuestiones de lengua".
La lingüista Margo Glantz dice sobre la connotación despectiva de chilango: "Quizá no la conocen ellos, los de la Real Academia Española. La Academia Mexicana está elaborando un índice de mexicanismos e incluye la palabra űchilangoƇ. Y aunque en el caso del nuevo libro de ortografía muchas veces se utilizan giros de América Latina o de escritores latinoamericanos, siempre impera la norma española".
Además, señala la escritora, chilango "es un gentilicio que no viene directamente de la palabra México y puede ser dicho de mala o buena fe". Cierto, y aquí "cabe recordar el ejemplo de Guadalajara, donde decían: Haz patria, mata un chilango".
Aclara por último: "En el libro hay una falta de apreciación de lo que la palabra en sí misma significa, porque no designa al que vive en la ciudad de México, sino que se ha acuñado como un apodo".
El caso es que García de la Concha, sin duda con toda buena intención, dice que es preciso que "hablemos, como decía Cervantes, con el gusto por el bien decir, con claridad y pureza".
Si en eso estamos de acuerdo, Sancho, pero es necesario dejar en claro la posición en el tablero de los gentilicios no siempre tan gentiles. Hay unos, por ejemplo, que son tan transparentes y eufónicos como: "Liechtenstein. País de Europa. GENT. liechtensteiniano, na. Cap. Vaduz".
Otros son clásicos: "Congo (el). País de Africa. GENT. congoleño, ña. Cap. Brazzaville", que resulta tan sencillo (aunque desde luego no tendría por qué aparecer en el libro) como el gentilicio de los nacidos en Tula. Un último ejemplo: para designar a los nacidos en Guatemala, los académicos 'no se metieron en Honduras', y aplazaron para mejor momento la consignación del nombre de los oriundos de la ciudad que también se llama así.
José Emilio Pacheco es muy claro a propósito del término űchilangoƇ: "Es un error de la Real Academia. Nunca he usado esa palabra, no he dicho nunca a nadie chilango". Para lo cual existe una razón: "Vale más no emplear términos despectivos hacia alguien porque ese alguien puede hacer lo mismo en contra de uno". Todavía confiere el beneficio de la duda: "Primero pensé que tal vez sería una cosa propia de mi edad y que ya no tendría un significado despectivo, pero luego, platicando con varios amigos, me di cuenta que no ha perdido su filo injurioso". Sobre el vademécum concluye: "Es una lástima, porque es una obra ecuménica para el español de América y de España".
Según considera el autor de Las batallas en el desierto, al parecer el error está en proceso de corregirse. Entre tanto, dirán los agoreros de siempre: tristes chilangos, por eso nadie los quiere. Chale.