* La huelga cumplió ayer seis años
Vislumbran una solución al conflicto en Sosa Texcoco
* Firman convenio por el que los obreros recibirán $75.5 millones
Fabiola Martínez * El 3 de octubre de 1993, los 632 obreros de Sosa Texcoco instalaron en la puerta de esa fábrica una pequeña bandera rojinegra, como inicio de una lucha en defensa de sus derechos, consagrados en la ley y en un contrato colectivo.
Ayer, 2 mil 190 días después, la insignia sigue ahí; el grueso expediente del conflicto -miles de hojas- no ha parado su recorrido por cuanto tribunal le ha sido posible, desde los juzgados de distrito hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En esta huelga, la más antigua en su tipo a nivel federal, abogados y patrón parece que hubieran perdido ya la cuenta de la cantidad de trámites realizados hasta ahora. Nadie sabe dar un número exacto de las diligencias acumuladas.
Los representantes jurídicos de los trabajadores consideran ahora, una vez más, que ya están en la recta final en la defensa de sus representados -"habrá éxito", aseguran-, mientras que el empresario Salim Nasta (quien fuera el yerno del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz) ha interpuesto por lo menos seis amparos, una declaratoria de quiebra y dos convenios (incumplidos hasta la fecha) para evadir el laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), que le ordenó -desde agosto de 1996- pagar salarios caídos y reabrir la fábrica.
Sin embargo, la lucha más difícil sigue a cargo de los trabajadores y sus familias. Para la mayoría de los obreros, los años de huelga han significado hambre, enfermedades, frustración, desempleo o truncar, sin más alternativa, los estudios de sus hijos; para otros, no pocos, el paro sencillamente "reventó" su matrimonio y la esperanza de una vida mejor.
En una muestra de dignidad, como lo describe uno de los huelguistas, Leonel Ferrer, los obreros siguen en pie de lucha, al pendiente del movimiento, pues no podría ser menos: el promedio de antigüedad laboral en Sosa Texcoco rebasa los 15 años y muchos ya deberían estar jubilados.
Para los ahora 622 huelguistas (al menos diez han fallecido en el lapso del paro, sin haber recibido ningún beneficio por los años trabajados) esta dura experiencia les hace pensar que "la justicia en México sólo es para aquellos que pueden pagarla", y que la aplicación de ésta no ha sido para ellos ni pronta ni expedita; a pesar de ello, agrega Ferrer, "si regresara el tiempo a 1993, creo que mis compañeros y yo no dudaríamos ni tantito en volver a defender nuestros derechos".
La huelga en Sosa Texcoco -importante productora de carbonato de sodio, sosa cáustica y alga espirulina- se inició hace seis años, casi como cualquier otro conflicto de los más de cien que a nivel federal se registraban en los primeros años de la presente década.
Al inicio del paro, Juan Moisés Calleja, asesor jurídico del sindicato (de filiación cetemista) había advertido a los trabajadores aquel 3 de octubre que la huelga sería larga, "pero nadie se imaginó que fuera taaan larga, y mucho menos calculamos las argucias y artimañas del patrón para evadir su responsabilidad", señala el abogado.
Su hijo, Juan Moisés Calleja Castañón, también asesor jurídico del sindicato y presidente de la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, afirma que, "quizá por ignorancia de lo que estaban haciendo", fueron los jueces de distrito quienes otorgaron privilegios al patrón.
Y es que apenas tres meses después del estallamiento, la JFCA declaró lícita y existente la huelga, pero enseguida vino el viacrucis del expediente, debido a los constantes amparos promovidos por Nasta, a saber: juzgados de distrito y tribunales colegiados en materia de trabajo. ante cualquier movimiento o ratificación de la junta a favor de los obreros. Finalmente, el caso llegó a la SCJN, máximo tribunal del país, el cual también concedió la razón a los trabajadores.
Así que, en términos jurídicos, ya no le queda absolutamente nada por hacer al empresario, incluso fue multado recientemente por interponer tácticas dilatorias al proceso que, de entrada, se sabían improce- dentes. Todo con tal de no perder el terreno -salitroso, pero con valía incalculable- de las 264 hectáreas en que se halla la planta. Predio que pudiera incrementar considerablemente su plusvalía si en esta zona, periferia de Ecatepec, se llegara a construir el aeropuerto internacional alterno.
Por lo pronto, hay una nueva esperanza para los huelguistas y sus familias. El lunes pasado, la representación sindical de los trabajadores -encabezada por Luis Madrid- y la empresa firmaron un convenio para dar solución al conflicto. Con la mediación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, Salim Nasta se comprometió a pagar directamente 75.5 millones de pesos (50 por ciento menos de la deuda total, según estimaciones de un grupo de obreros), a más tardar el 15 de diciembre próximo.
La alternativa -y dádiva de solución del patrón- pretende alejar a los trabajadores de la inminente rebatiña entre los acreedores de Sosa Texcoco, registrados al momento del estallamiento de la huelga. El convenio ya fue ratificado también por la JFCA. Entonces, nada quedaría por hacer, más que otorgar el beneficio de la justicia laboral, seis años después, al grupo de trabajadores afectados.
Ellos, aún con sus desgastados uniformes verde olivo, siguen turnándose -como lo marca la ley- en las guardias al pie de la enorme fábrica que, al paso de los años, cambió modernas calderas por un enorme bloque de fierros oxidados, y salarios dignos por miseria y desesperación.