El diablo se ha metido en la UNAM, impidiendo el diálogo y de seguro anda muy contento, empedrando el camino hacia el infierno: Desde Goethe, aquél no ha progresado mucho. Su esbeltez serpentina, su gesto mefistofélico enmarcado por bigotes y barbas impertinentes hasta el reto, están perdidas... sólo le queda la irónica risilla, pero al fin risilla.
A la UNAM se la va llevando el diablo de un día para otro, mientras encantado contempla odios juveniles; obstinación de viejos, prejuicios de raza que se asumen como defensa de la universidad. Raudo anda al diablo para llevársela al infierno, más no al vislumbrado por Dante. En vez del ''Per me si va tra la cita doliente", su imagen se permuta en un campus desvencijado, sostenido por alambrón, sin cristales, con arañas y cucarachas entre las ratas que juegan carreras. Polvo y moho cubren ''la democracia", sin nariz, oídos ni piernas; ''justicia" manca del lado de la balanza, el atuendo de ''la libertad" enfangado por el lodo, golpeada ésta por la barbarie y pisoteada por quién sabe quién.
Ya en el infierno, los universitarios se percatan de que el diablo no es un pobre diablo. Es un diablo que se aparece desde hace cinco meses. Lentamente se le descubre su máscara ataviada de incomprensión, se devela la testa cornuda de Mefisto. Esa incomprensión que aparece cuando la conciencia no es fuerte. Esa conciencia que para darse requiere de la razón. Esa razón que se da en el lenguaje. Ese lenguaje que propicia el diálogo que no permite las condiciones ųcomo bien señaló Luis Villoro en el programa Zona abierta, de Héctor Aguilar Camínų. Ese diálogo que, en términos de Antonio Machado, se expresa en un verso ya mencionado: ''Para dialogar, preguntad y después escuchad". Lo contrario da por resultado la incomprensión. Incomprensión en que las palabras se enroscan, se invaginan, se vacían de significado y sentido, se muerden entre sí volviéndose una madeja de víboras.
En la memoria un pasaje del Fausto de Goethe: ''Se entrecruzan mil y mil hilos/ van y vienen las lanzaderas,/ manan invisiblemente las hebras/ y un único movimiento/ establece mil enlaces". Manar invisible de hebras que apresan, en amarrado tejido, las múltiples acepciones de la palabra incomprensión. Y así, a la manera de la vertiginosa experiencia del diccionario un sinónimo nos conduce al otro, como una puerta que lleva a otra puerta en un laberinto sin fin. Todos ellos sinónimos en derivación circular.
Incomprensión que raya en la ininteligibilidad, en línea directa con la ofuscación, nublada ignorancia, desembocando en la oscuridad, la desunión y el desacuerdo; cifrada en la confusión, el enredo y el circunloquio. Flanqueada por el enigma, el misterio y el abismo, tejiendo, con sus sinónimos, claves, secretos y galimatías. Y como resultado, el bizarro tejido de todos los sinónimos enunciados de la incomprensión. En palabras de Goethe: ''Oímos y creemos comprender/ y así nos seduce finalmente ese canto". Y así, mientras todo se lo lleva el diablo, todos creemos ser los únicos poseedores de la verdad.
šMefisto armando el desmadre con su risilla burlona demostrando que el diablo se esconde donde no tiene donde! El desmadre de lo diabólicamente incomprensible.