Angel Guerra Cabrera
Puerto Rico: todos por Vieques

Una expectante tensión política vive Puerto Rico. No es para menos. Se está a la espera de la decisión final del presidente Clinton sobre la permanencia de la Marina en Vieques. El desafortunado dictamen del panel designado al efecto por el mandatario estadunidense ha caído como jarro de agua fría y recibido el rechazo unánime de todas las fuerzas políticas de la isla.

De insulto y bofetada al pueblo puertorriqueño lo calificó el senador Rubén Berríos. Desde el campamento en el polígono de tiro de Vieques donde permanece en resistencia civil desde hace cinco meses, el líder independentista advirtió que Clinton no debe subestimar la determinación de sus compatriotas.

El panel se inclinó por la permanencia durante cinco años más de las fuerzas navales, reducir el número de municiones empleadas en los ejercicios y de días dedicados anualmente a los juegos de guerra. Un desconocimiento absoluto de la generalizada y radical demanda puertorriqueña por la suspensión de las maniobras y la salida definitivas de la Marina de la pequeña isla.

El proestadunidense gobernador Pedro Rosselló se pronunció contra el eventual reinicio de las prácticas y amenazó con acudir a los tribunales federales si ello ocurriera. Otros líderes anexionistas y autonomistas iban más lejos y anunciaban que en tal caso se sumarían a la resistencia civil de Berríos.

Esto, cuando cobraban fuerza rumores sobre la presunta intención de arrestar, por autoridades federales, a los protestantes en el área de tiro si la decisión del ejecutivo confirmara el dictámen del panel.

Los dos partidos del sistema están en la encrucijada de continuar acompañando al independentismo en la intransigencia por Vieques o pagar un alto costo electoral en el 2000. El clamor por la salida de la Marina recorre la isla de punta a cabo.

Mientras, el tema de Vieques dominaba también la celebración en la histórica Lares del 131 aniversario del grito de independencia, señalando los nuevos tiempos que corren en Puerto Rico. Las consignas con carga partidista de otros momentos cedían el lugar a la exigencia de que la Marina se vaya.

Por primera vez en más de tres décadas todas las tendencias independentistas lograban juntar fuerzas en la conmemoración, desde las más tradicionales hasta las de orientación socialista. En todo ese tiempo lo estuvieron haciendo por separado. Los reportes coinciden en señalar la armonía, la fuerte carga patriótica y la alegría entre los asistentes. La nutrida concurrencia juvenil anuncia la continuidad del ideal de independencia.

Esperados por la multitudinaria muchedumbre, los 11 presos políticos recientemente puestos en libertad condicional por Clinton se abstenían de asistir a última hora, aunque varios enviaban mensajes. Era tal la campaña de linchamiento en su contra en el Congreso y en medios de comunicación de la Unión Americana que acudir a Lares habría constituído una imprudencia.

Las noticias procedentes de la colina legisltiva y de la Casa Blanca son inquietantes. Aunque Clinton escribió días atrás a Sandy Burquer -consejero de Seguridad Nacional- que la permanencia de las fuerzas navales en Vieques es un error, sus colaboradores cercanos sondearon posteriormente a congresistas puertorriqueños sobre una eventual estancia por más tiempo de esas fuerzas.

La Marina afirma no disponer por el momento de un lugar alternativo a Vieques. Una retirada de allí -dice- reduciría peligrosamente la calidad del entrenamiento de sus efectivos. Varios congresistas de los comités incumbentes respaldan este argumento. Indican que una decisión presidencial de retirada afectaría la capacidad combativa de las unidades aéreas, de superficie, y de los ``marines''.

Por momentos da la impresión que desde Washington se están lanzando balones de ensayo para medir la resolución de las fuerzas políticas en la isla.

De lo contrario habría que pensar que existe una errónea evaluación en cuanto a la envergadura y la seriedad de la reclamación boricua sobre Vieques.

Clinton, por su parte, debe decidir bajo fuertes presiones. Existe un clima hostil en el Congreso, xenófobo parecería, contra el perdón que otorgó a los presos políticos y se levanta un ambiente en ese cuerpo como si la salida de Vieques constituyera un grave atentado a la seguridad nacional.

Si su decisión implicara la permanencia de la Marina las consecuencias pueden ser imprevisibles y seguramente indeseables para Estados Unidos. De entrada provocaría una ola mayor de protestas que, en fin de cuentas, sólo terminaría cuando sea satisfecha la sentida demanda puertorriqueña.