Pablo Gómez
El naufragio

El Partido Acción Nacional jamás presentó la propuesta de celebrar una encuesta para designar al candidato de la alianza a la Presidencia de la República. El único planteamiento más o menos claro que el PAN presentó por escrito alguna vez consistió en una elección abierta, organizada por un comité de personas imparciales con la intervención de los dirigentes de los partidos. Después de esta presentación, Fernández de Cevallos aclaró que se trataba de un ``ejercicio'', pero tampoco propuso la realización de una encuesta.

La resolución del Comité Ejecutivo del PAN, expedida cuando admitió la apertura de negociaciones formales, señaló una consulta como medio para definir al candidato a la Presidencia. Se entendió, entonces como ahora, que una consulta no es una encuesta.

La idea de que solamente pudieran votar los residentes de 13 secciones de cada distrito electoral, fue en realidad rechazada por todos los partidos ante el problema que implicaría el que llegaran a las urnas más ciudadanos sin derecho a votar que aquellos seleccionados mediante el muestreo.

No quedó más que la propuesta original de la consulta plebiscitaria. Al momento en que el comité de ciudadanos, nombrado mediante consenso entre los partidos, propuso el plebiscito, añadió la celebración de encuestas para conocer la implantación de los posibles electores. Solamente tres consejeros pidieron que se le otorgara a la consulta y a la encuesta sendos valores y que, mediante una ponderación, se definiera al candidato. Pero este planteamiento tampoco era sostenido por el PAN y, si los consejeros lo hubieran propuesto, no había la menor garantía de que Acción Nacional lo admitiera. Lo correcto era, por tanto, que los partidos de la alianza decidieran si era admisible dicha ponderación de resultados entre la votación popular y la encuesta.

Pero la dirección del PAN arremetió contra los consejeros con majadería y prepotencia, de tal manera que, al liquidar al consejo de ciudadanos se liquidaba la posibilidad misma de la alianza. Esta táctica ha resultado monstruosa y, sobre todo, hipócrita: el PAN le pregunta a los consejeros las cosas que solamente pueden responder los partidos, con el propósito de no encararse con éstos y hacer naufragar la débil embarcación de la alianza en medio de un litigio artificial con el consejo ciudadano.

Mas la actitud del PAN es sorprendente. No parece tener sentido que Acción Nacional negocie durante cuatro meses una coalición con otros siete partidos para terminar todo en una descalificación del consejo integrado con su propia aceptación y activa concurrencia, como pretexto para poner punto final a su participación en la alianza. Si el PAN no admitía desde un principio la consulta plebiscitaria, contenida en la propuesta original del PRD, pudo haberlo dicho, ahorrándose a sí mismo y al país los meses de negociación infructuosa.

¿Qué sentido tenía la declaración oficial del PAN sobre la realización de una consulta para definir al candidato a Presidente? ¿Cuál fue el objeto de aceptar la creación de un consejo ciudadano para organizar dicha consulta? Todo parece indicar que la renuncia del PAN a la alianza fue producto de un arrepentimiento. Quizá esta conducta sea congruente con la de su candidato, que tan luego como dice una cosa afirma lo contrario.

Pero el prestigio de un partido con más de 60 años de existencia se pone en entredicho con una conducta veleidosa, maniobrera, arrogante e impertinente, asumida tan sólo por unos cuantos dirigentes, sin una discusión abierta y libre en las filas de Acción Nacional. No hay derecho a tratar así a un partido tan importante en la vida política del país.

El naufragio del esfuerzo de coligar a toda la oposición es aplaudido solamente por el PRI.