¿Hasta dónde quiere el gobierno ``de Zedillo'' tensar los coflictos sociales que vive el país para aprovecharlos en el plano electoral?
1. Las tesis de la democracia más avanzada están siendo aceptadas ya por buena parte de los regímenes neoliberales occidentales, en donde diversas reformas constitucionales están reconociendo los nuevos derechos políticos individuales, los derechos sociales de las minorías, la posibilidad del control social de las políticas públicas y el diálogo como vía para resolver los conflictos. Pero en México, a fin de defender sus privilegios, los tecnócratas salinistas siguen aferrados a las prácticas políticas más anacrónicas, como acontece en el caso de la UNAM, que sigue cerrada por decisión del régimen que no deja de alentar al grupo de irresponsables que la manejan.
2. Las autoridades universitarias han pretendido que desean dialogar con los estudiantes, pero sólo bajo condiciones tales que el supuesto diálogo no serviría más que para convalidar su proyecto de privatizar a la UNAM. El rector pretende escoger como interlocutores a los perredistas o ``moderados'' en vez de los representantes del CGH, quiere arrogarse el derecho de decidir que la representación estudiantil ha de configurarse con delegados permanentes, busca imponer como tema de la negociación no el pliego de los huelguistas, sino el de los ``eméritos'', una y otra vez fija plazos perentorios y, para rematar, desde ahora hace saber cuál debe ser el acuerdo al que habría de llegar tal negociación: el mantenimiento de los reglamentos impugnados y un congreso o foro no resolutivos.
3. A nadie extraña por lo mismo el triste papel que han tenido en estos meses muchos académicos, artistas y escritores: que no pueden ver más argumentos que los del gobierno, y sin ningún reparo ético siguen contribuyendo a la campaña calumniosa contra los estudiantes y les exigen con el mismo sonsonete que traicionen sus principios y levanten de manera unilateral la huelga. Que se proclaman demócratas, pero que guardan silencio ante el hecho de que una minoría de burócratas sigan disponiendo impunemente de la universidad y destruyendo su proyecto histórico, y se oponen a que la comunidad universitaria en su conjunto decida su futuro en un congreso democrático y resolutivo.
4. ¿No es acaso patético el papel del rector Barnés y de sus colaboradores, que no cesan de difamar a los jóvenes en campañas en radio y televisión y que se empeñan en que se les crea que son unos ultras quienes tienen secuestrada a la universidad, cuando son ellos los verdaderos secuestradores, en nombre del neoliberalismo?
5. El propio rector Francisco Barnés no esconde esta burda seudoestrategia para lograr imponer de manera antidemocrática, y según los medios, así se lo expresó a Fernando Belaunzarán (dirigente de ``los moderados'') en el Palacio de la Inquisición, durante un receso de la sesión del Consejo Universitario. Después de juguetear un rato con él, le dijo entre risas y en voz alta, a fin de que lo escucharan los reporteros, que los perredistas tendrían ``un plazo de 10 días'' para ``imponer consensos sobre la ultra'' o habrían de atenerse a los caminos que se planteasen en el consejo (Crónica, 24 de septiembre).
6. El debate desfasado sobre la propuesta ``de los eméritos'', que las autoridades tratan de revivir evidenciando su ineptitud, carece de sentido no sólo porque, como es evidente, en una huelga se debe discutir el pliego de los huelguistas y no el de unos terceros que, para colmo, no son neutrales, o porque el CGH lo rechazó al menos en tres ocasiones, sino porque además dicha propuesta no hace más que reproducir los planteamientos de salida al conflicto de la rectoría, como lo mostraron las amenazas de Ernesto Zedillo a los estudiantes, a quienes exigió la aceptaran o se atuvieran a la reacción del Estado. Luis Villoro y Alfredo López Austin, en su carta publicada en La Jornada el 29 de septiembre, donde pretenden ocultar la verdad, no aclaran desde luego que ``su iniciativa'' es en realidad la propuesta oficial de supuesta salida al conflicto.
7. Los profesores ``eméritos'' y los ``no eméritos'' que se hicieron pasar por ``eméritos'' y que los acompañaron en esta desafortunada iniciativa, y siguen enredando las cosas, tuvieron varias fallas: a) faltaron a la ética por presentar a los estudiantes como una solución lo que era la propuesta oficial de no abrogar los reglamentos ni aceptar un congreso resolutivo, b) no respetaron a la dialéctica, al pretender que se discutiera su documento en vez del pliego de los estudiantes, y c) dieron muestras de su ignorancia de la lógica al ofrecer a los estudiantes a finales de junio que, de levantar la huelga en los términos que deseaba la rectoría, se harían ajustes al calendario escolar, siendo que este punto ya había sido aprobado desde el 7 de junio por el Consejo Universitario.
8. ¿Por qué motivo entonces los académicos de la UNAM que en animado tropel se tropezaban en agosto por aprobar la propuesta ``de los eméritos'', se indignan tanto en septiembre de que ésta sea defendida a capa y espada por Francisco Labastida, por Ernesto Zedillo, por Diódoro Carrasco y hasta por Roberto Madrazo?
9. A los profesores e investigadores de origen español, que por motivos de nacionalidad se solidarizaron desde los inicios del conflicto con el rector Barnés, anteponiendo ese vínculo a los intereses de la UNAM y de los mexicanos, se les olvidó algo muy importante: que ser nieto o hijo de republicanos españoles no garantiza que se esté en una posición correcta. Como en el patético caso de Francisco Bolívar Zapata (coordinador de la Investigación Científica de la UNAM), quien llegó al extremo de proclamar en Los Pinos, en un arrebato que mostró su desquiciamiento, que es urgente ``aislar a los ultras'' que, según él, son los responsables del vandalismo'' (29 de septiembre), descalificando así a decenas de miles de estudiantes.
10. La rectoría de la UNAM no puede ya seguirse negando al diálogo y prolongando el conflicto, aun cuando no entienda su responsabilidad histórica.