La Jornada miércoles 29 de septiembre de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Hoy inicia el Partido de la Revolución Democrática (PRD) una nueva etapa en el punto geográfico donde más éxito electoral ha tenido: el Distrito Federal.

No se trata tan sólo (como una primera lectura sugeriría) de un cambio de personas en una coyuntura futurista. No es tan sólo que Rosario Robles sustituya a Cuauhtémoc Cárdenas dado que éste se dedicará de tiempo completo a buscar la Presidencia de la República.

Es, en el fondo, el primer esfuerzo serio del partido del sol azteca por impulsar la generación del relevo político que deberá tomar la estafeta de quien dio el primer paso hacia afuera del PRI, fundó el Frente Democrático Nacional, creó el PRD y va ahora por tercera ocasión (y seguramente última) en pos del poder máximo del sistema político mexicano. La generación del relevo de quien, por razones institucionales (si llega a la Presidencia) o físicas, deberá ir cediendo en el futuro inmediato los controles de la organización de centro izquierda más importante de la historia nacional.

Tres nombres

En este momento de transición, los nombres importantes son los de Rosario Robles, virtual nueva jefa de Gobierno (la mayoría perredista la nombrará hoy sustituta, sin posibilidad alguna de cambio o sorpresa); Andrés Manuel López Obrador (virtual candidato perredista a jefe de Gobierno, a quien no podrá oponérsele con fuerza real ningún otro de los aspirantes hasta ahora mencionados), y Martí Batres (el responsable de que funcione bien la bancada perredista, mayoritaria frente a las otras, pero dividida en lo interno, a veces con fiereza).

Los tres perredistas antes mencionados participarán con fuerza en el rediseño de la política del sol azteca respecto a la capital del país. No se trata de dar paso a una sustitución protocolaria, con la que se busque simplemente cumplir exigencias legales. Por el contrario, se busca un golpe de timón, un replanteamiento de lo que debe ser y hacer un partido de oposición llegado al poder. Una postura más activa, más agresiva, más cumplidora de las promesas hechas no sólo en campañas electorales, sino en el curso de la lucha social de izquierda.

Me voy, no me voy; me voy...

Rosario, en ese esquema, habrá de enfrentar, por lo pronto, la resistencia de algunos miembros del equipo cardenista que, ahora, buscarán redefinir su relación con la mujer que quedará al frente del gobierno durante catorce meses más.

El primer punto a resolver será el nombramiento del nuevo secretario de Gobierno. Se habla con insistencia de Leonel Godoy, el michoacano que funge como subsecretario de Gobierno y que ahora quedaría como representante directo y personal de la figura del candidato presidencial.

El siguiente, será el de establecer lazos claros de comunicación política con los secretarios actuales. Corre la versión de que varios de ellos estarían dispuestos a entregar sus renuncias a Robles para que ella decida si confirmarlos en sus puestos o sustituirlos. Samuel del Villar está más allá de cualquier duda: su continuidad es absolutamente obligada, por el papel crucial que juega en el esclarecimiento de los ataques organizados contra Cárdenas por motivos como el de Paco Stanley, por ejemplo. Además, Del Villar tiene una buena relación política con Rosario. Clara Jusidman, que ha adelantado que presentará su renuncia para que la valore Robles, tampoco está alejada o enfrentada con la nueva jefa de Gobierno sino, al contrario, tiene una añeja y buena relación.

En otros ámbitos, se habla de que habría cierta gelidez en los casos de Alejandro Gertz, el secretario de Seguridad Pública, y César Buenrostro, el de Obras Públicas. El consejero jurídico, Mauro González Luna (del equipo de Jesús González Schmall), parece tener, ese sí, muy abierta la puerta de salida. En los dos casos anteriores, y en el resto de los miembros del gabinete capitalino, Rosario deberá demostrar dotes de conciliación para darle continuidad al trabajo institucional.

Sólo le queda una opción

El otro elemento de la recomposición política que vivirá el perredismo capitalino (y el nacional) es López Obrador. No ha anunciado cuál es su decisión respecto a las variadas y poderosas invitaciones que ha recibido para ser candidato al gobierno capitalino, pero sí son públicas las opciones que ha ido cerrando hasta dejarse sólo la del Distrito Federal: no será el coordinador de la campaña cardenista, pues el regiomontano Lucas de la Garza ha sido nombrado en tal cargo; tampoco será candidato a gobernador de Tabasco, pues justamente se ha dedicado a tejer una alianza en la que participan priístas que han renunciado a su partido (el senador Héctor Argüello) o que están por hacerlo (el senador Humberto Mayans y el ex diputado federal César Raúl Ojeda) y que han sido invitados a participar en una elección interna, para nombrar candidato opositor al gobierno, a sabiendas de que en esa justa no participaría Andrés Manuel.

La participación de López Obrador parece ser la única opción con la que el perredismo podría reponerse de los saldos negativos de la gestión cardenista. Por otra parte, en caso de ganar la candidatura, el tabasqueño imprimiría a su campaña un sello republicano de demostrada austeridad, y de compromiso social, que contrastaría con los perfiles de élite de los candidatos del PRI y del PAN, donde puntean Jesús Silva Herzog y donde se asoma Santiago Creel, respectivamente.

Nuevos cuadros

Para conseguir la reunificación de un PRD que se ha llegado a cegar en la capital del país por las disputas por el botín electoral, y que en algunos ámbitos se mueve con métodos clientelares, patrimonialistas y facciosos, López Obrador debe contar con el apoyo de cuadros jóvenes que impulsen cambios sustanciales y que estén dispuestos a ver por encima de las visceralidades reinantes y de los feudos en pugna.

Martí Batres ha actuado hasta ahora en ese sentido. A pesar de provenir de una corriente perredista muy controvertida, ha sabido actuar con institucionalidad y con tacto político. Su presencia en este mes de septiembre, como presidente de la mesa directiva de la Asamblea Legislativa, le permitió dar cauce pacífico (inusitado, imprevisto) a la comparecencia de Cárdenas para rendir su segundo y último informe (hubo diputados panistas que se quedaron con las pancartas de protesta a un lado de la curul, sin usarlas), y consiguió que las divergencias internas del perredismo no pusiesen en peligro la unción que hoy se realizará de Rosario Robles.

El arribo de una nueva generación a los cargos políticos más importantes (Rosario a la jefatura de Gobierno, Andrés Manuel a la candidatura a esa jefatura, Amalia García en la presidencia nacional, Martí en la conducción de la Asamblea Legislativa) prepara el relevo político necesario en un partido en el que su jefe y guía se juega la última carta, en la que el que fue segundo en importancia se deshace en las pasiones menores que ahora destila con el PARM como ínfimo instrumento, y en las que otros cuadros importantes han visto pasar sus mejores tiempos o no han podido crecer suficientemente.

Astillas: El Senado deberá decidir, a más tardar el próximo 13 de noviembre, si continúa en su cargo la actual presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Mireille Roccatti. La decisión no se fundará en una evaluación sincera del papel jugado por la citada funcionaria (pues en ese caso la resolución sería rápida: su despido), sino en un juego de fuerzas entre partidos. Ya que la doctora Roccatti ha sido de manera aplicada e invariable una servidora de los intereses del sistema PRI-gobierno, y que su presencia al frente de la CNDH es una garantía de que los agravios a la sociedad continúen impunes, la fracción legislativa del partido tricolor se opone con energía a que sea removida la dama en mención. Emilio Chuayffet, ya en el retiro, puede estar ufano de que su creación mexiquense aún trata de seguir con vida política...

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