José Daniel Ayala tiene el don más difícil de todo artista, incluidos los toreros, el de tener personalidad y estilos propios. En realidad, todo torero considerable ofrece al aficionado dos personajes simultáneos. El primero, siempre interesante, es el dominio de la técnica, el oficio; de lo que carece el segundo es el de su originalidad que si tiene. En el primer plano lo que puede representar, en otro ideal, lo que sugiere. Emanación directa de su propia personalidad capaz de evocar e invocar en el ruedo otras imágenes, otros caracteres de su temperamento e historia. La vida interior, el dramatismo.
Al poder expresar José Daniel Ayala su interioridad frente al toro, apareció ese arte de tensión, más que de expansión; insinuante y contenido, explosivo y rotundo; distanciado con inalterable buen gusto, de todo lo ostentoso y artificial, para alcanzar en los momentos desgarrados del encuentro con los pitoncillos del novillín de Xajay, miel sobre hojuelas, la escueta emoción de lo verídico y lo auténtico, sin gesticulaciones, ademanes, ni grandilocuencias.
En el fondo, José Daniel tiene arte de expresión tranquilo y ritmo lento, en el temple que da el mando, a la voz, cálidamente viril. Refinamiento sensual y adornado, con un penetrante dramatismo que brinda la pasión que se comunica al tendido. La dignidad del juego espléndido con el novillo y la estética con la que venció; lo cual nos permite aproximarnos como aficionado a una ilusión, cada vez más difícil de lograr y que es en general la función del arte. La de escapar de la vulgaridad cotidiana, improvisando un viaje a lo lejano, a la fantasía sin la repetición monótona ųtarde a tardeų de las faenas con base en derechazos con el pico de la muleta, echando fuera al toro que nos confronta con la rutina de la vida diaria.
Por ello agradecemos a los artistas ųJosé Daniel Ayalaų esas ráfagas de arte que nos saca de lo trillado y lo cotidiano y nos abre al mundo de las fantasías, a otros horizontes. Lo que representa uno de los mayores alicientes en la fiesta brava. Esos alicientes que no habían aparecido en la temporada de novilladas. Sólo novilleros que no dominan la técnica y no tienen oficio y tampoco originalidad y por tanto, son incapaces de expresar su vida interior y darle al toreo su dramatismo. Máxime si en vez de novillos torean becerros.
Entonces, ƑRenunciaría el toreo mexicano a concentrarse en crear una escuela taurina en serio, para que los Ayala recojan el hilo de la tradición de nuestros toreros? ƑSerá que llegarán a formas tan perfectas que se antoja imposible continuar una línea cerrada ya sobre sí misma? ƑNació con José Daniel Ayala un toreo en torneo del cual puede crecer un arte nuevo tan vibrante, apasionado, limpio de espíritu, como arte de los grandes toreros mexicanos de Rodolfo Gaona o Manolo Martínez?