Antesala

Xipe-Totec somos (casi) todos. ``Los sueños de la razón de mercado producen monstruos descarnados'', nos dice Rafael Barajas, El Fisgón, en el prólogo al catálogo de su exposición Xipe-Totec, Nuestro Señor el desollado. Esta muestra, que ahora se inaugura en la Galería Pecanins, ya fue exhibida en la Galería Olga Benario de Berlín, en 1997, y en la Capilla Ecuménica de la Universidad J.W. Goethe, de Francfort del Meno, Alemania, en 1998. En su faceta de artista plástico, El Fisgón nos entrega una reflexión sobre la humanidad doliente y atrapada en sus nuevos mitos: el sexo, la violencia, el desempleo, la muerte. Seres en carne viva, que transitan con las entrañas expuestas a la luz del día, o en la oscuridad de unos separos, o desgarradas por los perros fronterizos; órganos que se exhiben o se arrancan o cambian de lugar y de función, mientras el verdadero Chamuco permanece en la sombra del voyeur complacido; Xipe-Totec así la víctima como el verdugo. En estos cuadros, Barajas Durán nos brinda un humor ácido, destilado y concentrado, un humor que crispa la mandíbula y cuyas raíces podemos encontrar en las caricaturas de Orozco o en los grabados de nota roja de Posada. No en balde el propio artista culmina su introducción (sin albur) citando a Cardoza y Aragón, quien escribió que la caricatura es la ternuraÊde la desesperación. Si usted, prehispánico(a) lector(a) que añora la justicia azarosa de las Guerras Floridas, piensa que esta nota resulta muy seria, dése una vuelta por la Galería Pecanins (Durango 186, Col. Roma) este martes 28, a las 19:30 hrs. Como diría Cuauhtemochas cuando le preguntaron que por qué nunca aparecía sonriendo en las fotos; el ahora sonrientísimo candidato presidencial contestó la más ingeniosa frase que le he sabido: ``¿Y de qué me río?''

Gironella y los 70 años que no cumplió. Sin embargo, su obra y su recuerdo permanecen vivos entre aquellos que admiran la primera y atesoran el segundo. Por ello, Casa Lamm invita a la mesa redonda Evocación a Alberto Gironella, en la que participan -en estricto orden alfabético- Pedro Armendáriz, José María Espinasa, Germaine Gómez Haro, María Luisa Mendoza y Juan Soriano. Y como evocar es una manera de invocar, Gironella estará presente en in situ con la exposición Potlatch de Alberto Gironella a Octavio Paz. Y como invocar es una manera de convocar, lo invitamos a usted, mediúmnico(a) lector(a) que no retrocede ante nada, a esta velada amablemente espiritista por la que rondarán dos espíritus ilustres (a quienes admiramos mucho pero esperamos no se manifiesten ectoplasmáticamente porque sacarían un pe...rfecto susto a los asistentes). Así, con la posibilidad de una aventura sobrenatural y la realidad de una serena recordación que va más allá de nuestros malos chistes, asista usted a la hermosa casa que se encuentra en Alvaro Obregón 99, esquina con Orizaba, en la colonia Roma, este martes 28, a las 19:30 hrs., o cualquier otro día, en el caso de la exposición, hasta el 13 de octubre.

Por el gusto de leer a fray Luis de León. Antonio Alatorre, filólogo, sorjuanista, investigador de tiempo completo, autor de Los 1001 años de la lengua española, se manifiesta en su más reciente publicación -de la que es responsable de la selección, estudio y notas-, Fray Luis de León: Nueve odas (y algo más), en su, quizá, más entrañable vocación: la cátedra. Pero, para el maestro Alatorre, enseñar poesía ``es una manera burda de decir. Lo que hago, si acaso, es enseñar a leer''. Por ello aconseja ``para todo aquel que quiera leer poesía, proceder de la siguiente manera: olvídese de toda preocupación, de todo pendiente, y a solas, en un lugar tranquilo, quizá con un leve fondo de música, lea por segunda vez la poesía, ahora sin la lata de las constantes interrupciones [de las notas explicativas o del `mundanal ruido']. Y ésta será la verdadera lectura''. (De paso le digo, modestamente, que esa es la manera en que se debe leer esta columna.) Y, también por eso, Alatorre no redacta un prólogo sino un epílogo, es decir, unas ``conclusiones'', para que así el lector, que habrá abordado la lectura del poeta de manera directa, confronte sus propias conclusiones con las del especialista. Bueno, ya vendí mucha trama (cosa que espero me perdone don Antonio); ahora lo invito a usted, lector(a) sin adjetivos, a que asista a la presentación de este libro editado por la UAM en su colección Cuadernos de la memoria. Los presentadores serán -también en orden alfabético- Antonio Alatorre, José Emilio Pacheco y Jaime Augusto Shelley; el lugar, la Galería Metropolitana (Medellín 28, Col. Roma); la hora, las 19:00 atardecidas de este horario de verano.

Luisa Valenzuela en México. Un poco antes del cierre de este número, llega a nuestra redacción un boletín de prensa de la Editorial Alfaguara que nos alegra sobremanera: este miércoles 29, a las 19:30 hrs., en la Casa de la Cultura Reyes Heroles (Francisco Sosa 202, Coyoacán, frente a la plaza de Santa Catarina), la autora de Novela negra con argentinos estará en persona para presentar sus Cuentos completos y uno más, junto con Gonzalo Celorio, Margo Glantz y Javier Wimer, además de la presentación musical de Liliana Felipe. Así que aproveche para escuchar a esa deliciosa y aguerrida escritora, compre su libro y fórmese para que se lo autografíe la Mismísima de su puño y letra.


Bazar de asombros

MIS REFUGIADOS, GARFIAS,
AUB Y LEîN FELIPE (IV y última)

Pedro Garfias era un hombre machadianamente bueno, un gran poeta lírico y un ignorante absoluto de las artes de la supervivencia. Nunca tuvo casa; pasaba temporadas en México, Guadalajara, Guanajuato y Monterrey. Sus amigos le organizaban recitales, lo alojaban y atendían sus escasas necesidades de alimento y sus constantes urgencias de bebida. Escribió en México varios libros y en nuestro país apareció su obra fundamental: Primavera en Eaton Hastings. Río de aguas amargas, su último libro, fue publicado en Guadalajara. Escribió, además, una serie de ensayos y de memorias en las que narra los aspectos principales de su participación en el ultraísmo y de su relación amistosa con Gerardo Diego. Nos contaba que había tenido el mejor diálogo de su vida con un borrachito inglés, compañero suyo en las jornadas vespertinas que se organizaban en un pub de Croydon. Garfias no hablaba inglés y su compañero no conocía el español, pero se contaban sus cosas y llegaron a conocerse a fondo y a simpatizar fraternalmente. Todos recordamos su árbol de la colonia Roma: ``Yo conocí un árbol que me quería bien. A él le dolía el tronco; a mí el tronco y la sien.'' A su manera, Garfias fue el poeta más popular del exilio (León Felipe también lo fue. En cambio, Cernuda llevaba una vida muy encerrada. No gustaba de la celebridad).

La capacidad de trabajo y la constante curiosidad eran aspectos proverbiales de la personalidad de Max Aub. A los pocos meses de su llegada a México ya había publicado un luminoso ensayo sobre la novela de la revolución, en el cual reivindicaba a Guadalupe de Anda, el gran novelista de la guerra cristera. Max nos hablaba de su infancia valenciana, de sus aventuras teatrales, de la guerra civil, de su trabajo en la Exposición de París, de su experiencia cinematográfica al lado de Malraux, de la huida, de los campos de concentración en Francia, la cárcel argelina de Djelfa y el viaje hacia la libertad. Max estaba presente en todos los momentos de la vida intelectual mexicana. Participó en la fundación de Radio Universidad y de la colección discográfica Voz viva de México. Su pequeña figura recorría los escenarios teatrales, las aulas universitarias, las salas de conferencias. Era indispensable contar con su inteligencia y su agudo sentido crítico para echar a andar los más arduos proyectos editoriales o de difusión de la cultura. Su genio y su figura marcaron y enriquecieron la vida intelectual de nuestro país.

La Casa del Lago es un centro de difusión cultural de la Universidad Nacional situado en el corazón del bosque de Chapultepec. Es una construcción decimonónica dotada de salas para teatro y enseñanzas artísticas, galerías y un foro abierto para conciertos y danza. Frente a la Casa hay una pequeña glorieta rodeada de ahuehuetes y robles centenarios. En su centro se encuentra la estatua del poeta León Felipe captado en su habitual postura de reflexión y ensoñamiento. En sus fuertes manos hay un bastón nudoso y su cabeza romana está tocada por la boina que siempre lo acompañó. La estatua representa elocuentemente lo hecho por los refugiados: se instalaron en el mismo corazón de su nueva tierra y le entregaron su vida y su obra. Estamos a mano: México les abrió los brazos y ellos pagaron con creces al protagonizar el que, a mi entender, es el mejor momento de solidaridad fraternal entre los pueblos de Iberoamérica.

Detengo este fluir de recuerdos y evito cualquier conclusión. Dejo así las cosas, pensando en don Ventura, en Garfias, en Lolita, en todos esos españoles nacidos en México, mexicanos nacidos en España.

Hugo Gutiérrez Vega
[email protected]

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Página para honrar el lápiz amarillo

A Bertha Cuevas con un abrazo

Con el ojo miras, con el lápiz dibujas. Miras el mandril y con el lápiz lo dibujas en el papel blanco. Pero el mago Pelusio, llamado también Bocos y Afofis, que vivió bajo el inmundo Neferkeres, veinte años reinó en Elephantina, trazaba dibujos sólo mirando el papel, con los ojos, sin auxilio de manos ni de lápiz. Y miraba con tal concentración que, decían, hipnotizaba al papel blanco y las líneas iban brotando. Pero no se sabe.

Caso único y su secreto se ha perdido. Los demás precisamos el lápiz con buena punta para dibujar. ¿Dibujar qué? Todo, cualquier cosa, si algo puede verse, puede dibujarse (y aun pueden dibujarse cosas que no pueden verse, como quimeras o centauros). Por eso el Sapo Frontino se atrevió a enunciar: ``mira el lápiz, es humilde y breve, pero en él están todas las cosas''.

Todas. Con lápiz, por ejemplo, puedes dibujar un lápiz (llámase esto ``propiedad reflexiva del lápiz''). Pero hay lápices y lápices. El famoso y reprobado Pipo Peruchino, si tenía que dibujar veinte cosas, las dibujaba así: trazaba con cuidado un lápiz, luego pronunciaba en voz queda un ensalmo sólo por él conocido y el lápiz cobraba vitalidad, se erguía por sus propios medios y él sólo (sin auxilio de manos), siguiendo instrucciones, dibujaba las diecinueve restantes. Y con ese autónomo lápiz escribía también exaltados poemas. Uno de ellos, en elogio tributado justamente al lápiz, comienza así:

    Esbelto lápiz,
    Hijo del bosque y la piedra,
    A manso atleta,
    Pista blanca.

Cuentan que un día el Peruchino, confuso, por andar enamorado de mujer arisca, erró al pronunciar el ensalmo y el lápiz se metamorfoseó, no en secretario diligente, sino en áspid, serpiente muy ponzoñosa que, dicen, mordió de inmediato la mano distraída que le había dado vida.

Muy bien, ¿cómo te imaginas este emancipado lápiz que, por error, fue transformado en áspid? Yo lo imagino color amarillo huevo con un letrero y un número escritos en negro piano. El letrero dice nada más Mongol y el número es el 2. Porque este Mongol del 2, lápiz arquetípico, es el lápiz de mi inquieta infancia, el lápiz con el que aprendí a dibujar carabelas, castillos, elefantes de ojos mínimos, dragones, caballos con y sin jinetes, banderas, princesas cautivas, torres, puercos, calaveras, guerreros armados, pulpos, ojos, narices y manos en diferentes posiciones. En fin, todo lo necesario para ensoñar en el papel una buena y peligrosa aventura. Y de paso aprendí también a escribir ``Mi mamá me mima'' y ``Dábale arroz a la zorra el abad''.

Que no se puede aprender a leer si no se sabe escribir, es obvio: no podrías saber qué estás escribiendo, no lo podrías leer. Pero, dicen los que saben, también es imposible aprender a leer si no se sabe escribir. ¿Por qué? Nunca lo he desentrañado. ¿Se te ocurre algo? Podrá ser raro que alguien sepa leer y no escribir, pero ¿por qué es imposible?

El niño y el lápiz, de eso estamos hablando. Hondo tema. Rembrandt pintó el retrato de su hijo Titus. Una gran obra maestra, lo tengo ante mis ojos, no me canso de verlo, es portentosa su sencillez: Titus, muy niño, está con un lápiz en la mano, pensando. Pocas veces se ha retratado así el pensamiento, cosa realmente curiosa que el pensamiento se perciba en la mirada (y también, claro, en la quietud). El precedente más célebre de estos ``retratos del pensamiento'' es, por supuesto, el famoso retrato de San Ildefonso de El Greco, donde el santo también está escribiendo, pero con pluma de ave, no con lápiz. Dudo mucho que Rembrandt haya visto nunca ese cuadro.

Lápiz y pensamiento: se piensa al escribir. Se medita antes, desde luego, se reflexiona después, claro está, a menudo con insatisfacción, pero sobre todo se piensa al escribir. El lápiz articula el pensamiento. ¿Por qué? El pensamiento se da sólo en el tiempo, como la música; el lápiz lo dispone en el espacio. El pensamiento es fantasma fluyente que el lápiz congela y hace así visible. Y ver es entender, el ojo, piensa. Dibujar es también entender; esto queda aquí, esto, allá. Diagramar, mucha gente piensa dibujando bloques, trazando flechas. Imagina lo que sería dar lecciones de anatomía, por ejemplo, verbalmente, sin recurrir a un solo dibujo. Si alguien pregunta ¿cómo es una bandera?, la dibujas y luego dices: ``así es''. Por eso, creo, los niños (que siempre trazan las banderas flameando en paralelogramo) dibujan, porque así van entendiendo, apoderándose de las cosas.

Y por eso digo ahora: lápiz, lápiz amarillo Mongol del 2, lápiz generoso, obelisco manual, pilar del espíritu, ángel diligente y guardián, eres perfecto, nada en tu luenga arquitectura sobra ni falta, flecha implume y apacible, con goma de arrepentimientos y alma inmortal de plombagina, torre de bolsillo, faro de los sabios, recibe aquí el emocionado saludo de tu viejo amigo, que tú mismo, diligente y fiel como siempre, trazas sobre el papel.