Sergio Fernández
De otros sinsabores del Archivo General de la Nación

Antes de ser convidado como integrante de la asociación civil Memoria de México, he tenido la posibilidad ųdesde que Edmundo O' Gorman fue subdirector del archivo con sede en el Palacio Nacionalų de haberlo consultado, de modo que sus problemas no me fueron ni me son desconocidos.

Invitado por tres años por DGAPA (antes de estallar el paro universitario) a constituir un seminario sobre Historia de la Cultura Mexicana ųde 1915 a 1940, aproximadamenteų, me retiré poco antes de terminar tal contrato por razones de salud. Pero ahora he retomado la tarea ųcon algunos colaboradores, pasantes de diversas carrerasų para llevar a cabo una investigación diferente, histórico-literaria, que engloba a Tamayo y a Borges, relacionados, ambos, estéticamente con el grupo Contemporáneos. De este modo sé ųpor mis colaboradoresų cuáles son las condiciones en que actualmente se encuentran los documentos. Si ahora las doy a la publicación es porque lo que a todos nos importa es que los legajos queden a salvo, y no por razones históricas o políticas ningunas, ni porque en lo personal tenga amistad con determinados gobernadores, cuyo propósito, por otra parte, es ayudarnos.

Por varios usuarios, pues, conozco (como por lo demás nadie lo ignora) que mientras existen discusiones en pro y en contra del cambio de las instalaciones, cuya sede actual es Lecumberri, mientras esto ocurre, los documentos sufren y sufrirán deterioros no reversibles, toda vez que las condiciones en que se hallan son alarmantes por razones que de inmediato paso a detallar, en el entendido que otras muchas no son de mi conocimiento.

Para empezar me pregunto cuántos de los 250 firmantes en contra del traslado han visitado con conciencia el archivo, pregunta nada retórica, porque a "observarlo" van aproximadamente 80 personas diarias (de las cuales una parte escasa investiga). De ellos cierto porcentaje ųdigamos que un 20 por cientoų son extranjeros que llegan por lo general en el verano y que no se ocupan sino de sus asuntos, tal como debe ser. A ellos les preocupan sus aséptico archivos, salvados de humedades que Virginia Woolf denominaría como una derivación del Romanticismo, pero que no deja de echar a perder edificios, paredes, documentos, plumas y papeles de todos.

Comienzo por decir (con aquellos que, como yo, temen que nuestro país se quede sin ''memoria'' histórica) que Lecumberri sufrió una serie de grietas durante los últimos temblores, notándose mayormente el daño en las galerías continentes de los documentos. Pero si voy por partes, en la galería uno existen cuarteadas; en cuanto a la dos (donde se encuentran los sanitarios de hombres y mujeres) las grietas son considerables, como consecuencia del hundimiento de un edificio que, como la mayor parte del Centro Histórico, es de origen lacustre. Lo mismo ocurre con la tres (cuyo lado izquierdo presenta grietas que gotean agua no necesariamente purificada). Por cuanto a la cuatro, el piso se encuentra absolutamente disparejo a consecuencia de ese mismo hundimiento. Es notoria, asimismo, la humedad, que es más sensible a medida que el visitante sube el segundo nivel detrás de las escaleras.

Por cuanto a la seis, ya desde que el visitante entra a las salas de consulta se observan las cuarteadas. También las hay a ambos lados donde se encuentran, en el nivel segundo, los acervos. Cuando llueve se padecen gotitas caídas a la altura de los valiosos textos. Pero también se dan inundaciones (existe una cronología al respecto) que luego se combinan con las aguas negras que brotan de los registros provocando muchos males a nuestro patrimonio.

Otro factor inmoderadamente dañino es el sol (ya no la luz, tan destructora) directamente caído sobre volúmenes y consultantes. Como equilibrio de la naturaleza, en días poco soleados la luz no es suficiente y a la larga afecta los ojos, que moderadamente atisban entre las tinieblas. Bien por abundancia, bien por carencia, el problema debe contemplarse por quienes deban decidir, no por mí, que (como todo el mundo sabe- no soy historiador ni archivero, sino llana y simplemente observador, y en algunos casos investigador).

A ello debo agregar que en el Departamento de Restauración existen, claro, papeles dañados que se están saneando. Son atacados por microorganismos (que el especialista reconocerá cuando mi ignorancia los nombre por colores: manchas violeta, marrón y grisáceo). En general el ignaro los puede considerar como hongos por humedad. En este aspecto se debe de atender mayormente a la galería cuatro, con acervos coloniales de todos (inquisitoriales, de tierras, de alcabalas, etc.)

Por cuanto a la temperatura ambiente, debe existir un promedio ideal que va de los 18 a los 24 grados centígrados, pero en invierno la temperatura, por ser considerablemente menor, afecta a los documentos. Asimismo hay que considerar la cercanía de las "aguas negras" cuyo correr no es precisamente una buena compañía cuando se trata de trabajar.

Por lo demás es evidente, como Patricia Galeana lo ha hecho saber por escrito, oralmente y por televisión, que el Palacio de Lecumberri (cárcel finalmente) se encuentra saturado de documentos, cuyo peso es buen aliado del proceso de hundimiento de los "brazos".

En cuanto al raquítico presupuesto de la institución, en el archivo sus autoridades son de opinión que se debe concientizar a las autoridades de ese país para que conceden mayor presupuesto o hagan posible el traslado de nuestras riquezas a tierras frías y secas. Son sitios que tendrán albergues para los investigadores, además de cubículos adecuados para el estudio, amén de otras indispensables soluciones. ƑPor qué todo tiene que estar en el Distrito Federal, ciudad que por meterla nosotros en callejones sin salida no nos ofrece garantías algunas?

Insisto en que no estoy precisamente interesado en una u otra opción (ya la del estado de Hidalgo, ya la de Querétaro), toda vez que si estuviera a buen resguardo los documentos, no habría inquietudes, es tiempo a su preservación. Que este acarreo se leve en sus funciones un quinquenio, es tiempo largo, pero no puede ser de otra manera ya que se debe de contar con los recursos económicos necesarios tanto para los honorarios de los arquitectos como para el nuevo edificio, a tal punto excelso que sea el mejor de América latina. Nuestros acervos culturales merecen lo mejor. No cabe duda que a ello accederán las partes contendientes en cuestión. Una pregunta, finalmente, que todos tenemos en la mente: la descentralización de la cultura del país (como toda descentralización), Ƒno es una más que excelente justificación del traslado?