EUROPA EN GENERAL, PERO FRANCIA DE MANERA ESPECIAL viven un momento importante en el futuro inmediato del empleo. El gobierno del señor Jospin, por conducto de su muy activa y yo diría que revolucionaria ministra Martine Aubry, ha presentado al Parlamento y se discutirá a partir del próximo 5 de octubre la ley que establece la jornada --eufemística palabra que intenta identificar el tiempo de trabajo diario, semanal, mensual o anual-- de 35 horas a la semana.
El proyecto contempla por lo visto un beneficio fiscal para el empresario cuando se trabaja un máximo de 110 días al año. Pero algunos diputados están proponiendo bajar el techo a 205 días de trabajo al año. También se plantea la posibilidad de que el beneficio no alcance a los contratos por tiempo determinado, con el objeto de incentivar la permanencia y luchar en contra de la precariedad en el empleo.
En el fondo se está planteando, como propone Joseph Macé-Scaron en un breve comentario en Le Figaro, un diario francés particularmente conservador, el debate sobre la conveniencia del regreso a la plena estabilidad en el empleo. Nada menos.
Resalta en este problema y en las apreciaciones de los comentaristas, el éxito reciente de la UAW, el gran Sindicato de la industria automovilística de los Estados Unidos, en su discusión del contrato colectivo de trabajo con Daimle-Chysler, que produjo un compromiso de aumentar cada año, por cuatro consecutivos, 3 por ciento al salario con un pago inicial de mil 350 dólares. Hoy la Ford Motor Co., tanto en Estados Unidos como en Canadá, enfrenta este precedente y nadie duda de que si la oferta es insuficiente: y por lo pronto parece que lo es, se producirá una huelga de extensión internacional.
Lo curioso es que la izquierda francesa pone en duda las tendencias sociales del bueno de Lionel Jospin. En un ensayo de Laurent Muaduit y Gerard Desportes, también en Le Figaro, "La izquierda imaginaria", se insinúa que Jospin tiende un poco hacia una política más conservadora. Una frase del Presidente del gobierno francés ha despertado grandes inquietudes entre sus partidarios: "No es a través de la ley, por los textos, que se va a regular la economía".
Tampoco es muy clara la interpretación. Aparentemente sugiere que las decisiones estatales no pueden alterar las leyes del mercado.
Hay algo que resulta evidente: en un país de pleno empleo como los Estados Unidos, los sindicatos están recuperando la iniciativa. Ya pasaron los tiempos en que Ronald Reagan derrotaba al sindicato de controladores de tránsito aéreo al principio de su mandato, siguiendo la ruta triunfal del modelo de la señora Thatcher que venció antes a los mineros.
ƑNuevas esperanzas sociales? En México estamos muy lejos de las condiciones económicas de Europa y de EU. Nuestros capitalistas disfrutan a plenitud su época de dominio. El desempleo es más abundante.
Y, además, no puede olvidarse que nuestro sindicalismo, pese a las declaraciones del Congreso del Trabajo y sus sucursales, está muy lejos de ser sindicalismo. No es más que una lamentable caricatura. Y así no se puede ir a ninguna parte. *