Hay de alianzas a alianzas, del mismo modo en que hay de amigos a ``amigos'', y no por ello hay que correrle a todo. Por mucho tiempo, el mismo tiempo que duró nuestro nacionalismo chatarra, el gobierno mexicano nunca quiso saber nada de una alianza con Estados Unidos.
Las consecuencias no se hicieron esperar: un proteccionismo extremo, contraproducente; un chovinismo autodestructivo (``Como México no hay dos''); y, en suma, una perversión del nacionalismo ora para facilitar la reproducción del autoritarismo (soberanía pinochetiana), ora para repudiar presiones legítimas de la comunidad internacional (soberanía-concha, todavía usada hoy en materia de derechos humanos por ejemplo), ora para forzar una unidad nacional retórica (soberanía-chantaje), ora para contar con un chivo expiatorio que respondiera por todas nuestras ineptitudes (soberanía-coartada, a la cuenta del imperialismo yanqui).
Pero ahora sí que de Guatemala pasamos a Guatepeor. Sin anestesia de por medio, los gerentes del neoliberalismo mexicano se encargaron de llevarnos al extremo opuesto. La alianza con EU dejó de ser un tabú para convertirse en todo un programa de gobierno (y de protección para la mafia gobernante). Para los firmantes del TLC, el mundo comienza en Disneylandia y termina en Wall Street, pasando por la Casa Blanca, el Capitolio y ahora hasta el Pentágono. Sólo recordemos el ``tercer vínculo'' inventado por el entonces secretario de la Defensa William Perry a fin de ponerle el broche militar a los vínculos ya logrados en lo económico y en lo político. Sus estragos ya se perciben, por lo pronto, en la guerra sin nombre en Chiapas.
Pero el viraje neoliberal ya arroja muchas otras consecuencias, peores que las del nacionalismo chatarra. Del ultraproteccionismo pasamos al aperturismo suicida. De una vecindad desaprovechada, a una vecindad explosiva o, si se prefiere, paradisiaca para las élites. Del chovinismo transitamos a una desnacionalización cultural todavía no completa, gracias a la resistencia de nuestros pueblos indios, ahora reactivada por la lucha zapatista. En fin, nuestro viejo proyecto ultranacionalista ha sido remplazado por el proyecto de no-nación del staff que gobierna en México desde que la ``modernización'' neoliberal nos alcanzó. Y todo, por no afrontar creativamente el asunto de las alianzas.
Por fortuna, en el propio EU hay gente visionaria. No tanto en sus cúpulas, sino más bien en los segmentos de la sociedad que buscan mejores acercamientos con su contraparte en México. Esto, en sí, perfila un horizonte muy distinto en la relación bilateral. Mientras las élites sigan encargándose de esta relación, cualquier alianza seguirá como un burdo vasallaje, obviamente en perjuicio de México. Y tarde o temprano sus frutos serán manzanas tan podridas, que acabarán por intoxicar al propio gigante del norte.
Otra historia sería si las sociedades de ambos países tomaran en sus manos las riendas de la relación bilateral. Y aquí viene la buena noticia: esa historia ya comenzó a escribirse con letras más firmes que nunca. Antier mismo en Washington D.C. comenzó la primera conferencia nacional de la Mexico Solidarity Network, que es una instancia fundada en abril de 1998 para dar más fuerza y coherencia al trabajo de por lo pronto 73 organizaciones civiles dedicadas a ``apoyar luchas por la democracia, la justicia y los derechos humanos en ambos lados de la frontera''.
Por el lado mexicano participamos otra buena variedad de gentes ligadas a agrupaciones como la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, la Red Ciudadana de Apoyo a la Causa Zapatista, el Movimiento Ciudadano por la Democracia, Causa Ciudadana y la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio, entre otras. Y al menos en nuestro caso, lo hacemos con la firme convicción de que a la sociedad tanto de México como de EU corresponde enderezar una relación que no atinan sino a torcer más y más, las cúpulas gobernantes.
Mas ese enderezamiento comienza en casa. Aun en el terreno de la ciudadanía todavía pervive cierto mesianismo allá, y cierto seguidismo acá. Ahora mismo que usted lee estas líneas, estamos en Washington precisamente en busca de que las ayudas de sociedad a sociedad también sean parejas, ida y vuelta. Como en el sueño que les narré la vez pasada, donde Hillary regañaba a Bill por no aprenderles nada a los mexicanos más primeros.