DOS MUNDOS QUE SE SEPARAN
Según el Banco Mundial, más de mil 200 millones de personas viven en la miseria y no alcanzan siquiera a satisfacer sus necesidades mínimas en alimentos, vivienda, sanidad, educación, con lo cual, por supuesto, carecen de los derechos humanos más elementales fijados por las Naciones Unidas y reconocidos formalmente por todos los gobiernos.
Es inecesario mencionar los efectos de este genocidio masivo sobre la sanidad y la seguridad del resto de las personas pues en el mundo actual no hay barreras fronterizas ni cuarentenas mínimamente eficaces.
Igualmente obvio es que quienes están un poco más arriba del nivel de miseria (menos de nueve pesos mexicanos por día), pero están hundidos en la pobreza sin perspectivas de salir de ella, son aún más numerosos y pesan dramáticamente en la vida de todos los países, sin excepción, incluidos los más industrializados. Mientras tanto, la riqueza se acumula cada vez más en pocas manos, de modo afrentoso. La revista Forbes, por ejemplo, acaba de publicar que las 400 personas más ricas de Estados Unidos poseen en conjunto un billón de dólares (la unidad más doce ceros, para evitar equívocos anglicistas), superando así todo el producto bruto de China, que es la nación más poblada del mundo y, además, una potencia industrial.
En los demás países la concentración es similar ya que los enormemente ricos son cada vez menos, al mismo tiempo que crece el número de los "nuevos pobres" y el de los miserables y se sacrifican enteras capas de la población, como los ancianos, los enfermos pobres, los niños, las mujeres.
A la vez que todos los días se concentran las grandes empresas para compensar, con una reducción de los costos de gestión y una extensión de sus mercados, la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, el estancamiento de la productividad y la inelasticidad del consumo de masas, también se concentran, peligrosamente, la pobreza y el desamparo. Los grandes organismos financieros internacionales cantan victoria ante la posibilidad de que en el año 2000 el crecimiento de la economía mundial llegue a 3.5 por ciento, pero es necesario diferenciar crecimiento de la producción y desarrollo social y ver quién se beneficia con el primero y quién pierde con los golpes que sufre el segundo. Porque la existencia de dos mundos sociales que se separan paulatinamente en cuanto a nivel de vida, cultura, intereses, bienestar, expectativa de vida, amenaza la estabilidad política y social a escala mundial y nos retrotrae a la época de Emilio Zola o de Charles Dickens.
En efecto, es aberrante desde el punto de vista económico y éticamente inaceptable que los ecuatorianos, por ejemplo, deban destinar más de 96 por ciento de cuanto producen para pagar a sus acreedores internacionales, condenando a su país a la crisis permanente mientras una sola persona, como Bill Gates, puede disponer de más de 82 mil millones de dólares.