Ť Potlatch de Alberto Gironella a Octavio Paz *

Ť Claudia Gómez Haro Ť

Este martes 28, a las 19:00 horas, será inaugurada en Casa Lamm (Alvaro Obregón 99, colonia Roma) la magna exposición Potlatch de Alberto Gironella a Octavio Paz, que es uno de los varios proyectos póstumos del pintor mexicano Alberto Gironella, recientemente fallecido, quien este domingo 26 de septiembre cumpliría 70 años.

La muerte es la reflexión fundamental del arte y la filosofía. El deceso de Alberto Gironella, uno de los mayores representantes de la plástica mexicana de este siglo, no nos libra de esto.

El pintor formó parte de esa estirpe de hombres que no sólo no la temieron, sino que se asombraron ante ella. La audacia de sus búsquedas, la violencia de sus impulsos contra la razón, la falta de pudor, la ironía, la injuria y la alabanza son muestra de ello.

Gironella no fue un poeta de palabras sino de imágenes visuales, como bien dijo Octavio Paz. Con esto, el premio Nobel quiso decir que el pintor concebía el cuadro no sólo, ni exclusivamente, como una composición plástica sino como una metáfora de sus obsesiones, cóleras, miedos y deseos. Nunca fue más justo un elogio: hubo un momento en que el surrealismo en México habló por boca de Gironella.

En 1962, Gironella conoce a Octavio Paz en París. En ese tiempo se presentaba en la Galería Bellechasse su exposición Muerte y transfiguración de la reina Mariana. Con motivo de esta muestra, el diario France Prense publicó en primera plana un encabezado que rezaba: ''šEl surrealismo no ha muerto!" y se reproducía una reina Mariana. Breton, quien admiraba la obra del pintor, le hablaba a Paz de esa abigarrada fantasmagoría de reinas pútridas y sensuales, melancólicas, alocadas, espectrales... Ya para 1973, el pintor y Paz son amigos, y éste es testigo de su boda con Carmen Parra, junto con Luis Buñuel y Manolo Martínez.

Quizá lo que Paz más conoció de su pintura fue el ciclo de Pereda, inspirado en El sueño del caballero. Es en este momento que escribe el notable ensayo ''Los sueños pintados de Alberto Gironella", sin duda uno de sus más lúcidos textos sobre artes plásticas y, como bien dijo el pintor, lo mejor que se ha escrito sobre su trabajo.

Literatura y color, doble herejía

La relación de Gironella con la literatura fue más allá de su pasión por la lectura. Antes de decidirse por la pintura, Gironella estudió letras españolas, incluso escribe una novela, Tiburcio Esquirla.

Además de utilizar referencias literarias en su plástica, su pintura nace y muere como una doble herejía: literatura y color. Todo lo que pintó tuvo referencia directa con sus lecturas. Retrató a numerosos y variados escritores como Valle Inclán, Gómez de la Serna, López Velarde, Nietzsche, Jünger, Sor Juana, Baudelaire y Lowry, entre otros.

En 1983 pinta el primer retrato de Octavio Paz. Este cuadro fue hecho por encargo del Instituto Cervantes de España, con el fin de tener los retratos de todos los ''premios Cervantes". Nunca se lo pagaron y fue por casualidad que Miguel Alemán lo adquiere para regalárselo a Paz, en sus 70 años.

Mañana, 26 de septiembre, el pintor cumpliría 70 años, por lo que Casa Lamm le hará un reconocimiento póstumo. Se inaugurará el Potlatch de Alberto Gironella a Octavio Paz, su último trabajo en serie; nueve cajas collage en homenaje al escritor, que se presentaron en el pasado Festival Cervantino, para viajar luego a Guadalajara, Jalapa, el puerto de Veracruz y concluir en Casa Lamm, según lo dispuso el pintor antes de morir. Habrá una mesa redonda, informal y antisolemne como él siempre quiso. Y cumpliendo sus deseos nos acompañarán algunos de sus más entrañables amigos: La China Mendoza, Juan Soriano, José María Espinasa, Germaine Gómez Haro y Pedro Armendáriz.

gironella Quizá ser excéntrico es la manera final de ser céntrico y por eso es que después de la muerte de Paz, Gironella decide hacerle un homenaje, utilizando el término ''potlatch", que significa ''don" en la lengua nootka de los indios del noroeste de Estados Unidos. Los etnólogos de ese país la descubrieron y la describieron a finales del siglo XIX, pero fue el sociólogo francés Marcel Mauss quien propuso una teoría más completa acerca de ella en su Essai sur le don. Forme et raison de l'échange dans les societés archaïques. La práctica del potlatch se dio en formas variadas. Era una ceremonia de carácter festivo en la cual el jefe ofrecía ostentosamente una cantidad enorme de riquezas a un rival para desafiarlo. Este tenía que responder con un nuevo potlatch, más importante que el primero, mostrándose, así, más generoso que el anterior, alcanzando niveles de excentricidad y extravagancia inconcebibles. Gironella subraya la suntuosidad de sus cajas-obsequio aplicando hoja de oro. Así le devuelve al escritor algo de la enorme riqueza que él también ha obtenido por medio de sus libros. Es su forma personal de evocar conversaciones, hilos sueltos en la trama de una larga amistad. En estas cajas, lo que Gironella hace es una metáfora plástica de lo que para él significaba Octavio Paz a quien, además de admirar, quería mucho. Podríamos decir que estas cajas hablan de Paz ''pictóricamente".

Estas cajas-retratos de Octavio Paz pueden verse como iconos donde cada elemento tiene su propio sustento ya sea estético o metafórico. Así, tenemos que el Anís del Mono y, a un lado la palabra grama forman Monograma. Este monograma hace alusión a uno de los libros fundamentales de Paz, El Mono Gramático, pero también alude a una gran novela, Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, sobre la cual ha escrito Paz y cuya portada de la edición mexicana es obra de Gironella. También alude al universo etílico del cónsul en la novela. En algunas cajas Alberto introduce notas, como ''La musa violenta", que no explican nada; por el contrario, complican y multiplican su misterio estableciendo una red de relaciones entre la obra y otras obras, pictóricas y literarias, subrayando su carácter intertextual.

Son blasones literario-pictóricos, donde el retrato de Paz está en el centro de un sinfín de alusiones que debemos descifrar, para poner en movimiento su poética. Descubrimos a Valle-Inclán quien, para el pintor y el poeta, representa mediante Tirano Banderas una respuesta de la realidad latinoamericana a la miopía y la ceguera de los ideólogos. Encontramos a Nietzsche, con quien Gironella lleva hasta su límite la negación, pues sabía, tan bien como Paz, que al final siempre espera el juego, la fiesta, la consumación de la obra, su dispersión... A Mallarmé lo vemos en una escena íntima y arrojando los dados. La ''Reacción", decía Paz, está representada por Vasconcelos y José Clemente Orozco, mismos que el pintor incluye en una de sus cajas, entremezclando un huarache que alude a los zapatistas.

Juego de metáforas plásticas

Gironella concibió la poesía como el arte verbal por excelencia, y lo colorea haciendo presente en estos cuadros a Rilke, Rimbaud, López Velarde, Pessoa...

Vislumbramos la fascinación compartida por la literatura española desde el Siglo de Oro hasta la Generación del 98; Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Unamuno. Otra pasión mutua: Baudelaire, de quien, tanto Octavio Paz como Gironella, retoman con insistencia el principio de la analogía. No podrían faltar dos figuras que han marcado sus existencias y sus obras: Luis Buñuel y Ramón Gómez de la Serna. Podríamos decir que estas nueve cajas son todo un juego de metáforas plásticas cuya suntuosidad está en el humor que se lee entre líneas.

En este homenaje también se exhibirá su última obra concluida: un autorretrato al óleo y encáustica sobre madera ųpor cierto, primera vez que incursionaba en esta técnicaų montado en un bloque de madera con incrustaciones en bronce.

Gironella, curiosamente, se pinta a la manera de los retratos de los sarcófagos romanos y griegos de Fayum. Nunca había trabajado el autorretrato, sin embargo tenía el proyecto de que su próxima serie serían autorretratos siguiendo el estilo de éste, en el que aparece con una risa que, como Paz escribe, va más allá de la filosofía y nos hace recordar que el mundo empezó con una carcajada y termina con otra. Como Paz, parece decirnos que la antigua receta racional y estoica es reírse de la muerte. Y me pregunto, como el Nobel lo hace, Ƒsomos nosotros o es la muerte que se ríe?