Vicente Fox es un hombre carismático, que ha sabido conquistar la simpatía y el entusiasmo de la población mexicana que lo ha ido conociendo. Por eso, las encuestas lo colocan en el primer lugar para ganar la Presidencia de la República en el año 2000. Adicionalmente, Cuauhtémoc Cárdenas no ha sido capaz de gobernar bien el Distrito Federal, por lo que su figura política se ha desgastado, de manera que resulta imposible que su popularidad pueda aumentar en el futuro. En el caso del PRI las cosas están peor, pues además del descrédito actual del gobierno, su pugna interna terminará seguramente con una fractura irreversible; de manera que Fox será sin duda el próximo presidente de México.
Así piensa, más o menos, un número importante de ciudadanos y ciudadanas claramente inclinados por el candidato panista, y podría ser que tuvieran razón, pero también es posible que estén equivocados.
Para otro grupo de personas la situación es totalmente distinta. Piensan que Cuauhtémoc Cárdenas ha sorprendido en cada elección, porque siendo una opción débil al inicio de las campañas electorales, con su conocimiento del país y su nivel de compromiso social incluyente, termina por superar a sus oponentes y triunfando en la elección; así fue en 1988 (aunque la víctoria le haya sido arrebatada de manera tramposa) y así fue en 1997 en el DF. Si no pudo triunfar en 1994, fue por la insidiosa campaña que hizo Carlos Salinas en su contra con todos los recursos del sistema y con el fin último de destruirlo, cosa que no pudo hacer. De hecho, su enfrentamiento con Salinas, constituye una de las principales razones de su popularidad, pues él fue quien denunció y se enfrentó a Salinas, señalando sus falsedades y engaños después comprobados.
Adicionalmente, es posible afirmar que el Presidente no tiene hoy ni la capacidad ni el interés para atacar a Cárdenas; de hecho, Cárdenas podría ser quien menos problemas le daría a Zedillo en caso de ganar.
En relación al PAN, las cosas van a cambiar, Fox es un mal candidato que se va a desgastar por sus desfiguros, sus incongruencias, y su distanciamiento con el PAN. Por todo ello, Cárdenas ganará la elección del 2000 sin lugar a dudas.
También podría ser que las personas que piensan bajo esta lógica tengan razón, pero cabe también la posibilidad de que no la tengan.
Hay un tercer grupo de ciudadanos que se hace cuentas alegres con una opción diferente y con algunas variantes. En una de ellas, el PRI puede ganar sin problemas, con cualquiera de los precandidatos actuales, incluso si la oposición presentará un candidato único. Las razones para ello están en el número mayoritario de entidades gobernadas por ellos, en su capacidad comprobada de gobierno, en sus estructuras de organización y disciplina interna y quizás en los recursos que el gobierno federal y los gobiernos estatales pueden poner a su alcance.
Existe un cuarto grupo que piensa en otros términos. Que ve y ha visto a México como un escenario para obtener buenas ganancias. Su lógica es la de que los negocios requieren inversiones e implican riesgos, ellos tienen experiencia y no les gusta hacer cuentas alegres, sino lograr utilidades. A este grupo pertenecen los grandes empresarios, los banqueros, los dueños de la televisión y de la radio, los que se han visto privilegiados en el pasado por las concesiones gubernamentales, por las privatizaciones y por los rescates. Las enormes ganancias que han tenido se originaron como pagos y premios a sus apoyos previos, considerados por ellos como inversiones a futuro. ¿Habrá alguien que dude hoy, que el crecimiento exponencial de los negocios de Cabal Peniche, no tuvo como antecedente algún apoyo financiero para la campaña de Carlos Salinas? Y qué decir del otro Salinas, el dueño de TV Azteca, y del profesor Hank y de tantos otros que incrementaron sus fortunas en forma extraordinaria y conocida.
Al pensar en los cambios, las contradicciones, los errores y sobre todo en los costos sociales que dejará al país el gobierno de Zedillo, y conociendo de los puntos oscuros en el financiamiento de su campaña, tiene sentido pensar que en todo ello hay facturas que este gobierno ha tenido que pagar a esos grupos, que los montos han sido monstruosos y las consecuencias graves.
En este contexto, los recursos que disponen los miembros de estos grupos y que han sido puestos al servicio del PRI, podrían darle nuevamente el triunfo a ese partido, sólo que el tamaño de la inversión será ahora mayor y mayores también los riesgos, lo cual implica que las nuevas facturas por sus servicios tendrán que ser muy altas, seguramente mayores a las anteriores, y seguramente pagaderas por toda la sociedad. La única pregunta es si esto es posible. Mi impresión es que no, que una nueva devaluación como la de 94, que un nuevo saqueo como el del Fobaproa, que un nuevo incremento de impuestos, llevaría al país a una ruptura social. Este escenario resulta sombrío y sin embargo posible, en él nadie saldría triunfante, ni siquiera el PRI.
Es por ello que la alianza en la que trabajan los partidos políticos de oposición constituye un esfuerzo de la mayor importancia. Su concreción significa nada más y nada menos que la reducción de las posibilidades de triunfo del PRI. La derrota ineludible del PRI no sería ni el resultado más importante, ni el objetivo central de esta estrategia, sino evitar la destrucción de nuestro futuro como nación. Por ello, es que la instrumentación de la alianza constituye hoy la esperanza y la demanda de la mayoría de los mexicanos. Responder a esa demanda debiera ser la tarea central de los partidos y muy especialmente del PAN y del PRD.