BALANCE INTERNACIONAL ¤ Eduardo Loría
La Cepal ayer y hoy

Entre el 13 y el 17 de septiembre pasados, se celebró conjuntamente en Río de Janeiro el decimotercer Congreso Brasileño de Economistas y el séptimo Congreso de Economistas de América Latina y el Caribe. Eventos por demás interesantes, porque además coincidieron la conmemoración del cincuentenario del manifiesto de Raúl Prebisch, que daría lugar a la fundamentación teórica y política de la Comisión Económica para América y el Caribe (CEPAL), y un homenaje a Celso Furtado, quien participó junto con Prebisch en la fundación de esta institución.

Aparte de lo que estas coincidencias en sí mismas representan, hubo una más, que quizás mejor debería plantearse en términos de un desencuentro en el tiempo, en la medida que en el mismo foro participaron los intelectuales de la vieja guardia (entre otros, Concepción Tavares, Theotonio dos Santos, Octavio Rodríguez) y los técnicos de la nueva CEPAL (como José Antonio Ocampo y otros más) que utilizaron conceptos y preocupaciones diferentes; en específico al plantear el papel que desempeña América Latina en el concierto internacional y la idea de proyecto nacional o regional de largo plazo. En tal sentido, para la vieja guardia siempre fue crucial la planificación económica sectorial y el uso de controles y asignaciones gubernamentales, mientras que para los nuevos técnicos lo importante son las modalidades que deben adoptar las políticas macroeconómicas nacionales para lograr una inserción internacional eficiente, que disminuya la pobreza y la inequidad.

Sin embargo, uno de los puntos principales de coincidencia de ambas posturas, fue su aceptación de que este proceso de globalización, al parecer incontenible, ha demostrado la erosión de las políticas económicas nacionales, la falta de gobernabilidad internacional en el sentido de que las instituciones actuales no tienen los medios para reducir la volatilidad y el aumento en la frecuencia y en los estragos de las crisis financieras. Coincidieron en que la arquitectura internacional y las políticas económicas nacionales generan dinámicas procíclicas y altamente desequilibrantes. Por ejemplo, en el auge hay expansión de los créditos internacionales que generan apreciaciones cambiarias, que a su vez, hacen más vulnerables las balanzas de pagos y, en consecuencia, los riesgos de crisis. Cuando los capitales especulativos se percatan de ello, castigan a las economías vaciando las reservas internacionales, precipitando así severas crisis que después exigirán fuertes ajustes macroeconómicos que intensificarán las recesiones y la pobreza.

Igualmente importante resultó la coincidencia en cuanto a que ha habido una lucha intensa entre todos los países de la región por atraer capitales especulativos para financiar sus desequilibrios comerciales y ha faltado una postura homogénea o, cuando menos, un acuerdo básico que determine códigos generales de conducta y restricciones homogéneas. Lo que ha privado es la atomización de las naciones latinoamericanas en el contexto de globalización.

En fin, Río de Janeiro fue un lugar de encuentros y desencuentros, pero de coincidencias en aspectos cruciales de los problemas del desarrollo de América Latina. Me quedó claro que se requiere con urgencia un próximo evento (encuentro) cuyo objetivo central deberá ser elaborar una síntesis teórica y de política de las dos Cepales. En el fondo tienen las mismas preocupaciones, pero con una diferencia de cincuenta años.

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