LA TRIADA QUE USO como encabezado de este artículo apareció en el editorial de La Jornada del miércoles pasado. Ya con más elementos informativos acerca de quiénes habían encabezado la agresión verbal el día 13 contra la directora de nuestro periódico, el director fundador Carlos Payán y Carlos Monsiváis, en su punto de vista institucional, el diario manifestó de forma nítida su rechazo y crítica a las antidemocráticas acciones de un sector de los huelguistas unamitas. El ataque provino de quienes se autoproclaman de izquierda y progresistas, pero por sus métodos más bien parecen agentes de la Inquisición.
Al día siguiente del linchamiento simbólico de que fueron objeto Carmen Lira, Payán y Monsiváis, empezaron a publicarse cartas en El Correo Ilustrado que criticaban la agresiva manifestación que tuvo lugar la noche del 13 a las puertas del Museo de la Ciudad de México (lugar de donde ya se habían retirado los vituperados, una vez finalizada su participación en la jornada de debates que se organizó para celebrar 15 años de este periódico). Las misivas, personales y de organizaciones políticas y civiles fueron muy tajantes en la defensa de la línea informativa y editorial de nuestro cotidiano, y reconocieron sin tapujos que lo sucedido era un ataque a la libertad de expresión. Donde ya no coincidieron fue en identificar a los autores de las injurias, daños a un vehículo de La Jornada (en su interior se encontraba el trabajador Alberto Blancas) y el amago de incendiar la puerta del museo. Aunque existían indicios claros de que el ataque se gestó en uno de los grupos más intolerantes que mantienen la huelga en la UNAM, casi todas las cartas achacaron la agresión a infiltrados en el movimiento estudiantil que buscan provocar la represión gubernamental a los paristas. Tal vez fue así por la resistencia en la mayoría de la izquierda a reconocer que en sus filas también se alojan partidarios de vencer a sus adversarios por vías ajenas a la democracia.
Sin imaginar que horas más tarde iba a ser objeto de arremetidas inquisitoriales, Carlos Monsiváis se refirió en su participación a varios sucesos recientes, documentados por La Jornada, en los cuales se muestra que "...la negación de la democracia ya no viene sólo del gobierno sino (también) de la sociedad". Me parece que su señalamiento debiera motivar serias reflexiones en los espacios preocupados por que la transición de México no se quede en lo político-electoral sino que trascienda a lo cultural, a las prácticas cotidianas de la ciudadanía. Desde este punto de vista, estoy convencido, sólo cabe criticar sin ambages las prácticas porriles del Comité de Huelga de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, grupo que reconoció haber llevado al cabo las citadas acciones del lunes 13. Para los interesados en corroborar por sí mismos la lógica que llevó al comité a protestar "por la falta de compromiso con la verdad, la falta de ética, mentiras, blasfemias, espacio para claudicantes, contubernio con la parte más retrógrada del movimiento estudiantil, indignidad, seudoindependencia" de La Jornada, les sugiero leer o releer el documento donde los huelguistas de la FCPS le endilgan los anteriores calificativos y otros al diario que más espacio ha dado a las diversas voces que integran el CGH. Una muestra inequívoca de la voluntad plural de este cotidiano es la publicación íntegra del texto (domingo pasado) con el que los activistas de Políticas pretenden justificar su embestida contra el periódico que recién cumplió 15 años de servicio a la opinión pública.
Estoy seguro de que el firme editorial de hace una semana reforzó las animadversiones contra La Jornada entre los que vociferaron a las puertas del Museo de la Ciudad de México, al igual que en organizaciones sociales que han declarado su apoyo irrestricto al sector "progresista" (así se autonombran los atacantes) de los huelguistas. Porque sin ambigüedades la opinión institucional del periódico caracterizó a la "violenta muestra de intolerancia, provocación y vandalismo (como) un atentado a la libertad de expresión y al derecho a la información, así como un ataque absurdo al patrimonio histórico del país". De que son intolerantes ya está más que comprobado, las múltiples denuncias al interior del CGH acerca de los métodos de convencimiento que emplean los progresistas para persuadir a sus adversarios deja amplio testimonio al respecto. Provocadores es el justo término para identificar a quienes pareciera están buscando a toda costa desatar la violencia al interior del movimiento estudiantil. Y vándalos suena fuerte, pero ellos mismos han dejado claras huellas de que el adjetivo les queda bien, no nada más por haber intentado incendiar la puerta del museo sino también porque han cometido atracos en las instalaciones universitarias que están bajo su resguardo. Otros como ellos pintarrajearon el mural de Siqueiros que está en la Rectoría, bajo el argumento ramplón de que esa pintura es del pueblo y como la huelga es del pueblo entonces se vale modificar el mural. *