FORO DE LA CINETECA

Soñar para vivir

''Si has de morir muy pronto, hazlo con verdadero estruendo". En su primer largometraje, Soñar para vivir (Dream with fishes), el joven estadunidense Finn Taylor construye una comedia atractiva sobre la amistad y la muerte. Terry (David Arquette), un joven yuppie, depresivo, voyeur de tiempo completo, decide suicidarse, arrojándose de un puente en la bahía de San Francisco. Otro joven, Nick (Brad Hunt), paria total, ladrón de ocasión, adicto a las drogas y enfermo terminal con apenas dos semanas de vida por delante, lo alerta sobre lo doloroso de una caída al agua, sobre las posibilidades de sobrevivir y quedar lisiado, y le propone un trato decoroso, un suicidio más cool, con un frasco de barbitúricos en su casa a cambio de su reloj como pago y herencia.

En Soñar para vivir las personalidades contrastadas de los protagonistas (el cliché de la pareja dispareja encaminada a la amistad perfecta) son el primer detonador humorístico. Viene luego el propósito de Nick de hacerse financiar por Terry sus últimas fantasías, que incluyen juegos de boliche al desnudo, travesuras públicas con drogas, el asalto a un banco y una farmacia, todo como en una comedia de los años setenta, con simpáticos forajidos urbanos, una leve crítica al sistema, y dos o tres personajes pintorescos como comparsas del dúo dinámico. Una actualización de Racha de suerte (California Split, Robert Altman, 1974), con George Segal y Elliott Gould. Una mezcla muy similar de situaciones cómicas y melodrama viril en un clima citadino despersonalizado.

Frente a los temas ligados a la gran urbe: la soledad manifiesta en la manía voyeurista de Terry, la inminencia de la muerte (el suicidio o la condena terminal), la incomunicación afectiva y la frustración sexual, Finn Taylor propone una comedia afirmativa, alejada del escepticismo radical de muchas comedias europeas (un ejemplo estupendo, Contraté un asesino, de Aki Kaurismaki, 1990), y de la visión ácida e ''irresponsable" de buena parte del cine independiente estadunidense, como The living end (Gregg Araki, 1992), donde dos jóvenes seropositivos deciden hacer volar en añicos toda respetabilidad social antes de morir. En Soñar para vivir (el título en español es elocuente) prevalece, sobre cualquier intento de crítica social, una voluntad de corrección política, una búsqueda de tranquilidad espiritual expresada en un tono de comedia apacible y benévola (feel good comedy), encargada de transmitir un mensaje humanista: la muerte de un amigo decide la superación moral de quien le sobrevive.

Finn Taylor muestra sin embargo, al margen de convencionalismos narrativos, un talento para los diálogos ingeniosos, para crear buenos personajes secundarios, como la tía Elisa (Cathy Moriarty), nostálgica desnudista de Las Vegas, o como la prostituta que justifica su actividad con un ''Yo sólo hago esto para financiar mi arte", y para situaciones divertidas: el ácido que accidentalmente ingiere un policía, y que exacerba en Nick los trastornos visuales que le provoca su enfermedad. Finn es menos afortunado en el tratamiento de escenas dramáticas. El retrato de la familia de Nick es poco convincente; el padre, una caricatura de prepotencia viril; la madre, un fantasma lamentable. La enfermedad y la muerte como instancias liberadoras ųpara el propio Nick y para quienes lo rodeanų, es un tema interesante, aunque insuficientemente desarrollado. Una comedia desigual, con momentos de sorprendente frescura.

 

Ť Carlos Bonfil Ť