Juan Belmonte inició la renovación del toreo, que alcanza con él su perfección y cúspide. Fue el primero que se quedó quieto para torear, también el primero que toreó despacio, enseñando a los públicos el secreto del temple, una de las bases del buen toreo. La escuela sevillana pinturera, alegre y movida con El Gallo entronca con la escuela rondeña, en lo que ella tiene de clásico, de severa.
Esa serenidad que en Juan Belmonte llegó adquirir la máxima emoción dramática, en Rafael Gómez, El Gallo, está impregnada de elegancia y sobre todo de gracia, de esa gracia que es pinturería, desplante, flamenquería, aire, algo, en fin, inimitable que distingue radicalmente a los toreros con duende y espíritu, -como Rafael de Paula y Curro Romero-, de los demás.
Los toreros mexicanos -sin escuela- tenderían a seguir la escuela que fundara El Gallo, en la que sobresalen entre otras características, la inspiración, el desorden artístico, la espontaneidad, lo improvisado. Eso que les dio fama a Silverio Pérez, El Calesero, Luis Procuna, Manolo Martínez y otros que no aparece en nuestros toreros actuales y menos en los novilleros, copia de sus maestros.
Decía El Gallo: ``Ser torero es muy difícil, ser estilista es más cómodo''. Con esta sentencia está fundada una escuela de lidiadores que no torean, si no cuando les sale por puerta de toriles un bombón. Y el público encantado esperando el toro a la medida de cada torero célebre o maletilla, da lo mismo. Lo peor es que cuando sale ese bombón -a Martínez Vértiz- no apareció la gracia, el aire, el nosequé, si no los derechazos en bicicleta, rígidos, desligados, esesclerosados, vengan o no a cuento.
Si de contra no tienen valor, se encuentra una de las respuestas al estado actual de la fiesta brava en México. Ayer partieron plaza en nuestro coso tres jóvenes novilleros Fernández Pineda, Angelino y Martínez Vértiz, que se presentaban y los tres sólo mostraron ``posibilidades de ser'', después de pasaportear a una novillada de Carranco, muy débil, deslucida, sin malas ideas, sobresaliendo el segundo novillo, que literalmente planeaba y dejó sin la faena con la que sueñan los toreros, al debutante Martínez Vértiz. Sus alternantes Angelino y el español Pineda; detalles, pero sin redondear.