La Jornada domingo 19 de septiembre de 1999

LOS PRIMEROS 15 AÑOS

El 19 de septiembre de 1984, La Jornada circuló por primera vez. Aquellos ejemplares de 32 páginas fueron el primer fruto de un esfuerzo de construcción periodística que venía de meses atrás y en el cual convergieron informadores, académicos, escritores, artistas plásticos, trabajadores asalariados, amas de casa, estudiantes, líderes políticos y sociales, empresarios y profesionistas.

Ese colectivo plural y tal vez irrepetible estaba convencido de que amplios sectores de la sociedad mexicana estaban, en aquel entonces, marginados de la oficialidad informativa, la cual ocupaba, cabe recordar, casi todo el espacio de los medios impresos y electrónicos.

En 1984, en un contexto político y social hegemonizado y uniformado por las organizaciones y las versiones oficiales, la libertad informativa era apenas una aspiración, como lo era también el pluralismo político; el sindicalismo independiente era con frecuencia reprimido, la disidencia era cooptada o desmantelada y sectores sociales como los indígenas, los integrantes del sector informal, las mujeres, los activistas de derechos humanos, las minorías religiosas, los académicos y artistas, los estudiantes, entre otros, prácticamente no existían en el retrato cotidiano del país que presentaban los medios.

El presidencialismo y el partido oficial monopolizaban casi todos los espacios de poder, de decisión y hasta de expresión; las inercias corporativas del sistema político asfixiaban al resto de la sociedad; se vivían los primeros estadios del modelo económico que hoy padecemos en toda su intensidad y el régimen daba muestras inequívocas de agotamiento y señales de ineficiencia. La más grave de las segundas tuvo lugar con la parálisis de las autoridades federales y urbanas en los días posteriores al terremoto del 19 de septiembre de 1985 ųun año exacto después de la aparición de La Jornadaų, cuando la población capitalina tuvo que organizarse sola para rescatar a los sobrevivientes atrapados, curar a sus heridos, enterrar a sus muertos y albergar a sus damnificados.

Nuestro diario tuvo, entonces, su primera prueba como instrumento de la sociedad. Desde esa fecha, el aniversario del periódico quedó asociado a un suceso trágico pero de consecuencias transformadoras y positivas para el país, pues en las jornadas posteriores al sismo la ciudadanía empezó a cobrar conciencia de su propio protagonismo y capacidad de organización, así como de la obsolescencia de un gobierno que, hasta entonces, se percibía como depositario de casi todas las responsabilidades nacionales.

En los años siguientes vendrían los episodios del movimiento estudiantil de 1986-1987, la agitada e impugnada sucesión presidencial de 1988 ųen la que pudo palparse por primera vez la posibilidad concreta de que el Partido Revolucionario Institucional perdiera una elección generalų y los años terribles del salinismo, caracterizados por una implacable ofensiva política y económica oficial contra el país. En esos años, sin embargo, la sociedad logró ensanchar sus espacios de participación, multiplicar sus organizaciones y, lo más importante, sobrevivir al espejismo catastrófico del supuesto ingreso de México al Primer Mundo. En medio del frenesí neoliberal, La Jornada mantuvo un perfil crítico e independiente y ejerció su libertad de expresión para poner en el escenario de la opinión pública a los sectores sociales golpeados por las privatizaciones, la especulación financiera, la apertura comercial indiscriminada y brutal y por una represión sutil y descentralizada pero implacable, que se tradujo en cientos de asesinatos de opositores políticos y luchadores sociales.

El alzamiento zapatista del primero de enero de 1994 y los escenarios posteriores en Chiapas constituyeron, sin duda, el desafío más importante en la historia de nuestro proyecto informativo. A la tarea de cubrir el conflicto chiapaneco se agregó la de informar sobre los crímenes políticos y el generalizado desarreglo nacional en que culminó el salinato y la severa crisis económica con que se estrenó el zedillismo.

De entonces a la fecha, La Jornada ha perseverado en su crítica a un modelo económico depredador que concentra la riqueza en pequeños círculos financieros y multiplica la pobreza y ahonda la miseria y la marginación. Al igual que el mundo, el México de 1999 es, para bien y para mal, muy distinto al de 1984, pero en este nuevo contexto los propósitos fundadores de nuestro periódico ųdar voz a quienes no la tienen, pugnar por un país menos desigual, más libre y más democrático, preservar el patrimonio y la soberanía nacionalų siguen siendo necesarios y, en esa medida, La Jornada seguirá empeñada en cumplirlos y en perfeccionarse con rigor y profesionalismo y, sobre todo, con un sentido de gratitud y compromiso con quienes hicieron posible el surgimiento de nuestro proyecto informativo ųlos nombres de Olga y Rufino Tamayo y de Francisco Toledo son emblemáticos y representativos de todos los otros nombresų, con los trabajadores y trabajadoras del diario y con las lectoras y lectores que nos han acompañado y fortalecido y a quienes nos debemos.