n Se conmemoraron los 15 años de este diario
"šViva La Jornada; que siempre
viva!", clamó Carmen Lira
n Los principios de la casa editorial, presentes en la celebración
Blanche Petrich n Un núcleo apretado y nutrido de comunicadores, 15 años después de fundar el periódico en el que creen, subió al escenario de un salón de baile para la foto de familia de los sobrevivientes. El Güiri-Güiri inventó un encabezado para esta fecha: "Hoy, Jornada, dejas de ser niña para convertirte en mujer". Y la directora general, Carmen Lira, dio el grito, agregando a la lista de los tradicionales héroes que nos dieron patria -sin relegar, como es costumbre entre los varones, a la corregidora Josefa Ortiz- los nombres de Ignacio Zaragoza, Francisco Madero, Villa y Zapata, Lázaro Cárdenas, la soberanía, la democracia, la justicia y los pueblos indios, con lo que sintetizó los principios que siguen siendo el cimiento del periodismo que aquí se hace desde 1984.
Con todo esto y mucho más se celebró la fiesta de 15 años de La Jornada. No hubo hielo seco, ni escalera de caracol ni vals sobre las olas. Pero sí desfilaron bajo la manta de "Bienvenidos", trazada con la inconfundible mano de Magú, montones de amigos de todo signo, para compartir lo que resultó ser, según definición de la reportera Rosa Elvira Vargas, "un acto estrictamente de pachanga", algo aproximado a un maratón de baile, con apenas un intervalo ceremonial y una conferencia magistral sobre la historia de la humanidad -un tema light-, dictada por el profesor Ponchito, del renombrado e internacional Ponch's Institute.
En el espacioso vestíbulo del salón se montó una exposición efímera de los principales logros en 15 años de trayectoria. Ampliaciones macro con las primeras planas consentidas de los jornaleros: la del Premio Nobel a Octavio Paz, las muertes de Luis Cardoza y Aragón y Cantinflas, el siempre dudoso resultado electoral de 1988, la sentencia del subcomandante Marcos en febrero de 1994: "Obligamos al gobierno a negociar", una selección de las mejores fotos y cartones del periódico y, en una vitrina, los diversos premios cosechados año tras año por los jornaleros. Hitos de nuestros tiempos.
El grito de Lira
De negro toda ella, con un collar de corales y un rebozo verde seco. De pana, él. Carmen Lira, directora general, y Carlos Payán, director fundador, cruzaron la pista desde la mesa de honor al escenario. Y tras ellos, convocados, subieron también los demás fundadores, los sobrevivientes, en un acento de lo colectivo, con un testigo de honor, Julio Scherer, el director histórico de Proceso.
Don Rosendo, formador ya jubilado; doña Isaura Martínez, veterana tipeadora; Miguel Concha; Octavio Rodríguez Araujo (quien guarda aún su ejemplar número uno, donde alguien le garabateó una dedicatoria que dice: "El trostko ataca de nuevo"); Miguel Luna, quien prestó la casa de la colonia Roma, color terracota, con sus mesas de pino y sus lámparas de papel de china, donde se parió este proyecto; Rosa Rojas; Olga Harmony; Rogelio Cuéllar; Manuel Meneses; Lourdes Galaz; los hermanos Hinojosa; Eduardo Montes; Jimmy Whaley; Josetxo Zaldúa, el primer corresponsal, entonces en Managua; Socorro Valadez, Guille Alvarez; Marcela Aldama, Hugo Gómez y Clara Huacuja, de la primera sección de Mundo; los Juanes Angulo y Balboa; Pedro Valtierra, Fabrizio León y Frida Hartz, del primer departamento de foto; Julio Hernández; Juan Manuel Venegas; Paty Vega; Arturo García; Pedro Miguel; Miguel Angel Velázquez; Magú y Margarita Ramírez, José María Pérez Gay y Lilia Rosbach; Hermann Bellinghausen; Pablo Espinosa; Arturo Fuerte; Emilio Lomas; Paco Guerrero y una docena más. (Perdón por las involuntarias omisiones).
Como en pocos periódicos de esa época, en 1984 la mayoría de los que lo hacían tenía menos de 30 años. Expuesta en el vestíbulo, la foto oficial del grupo fundador -en un jardín, bajo una palmera- es elocuente. Habla no sólo de aquella juventud, sino de las diversas migraciones y mutaciones del conjunto inicial, reflejo fiel de los vaivenes del país y sus procesos. Hoy los sobrevivientes tienen algunas canitas de más, unos lucen frentes más amplias, otros algunas lonjitas. Pero el relevo generacional ha llegado y, con más matices, sigue siendo un periódico de jóvenes.
Julio Scherer comentó algo sobre la lealtad y la fidelidad. Y el grupo en el estrado, y muchísimos más que a lo largo de estos 15 años se han ido sumando para enriquecer el proyecto, dispersos en las mesas de manteles largos, compartieron la emoción del momento.
En el centro, Carmen Lira enarboló la bandera y lanzó su grito. Concluyó: "šViva La Jornada; que siempre viva!". Se cantó el Himno Nacional y después se procedió a escuchar la magistral conferencia del profesor del Ponch's Institute.
De las cavernas a La Jornalia
Para dicha cátedra, el intelectual -por aquello de portar gafas- se apoyó en medios audiovisuales de esta era cibernética (que "deriva" del latín Sí ver la neta) para hacer un breve recorrido de la historia de la humanidad, desde que se formó el mundo (soundtrack de la película Odisea del espacio 2001, de Stanley Kubrik), planeta que incluía un país llamado Sudán porque, lógico, la gente que trabaja mucho suda, pasando por las primeras tribus -los mayas, los bálticos, los nórdicos y los periódicos- y cruzando la Edad Media. Recordó cómo en esa era, cuando crece la panza y se empieza a caer el pelo, muchas veces ni el Viagra funciona y entonces vienen el desasosiego y las guerras.
Citó la era del oscurantismo y repasó varios episodios de la historia del periodismo, como el de la Revolución Francesa, llena de descabezados, y la China, donde cundían la nota roja y el amarillismo. Habló de la revista Forbes y de la Nosotros los pobres. Sugirió cambios en las campañas de los suspirantes priístas con un nuevo lema: "Soy totalmente palacio... nacional". Y concluyó revelando en forma solemne los resultados de su última encuesta: "El 50 por ciento de los lectores de La Jornada son... la mitad".
Y con ello dio paso a Eugenia León, vestida de azul noche, y su voz inmune a los estragos de una gripa que anunció, pero que no se notó. Alternaron con ella en el escenario Melón con la orquesta de Luisito Martínez y los grupos Caliente y Fama Colombiana.
Con sus ritmos, la pista se inundó. En algunas mesas, en charlas a gritos para sobreponerse al sonido, unos intentaban el eterno arreglo del país y el mundo. Así, René Drucker comentaba sus planes para romper el impasse del Consejo Universitario. David Brooks intentaba verse cool y Jim Cason lo lograba, sin más. Tarde para la foto de familia llegaron Héctor Aguilar Camín y Angeles Mastretta, quien 15 años atrás, mientras nacía La Jornada, recibía a Catalina en una sala de partos.
Y fueron vistos por ahí Samuel del Villar (procurador de Justicia de DF), Mariclaire Acosta, Ofelia Medina, Rosario Robles, la ahora ex perredista Patricia Olamendi, Carlos Montemayor, Luis Javier Garrido, Gilberto López y Rivas, Carlos Almada (quizá el único priísta), Joaquín López Dóriga, Orlando Silva (de la embajada cubana), Enrique González Rojo y muchos más.
Las jornaleras lucieron al tope con el look tan singular que las caracteriza. Se observaron muchas transmutaciones en las parejas a lo largo de estos 15 años. Múltiples vástagos en edad adulta acompañaron a sus padres. Un trabajador comentó decidido: "Ya nos merecíamos esta fiesta". Y Bellinghausen, agudo en eso de palpar estados de ánimo, concluyó: "Todos están refelices".
Por último, es posible que esta crónica sea cursi, pero ya lo dijo el viejo maestro Pabello, del Diario de Xalapa: "Crónica de sociales que no sea no sólo cursi, sino muy cursi, no vale".
Dejó de ser niña para convertirse en mujer, precisó Ponchito
Celebramos los primeros 15 años de vida de La Jornada
La noche del 15 de septiembre nos unimos a los festejos del inicio de la Independencia de México
Arturo García Hernández n La cosa era celebrar..., y celebramos. De eso se trataba. Por unas horas le abrimos un paréntesis a la realidad (šuffff!) y nos volcamos a la fiesta: La Jornada cumple 15 años el próximo domingo. Porque el calendario lo permite y porque la fecha tiene un simbolismo que nos es cercano, los festejamos la noche del 15, aniversario del inicio de Independencia, en el Salón 21, pletórico de amigos, trabajadores y colaboradores de este diario.
Más allá del universo que cada uno somos, de las necesarias diferencias, de nuestros aciertos y errores, del coctel de afectos y desencuentros en que se mueve toda comunidad viva y actuante, compartimos un gusto y una emoción común: por un proyecto que una vez fue un sueño y hoy es una quinceañera realidad. Dice un famoso tango que "20 años no es nada". Depende. Para muchas y muchos jornaleros, estos tres lustros guardan las experiencias de toda una vida.
A la hora que el rito cívico lo indica, la directora general de este diario, Carmen Lira, subió al podio y pidió que la acompañaran todos los que, de un modo u otro, asistieron en su momento el parto de la hoy quinceañera. Ahí estuvo, en primer término, el director fundador, Carlos Payán, quien durante los 12 primeros años encabezó esta casa editorial. Junto a ellos, una treintena de fundadores. Y como testigo de calidad, Julio Scherer García, uno de esos periodistas en quienes la palabra "maestro" recobra su auténtico y más profundo sentido.
Una vez reunido el grupo, Carmen Lira subió la voz para lanzar los "švivas!" de rigor a "los héroes que nos dieron patria y libertad": Hidalgo, Allende, la Corregidora, Juárez, Zaragoza, Villa, Madero, Lázaro Cárdenas. "šVivan!", respondían al unísono los presentes. Pero cuando los clamores fueron para Emiliano Zapata y "los pueblos indígenas", la respuesta se multiplicó en intensidad y duración: "šViiivaaaaaan!". Como se multiplicó cuando Carmen Lira remató: "šY vivan México y La Jornada por muchos años!", mientras Carlos Payán ondeaba con emoción una bandera mexicana.
Pero la celebración no hubiera sido tal sin la participación solidaria del grupo Caliente, que a fuerza de sones y merengues dio a los ánimos el calor que la ocasión requería; o sin el enorme esfuerzo de Eugenia León, que venía de cantar en la delegación Venustiano Carranza, donde el aire frío casi le cerró la garganta, pero se sobrepuso y dio el toque íntimo a la velada con canciones de Agustín Lara, Liliana Felipe y Consuelito Velázquez. La celebración tampoco habría alcanzado tal nombre sin una de las mejores voces soneras que se han dado en estas tierras: Luis Angel Silva, Melón, acompañado por la disciplinada orquesta de Luisito Martínez, otro baluarte de la música afroantillana en México. Y para no dejar caer la enjundia bailadora, la Fama Colombiana cerró con un rosario de cumbias arrabaleras y cachondonas. Pero cuánta sería la gana de celebrar que hasta Ricky Martin y Caballo Dorado se adueñaron de los cuerpos de la concurrencia sobre la pista.
Hay que mencionar también a Ponchito (uno de los múltiples personajes en que se desdobla Andrés Bustamante), quien ofreció una conferencia magistral donde demostró que "hoy La Jornada deja de ser niña para convertirse en mujer". Recordó cuando los fundadores pretendían bautizar a este diario como Ponchito, pero él, con modestia y sensatez, rechazó el homenaje y propuso que se llamara La Jornada, ante la aprobación inmediata de todos. Asimismo, reveló que Mario Villanueva es en realidad una víctima de los rasgos monstruosos que Magú da a sus caricaturas. De ahí que ahora vive del dinero que le paga el Museo de Arte Moderno de Nueva York, por ser el "único Picasso viviente". Por último, hizo notar de manera fehaciente que 50 por ciento de los lectores de La Jornada "son la mitad".
Para recordar momentos del convulsivo pedazo de historia que le ha tocado registrar a este diario, en el lobby del Salon 21 se montó una exposición de fotografías, cartones, rayuelas (esa suerte de pequeños editoriales en contraportada) y reproducciones de primeras planas del periódico. De ahí, para la comunidad jornalera es particularmente significativo un fragmento de la rayuela publicada el 19 de septiembre de 1985, día de nuestro primer aniversario: "Este primer año es por la vida, y los venideros también. Por la pasión por México siempre. Por los errores que cometemos a diario. Y por los aciertos. Por la verdad. Por contar la realidad tal cual. Por el deseo de crear. De aclarar. De no confundir. Por informar verazmente. Por tratar de pensar, sin telarañas en la cabeza. Este primer año es, en efecto, una apuesta por la vida, y los venideros también (...)".
Pero ese 19 de septiembre la tierra se cimbró. Murieron miles en esta ciudad. Nunca sabremos con exactitud cuántos. Y la rayuela del día 20 de septiembre fue un verso de un poema de César Vallejo: "Hay golpes en la vida, tan fuertes, como el odio de Dios".
En fin, la cosa era celebrar... y celebramos...