LOS PUBLICISTAS, compañeros de partido, amigos y el mismo Vicente Fox deben haber pensado mucho más de una vez antes de anunciar que utilizará el estandarte de la Virgen de Guadalupe como emblema o, en sus palabras, ''para proseguir la lucha que un día iniciara Miguel Hidalgo y Costilla''. Es poco probable que tal decisión haya sido precipitada, pues tanto los riesgos y beneficios emanados de aliar la religión a su campaña son muchos. ƑCómo colocar las piezas del rompecabezas emanadas de tal acción?
El grupo Fox bien debe saber que en un México tan lastimado, en donde el escenario nacional puede escapar al precario orden en cualquier momento, uno de los últimos asideros, sobre todo de la población pobre, es la religión. La miseria es madre de demasiados males. Acostumbrados a cuestionar poco, alejados de la educación que permite preguntar, y golpeados por incontables sinsabores, los pobres suelen encontrar consuelo en la imagen divina, en los beneficios seguros de la otra vida. Cierto o no, cuestionable o no, durante siglos, la idea del sacrificio terrenal ha servido para consolar. En esa apuesta se basa la incomprensible tolerancia de los más pobres y de los iletrados. Y en esa miseria, humana y económica, se finca el envite del PAN.
Ante la difícil supervivencia cotidiana --puede parecer retórica pero no lo es el apoyo que ofrece la religión sigue siendo un espacio seguro. Quienes creen, lo hacen ''casi'' incondicionalmente. Y si además no hay otras instituciones en las cuales depositar la confianza, la entrega doctrinaria se magnifica. El esquema es universal y en esa fe incondicional, judíos, musulmanes y católicos se hermanan.
Llegar a la Presidencia junto, apoyado, enviado, seleccionado o incluso por la idea de vindicar la imagen de la Virgen de Guadalupe a la campaña podrá suscitar muchas simpatías y no pocas preguntas. Sin embargo, por fortuna, la Iglesia expresó ya su protesta por utilizar el estandarte, lo cual eximirá a los votantes ''convencidos'' de no cometer sacrilegio en caso de elegir otro partido.
Repasar en extenso el mapa mundial, y un tanto el nacional, debería ser suficiente para saber que la religión, o algunos de sus derivados ''gruesos'', como etnias, minorías, sectas y en ocasiones el mal uso del concepto raza, han sido y son semilla de innumerables conflictos. La idea seminal de lo que debería ser la religión, la tolerancia, ha devenido lo contrario. Cobijarse en el México contemporáneo por un símbolo religioso tan estimado para la mayoría de los mexicanos es éticamente injustificado, amén de que la legislación vigente prohíbe la utilización de símbolos religiosos en actividades políticas. La cruzada de Fox, revestida por la imagen de la Virgen de Guadalupe podría semejar, en otro escenario, en otros tiempos y en otras circunstancias, las Cruzadas, el cerco de Numancia ųƑqué tan diferente fue Acteal?ų, o las luchas fratricidas de la Europa civilizada.
Armemos el rompecabezas. Si Fox gana las elecciones podría conjeturarse que: a) triunfó gracias a la fuerza de la religión, b) que fue elegido por mandato divino ųy por eso ganóų c) que los presidentes previos se habían apartado de la fe y por eso fracasaron, d) que la mayor parte del electorado confía más en la fuerza de la religión que en la política.
Si el candidato del PAN, pierde, las hipótesis serían distintas: a) Fox no ha sido un militante religioso sincero, b) perdió las elecciones por alguna conjura externa, ya sea masónica, judía o tzeltal, c) en México, quienes practican la religión católica son menos de los calculados por los estrategas panistas, d) los ''verdaderamente'' religiosos reprueban combinar religión y política.
Amén del atropello que supone ganar votos exaltando figuras divinas, si la campaña continúa utilizando la imagen de la Virgen de Guadalupe, los fanatismos de algunos, se pierda o se gane, podrían ser semillas que fomenten la intolerancia religiosa contra quienes no la ejercen o practiquen otra doctrina.
El fanatismo es ciego y sordo. Si a Fox se adhieren adeptos por considerar que su alianza con la religión es plausible y deseable, podríamos ser testigos de nuevos problemas. Si vence, los espacios para los distintos --léase homosexuales-judíos-comunistas-evangelistas--, se reducirán aún más.