El equilibrio de las finanzas públicas es una ilusión estadística. Es la expresión contable de un cuento color de rosa que en realidad proyecta una pesada carga económica y financiera para los años venideros. A las restricciones externas que históricamente frenaron las posibilidades de crecimiento, se une ahora la restricción fiscal generada por varios años de pasividad de la política impositiva y, sobre todo, el hoyo negro que representa el componente ''no programable'' del gasto público.
El verdadero legado fiscal del gobierno no será un presupuesto en equilibrio, sino pesadas cargas financieras, derivadas del endeudamiento público ''oculto'' --por indeterminado-- que representa el rescate bancario. De acuerdo con varias estimaciones, el costo fiscal de este rescate asciende en la actualidad a cerca de 100 mil millones de dólares. Esta suma es adicional a los 130 mil millones de dólares reconocidos por el gobierno como deuda pública (62 por ciento de la cual es deuda externa y 38 por ciento interna). Ambas cantidades arrojan un total de 230 mil millones de dólares que generan y devengan cotidianamente intereses. Y si bien es cierto que una porción muy importante de la deuda externa está contratada a tasas fijas, las aplicables a la deuda interna propiamente dicha y a los recursos comprometidos en el rescate de los bancos son las tasas del mercado. Pero hay otra diferencia: la cuenta del Fobaproa/IPAB no solamente genera intereses, sino que tiende a crecer debido a que la cartera de mala calidad del sistema bancario no ha dejado de crecer, al tiempo que las instituciones financieras privadas que hoy están intervenidas, para ser realmente viables y concretar su posible fusión con bancos extranjeros, demandan nuevas aportaciones de recursos que, de no provenir de las arcas públicas, difícilmente fluirán de otras fuentes. En tales condiciones, tienen razón quienes estiman que, cuando el próximo gobierno tome posesión será el heredero de una deuda pública considerable, mayor a la que hoy es reconocida.
Tales compromisos se presentarán en un contexto fiscal signado inevitablemente por fuertes restricciones. Durante todos estos años, la contención del déficit público fue el principal objetivo explícito del gobierno en materia fiscal. Para asegurar su cumplimiento redujo el gasto programable --procedimiento sumamente convencional y políticamente muy cómodo que no contempló una verdadera reestructuración de las erogaciones públicas, sino ajustes discrecionales entre los diversos capítulos y programas. Por las razones que hayan sido --convicciones teóricas o doctrinarias, falta de voluntad política, carencia de capacidad negociadora--, el proyecto de llevar a cabo una reforma fiscal abortó en este sexenio y no se buscaron alternativas viables para incrementar los ingresos tributarios y no tributarios del sector público. Los principios de equidad y eficacia que persigue toda política fiscal se perdieron en el camino y el menor déficit público no expresa fortaleza, sino carencias y debilidad de las finanzas presupuestales.
La ilusión fiscal de estos años empieza a diluirse. ƑCómo se proponen enfrentar la realidad quienes quieren gobernarnos? ƑTienen propuestas concretas que hacernos a los ciudadanos, es decir, a quienes terminaremos pagando con nuestros impuestos el hoy negro en que se convirtieron las finanzas públicas?