LA AGRESION Y SUS IMPLICACIONES
Anteayer por la noche, recién terminado el segundo encuentro de reflexión de los convocados por este diario para festejar sus primeros 15 años de circulación, un grupo de agresores, desprendido de la concentración organizada en el Zócalo capitalino por el Consejo General de Huelga (CGH) del movimiento estudiantil, se desplazó al Museo de la Ciudad de México ųen donde La Jornada presentaba el debate sobre medios y democraciaų con los propósitos de sabotear la reunión, hostigar a los participantes y, acaso, provocar una confrontación violenta.
Se sabe que el grupo de choque portaba una pancarta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y que en él se encontraban dos dirigentes de la llamada ultra del CGH, el cual se deslindó, ayer, de la acción mencionada. Por fortuna, casi todos los asistentes al encuentro jornalero --incluidos nuestros ponentes invitados, José María Pérez Gay, Joaquín López Dóriga, Ricardo Rocha y Carlos Monsiváis, así como la directora general del diario, Carmen Lira Saade-- se habían retirado ya del lugar cuando llegaron los agresores, pero éstos amagaron a nuestro compañero Alberto Blancas, profirieron insultos e injurias contra nuestro director fundador, Carlos Payán Velver, nuestra directora general, y Carlos Monsiváis; dañaron un vehículo de La Jornada e intentaron incendiar la puerta principal del Museo de la Ciudad de México.
Aunque, por fortuna, el incidente no provocó daños mayores ni lesionados, la violenta muestra de intolerancia, provocación y vandalismo constituye un atentado a la libertad de expresión y al derecho a la información, así como un ataque absurdo al patrimonio histórico del país. Adicionalmente, se trata de una acción del todo incompatible con el espíritu universitario y con la pluralidad, la civilidad y la tolerancia sin las cuales no puede funcionar ninguna universidad. Contrarias a tales valores, las agresiones como la referida están mucho más próximas a la consigna franquista "muera la inteligencia", pronunciada por primera vez hace seis décadas en la Universidad de Salamanca por los militares sublevados que clausuraron ese centro de estudios.
Más aún, el episodio parece inscribirse en los afanes --evidentes, por más que sus promotores permanezcan en la sombra-- por llevar el actual conflicto universitario a la completa descomposición y por consumar el cerco informativo y de opinión pública contra el movimiento estudiantil.
Es significativo, a este respecto, que la agresión haya sido dirigida precisamente contra un medio informativo que, como el nuestro, se ha esforzado por dar a la huelga de la UNAM una cobertura noticiosa equilibrada y sin exclusiones y que, lejos de emitir condenas y descalificaciones maniqueas, ha buscado entender y explicar las complejidades de la coyuntura por la que atraviesa nuestra máxima casa de estudios.
Aunque el Consejo General de Huelga se ha manifestado ajeno al ataque del lunes pasado, le corresponde, además, esclarecer e investigar los orígenes de la agresión y aislar a sus autores, toda vez que es el propio movimiento estudiantil el más lesionado por acciones de esta clase.
Finalmente, La Jornada expresa su sincero agradecimiento a los comunicadores, a los trabajadores de la cultura, a los dirigentes políticos y sociales, a los académicos y universitarios ųentre ellos, integrantes del CGHų y a los demás ciudadanos y ciudadanas y organizaciones que nos manifestaron su preocupación, su solidaridad y su indignación por este deplorable incidente.