Ť Eduardo Vampiro Gómez consumía cocaína cuando ya era profesional
Los púgiles no admiten su adicción y para las autoridades es inexistente
Ť El boxeo es muy duro, pero no para refugiarse en la drogadicción: Ramírez Mercado
Jorge Sepúlveda Marín /I Ť Allí está en una capilla de la colonia Campamento 2 de Octubre, hincado frente a la divinidad ante quien Erick Ríos empeña su palabra: ''Te prometo no volverme a drogar. Dame fuerzas para lograrlo''. Calla un momento, y termina: ''Quiero ser alguien en la vida. Un gran boxeador'', dice en voz muy baja. El siguiente paso en el trato espiritual es pagar una limosna por la boleta de promesa, documento que en caso de incumplimiento, encarcelará su conciencia.
Así como este púgil que apenas se inicia en el boxeo amateur en el gimnasio del mánager Roberto Rocha, en la misma colonia de la ciudad de México, hay otro grupo de boxeadores profesionales cuyos integrantes son adictos a las drogas y cuyo número se desconoce porque no se le ha dado alguna atención al asunto. No hay estadísticas ni quien conozca el tema a fondo.
Cuando mucho, las autoridades sospechan de la existencia de la adicción, pero la minimizan. Serán acaso seis o siete púgiles profesionales quienes se han drogado en años recientes, empero ninguno asegura haber subido al cuadrilátero bajo los efectos de alguna sustancia prohibida.
El Vampiro, un caso de la vida real
Sin pena ni tapujos, Eduardo Vampiro Gómez admite públicamente que fue adicto a la cocaína durante dos años de su carrera de púgil profesional. Más o menos de 1996 a 1998 vio en esa práctica la panacea para convivir más con los chavos de la colonia San Andrés Tetepilco, al sur de esta capital. De las cervezas pasaba a las drogas duras.
Niega que la disciplina del boxeo sea tan dura como para tener que evadirla o soportarla con las drogas. En su caso se trató de que ''me aceptaran más en el medio y, por qué no, de sentirme más en ambiente, sobre todo cuando andas en la calle, en el relajo''.
El jefe de los Servicios Médicos de la Comisión de Box Profesional del Distrito Federal (CBPDF), Horacio Ramírez Mercado, expone que la disciplina del pugilismo profesional es muy dura, tanto que son pocos los que la aguantan y mejor se dan por vencidos. No les da ni tiempo de recurrir a las sustancias prohibidas, porque cuando han ganado algunas peleas y tienen para comprarlas, ya se acostumbraron a la disciplina.
Recuerda el Vampiro que luego de perder la pelea ante Cosme Rivera en 1996, año en que paradójicamente fue designado el mejor púgil del país, le dio por consumir cocaína. Primero, sólo una vez a la semana, pero luego aumentó a dos y tres dosis en ese lapso hasta que terminó por ser costumbre diaria. A veces se metía hasta dos grapas al día.
''Es un polvo que te prende. Te hace sentir como con ganas de acabarte el mundo. Te avientas un jalón y hasta la borrachera se te quita. N'ombre, al principio no me alcanzaba el tiempo para todo lo que creía que podía hacer, pero luego, cuando te llega la cruda, te sientes de la cachetada y otra vez vuelves a lo mismo. Así, todos los días, pero no creo que haya quien lo aguante. Al menos yo no pude'', se sincera el púgil.
En efecto, tanto Ramírez Mercado como el también galeno de la CBPDF, Esteban Martos, coinciden en que la cocaína no es una droga depresiva, sino que pone en hiperactividad a sus consumidores, les inyecta una inusitada energía que muchas veces los tiene en alerta la mayor parte del tiempo, lo que a la larga produce un deterioro físico irreversible.
Su dinero se hizo polvo
Eduardo Gómez, quien durante varios años se dedicó a las peleas callejeras en las que cobraba hasta 20 mil pesos por un pleito, gastaba al principio de su adicción en 1996 sólo unas monedas, pero cuando el vicio fue más fuerte debía desembolsar hasta 700 pesos al día. La mercancía se la entregaban en su casa, servicio al menudeo que ofrecen los distribuidores, a 120 o 150 pesos la grapa. Al paso de los meses su dinero, literalmente, se había hecho polvo. No tenía ni para pagar el colectivo para ir a entrenar.
Marcado para ser uno de los campeones nacionales más destacados de México por sus cualidades, a los cuatro o cinco meses de adicción diaria sus facultades mermaron, se fueron a pique. Y entonces se preocupó, porque el gran sueño de su vida, que empezaba a hacerse realidad cuando llegó a ser campeón nacional de peso ligero, se le iba entre las manos sin poder evitarlo. Era esclavo de la cocaína y, ante eso, ''adiós al sueño de ser campeón del mundo'', pensaba.
Fueron días de reflexionar sobre lo que le ocurría. No rendía ya ni en la carrera diaria que debía hacer ni mucho menos el gimnasio Nuevo Jordán, donde su mánager Hilario Jiménez notaba un paulatino cambio. ''A veces ya no quería ni hacer lo más mínimo de la rutina, por lo que en más de una ocasión lo despaché para su casa. Me salía con que estaba enfermo, se sentía cansado o de plano ni siquiera se presentaba'', recuerda el preparador, quien hace apenas unas semanas, ante las nuevas ausencias del púgil, le dijo: ''Allí tienes tu contrato, te puedes ir cuando quieras''.
En su casa le llamaron la atención a Eduardo porque llegaba demasiado tarde, porque fácilmente se irritaba por cualquier comentario, sugerencia o regaño, porque a menudo faltaba a los entrenamientos y, sobre todo, porque ya ni siquiera aspiraba a ser campeón mundial. Tuvo que ser su madre quien le pusiera un límite cuando la situación se tornó imposible. Habían pasado dos años, tiempo en que los miles de pesos ganados se esfumaron.
Eduardo estaba desesperado; no era fácil separarse del vicio. Fue entonces cuando platicó con Ramírez Mercado, quien lo canalizó a un Centro de Integración Juvenil, al que asistió algunos días, pero finalmente se dio por vencido y se salió. Se aburría. No encontraba ni la paz ni la solución que buscaba a su problema.
Durante su adicción recuerda haber hecho seis o siete peleas, perdidas la mayoría, por lo que prometió en su casa y, a sí mismo, dejar la cocaína; no fue fácil, ya que quitarse de golpe la necesidad del polvo era casi suicida, recuerda el púgil, quien poco a poco se curó, ''porque la verdad sí me desesperaba un chorro. Me ponía como loco, muy agresivo y con ganas de romperle la madre a medio mundo. Me tenía que bañar con agua fría, aunque lo que más me tranquilizaba era fumar cigarros. Ahora debo meterme de lleno para recuperar el tiempo perdido. Es más duro, lo sé, y muchos me lo repiten, pero vas a ver que lo voy a lograr'', promete besando la cruz que forma con sus dedos, aunque, experto en el polvo, confiesa: ''Uta, la verdad es que es muy rica esa cosa, pero carajo, cómo hace daño, y eso que sólo me metía de la buena, porque sí hubiera sido de la barata, de la que parten dos o tres veces, no te lo estaría contando''.
Ť Eduardo Gómez y Julio Alvarez se pelearon por dos gramos de cocaína
El tema de la drogadicción en el boxeo profesional parece un tabú
Ť El reglamento debe adecuarse para evitar la farmacodependencia, indican autoridades
Jorge Sepúlveda Marín /II Ť Entre los boxeadores profesionales hay quienes niegan la existencia de la drogadicción. Otros apenas la admiten. Del lado de los manejadores el asunto se ventila con reservas. Pruebas concretas, apenas unas cuantas.
En los gimnasios, en los pasillos de la Comisión de Box Profesional del Distrito Federal (CBPDF), entre los preparadores y en las pláticas de púgiles surge el tema. Se señalan unos y otros pero el problema no se admite abiertamente. La farmacodependencia entre los profesionales en activo es como un tabú. Todo parece quedar en simples conjeturas, acaso rumores.
Secreto a voces en los gimnasios, confirmado por Eduardo Vampiro Gómez, fue la riña que protagonizó con Julio Alvarez, quien le reclamó la entrega de dos gramos de cocaína o la devolución de 200 pesos, ''lo que no pude hacer porque cuando salía de Tepito me apañaron los judiciales y me quitaron el polvo. Sí, nos hicimos de palabras y nos dimos de manotazos, pero todo quedó en eso''. La bronca fue apenas el año pasado.
El mánager Carlos Rosales estima que la adicción ''es casi una consecuencia lógica en ese ambiente, ya que los púgiles, ganen o pierdan, tienen un poco de dinero y luego largos periodos de descanso en los que prácticamente no tienen nada qué hacer y es cuando vagan o pierden nada más el tiempo, por lo que le entran a las drogas''.
Problemática que madura: Guerrero
El presidente suplente de la CBPDF, Alberto Guerrero Flores, apunta que la drogadicción es un problema que existe y está madurando, aunque por fortuna en este momento se tienen todas las posibilidades de darle solución, ''pero antes debemos conocer la situación en general, a los protagonistas y con qué herramientas contamos''. Y advierte: ''si se sigue actuando de manera discrecional y hasta cierto punto irresponsable, entonces sí quién sabe dónde pueda parar esto''.
El jefe de los servicios médicos de la CBPDF, Horacio Ramírez Mercado, reconoce la existencia de ''unos cuantos'' boxeadores adictos. ''El problema definitivamente no creo que sea grave, pero debe dársele una atención, aunque en la actualidad no sean más de seis los adictos, de unos 300 sólo en el DF''.
Quien de plano niega que los púgiles en activo se droguen es el galeno de la CBPDF Esteban Martos, ya que al menos de los boxeadores que se someten a las revisiones médicas en la comisión ''no he detectado a ninguno que presente la sintomatología del caso. Es más, tan creo que los boxeadores del DF son limpios que metería las manos al fuego por cualquiera de ellos'', asegura enfático.
Antes que boxeadores, personas
Los tres entrevistados coinciden en que, antes que púgiles, son seres humanos con bajo nivel cultural, con serios problemas por el medio en el que viven y la gran mayoría habita en zonas muy pobres, en las que una de las características más destacadas es el consumo de bebidas alcohólicas y de drogas, de las llamadas blandas, como la mariguana, o las duras, como la cocaína.
Estiman que es necesaria la participación de los mánagers, familiares y quienes conviven con los adictos, porque de otra forma es muy difícil detectarlos. ''No se trata de interponer una denuncia'', dice Ramírez Mercado, ''sino de que nos den pistas, porque quien lo sea para recuperarse no sólo requiere de ayuda especializada, sino del apoyo de sus mánagers y de la familia''.
Con más de 20 años de experiencia en el pugilismo amateur, Guerrero Flores insiste en que se deben encender los focos rojos como señal de emergencia. ''Hay que dialogar con las personas, explicarles que no se les va a seguir un proceso penal, porque la idea es canalizarlos a centros de ayuda para que, una vez recuperados, regresen al boxeo. Mientras que se mantengan en constante preparación pero bajo el cuidado de los que saben del asunto, porque sería muy negativo que ocurriera alguna tragedia.
''Si al desgaste del golpeteo constante, la severa preparación física diaria, la mala alimentación que tienen y de muchas otras variables le agregamos el consumo de drogas, lo que tenemos es un coctel negativo, que en el largo o corto plazo, puede llegar a ser mortal'', advirtió Esteban Martos.
El reglamento, clave para evitar la drogadicción
Aunque el nuevo reglamento de la CBPDF no incluye la obligatoriedad del examen antidopaje, la Ley del Deporte de la ciudad de México sí lo especifica, por lo que la comisión deberá hacerlos necesarios.
En la CBPDF desde siempre se ha argumentado que el elevado precio de los exámenes --550 pesos en los Laboratorios del Chopo para detectar sólo tres drogas: mariguana, cocaína y anfetaminas-- es lo que ha detenido su aplicación constante, aunque ahora se habla de que instituciones públicas y hospitales privados la tendrían a su cargo con precios accesibles.
Hasta ahora todos los exámenes antidopaje hechos en la comisión a los protagonistas de funciones de campeonatos mundiales y nacionales han salido negativos: Julio César Chávez, Ricardo López, Rosendo Ramos, Miguel Angel González y muchos otros. Los más recientes son los de Julio Alvarez y Jesús Chávez, que tanta polémica desataron hace unas semanas y cuyo resultado fue negativo.
El presidente de la CBPDF, Víctor López Esquivel, apunta que hasta ahora no tiene noticia de que algún boxeador profesional activo haya dado muestras de ser adicto, pese a las confesiones públicas del Vampiro Gómez, Saúl Guapo Briseño y con anterioridad Armando Monstruo Castro. Sin embargo, ''eso no significa que debamos soslayar este asunto en caso de que se presentara''.
Luego de admitir que el proyecto de reglamento no prevé la obligatoriedad del antidopaje en las funciones de fin de semana o para obtener licencias de boxeador o mánager, asegura que no es preocupante, pues cuando se requiera se harían los cambios necesarios o, en última instancia, se redactaría un acuerdo técnico.
Y es que de otra forma se seguirán dando casos como el de Gómez, a quien nunca se le practicaron antidopajes para saber si había dejado las drogas ni se le suspendió la licencia de púgil profesional del DF, pese a reconocer su adicción, sencillamente porque el reglamento no lo consigna ni hubo algún acuerdo técnico de la comisión, tan socorridos cuando les ha urgido a sus integrantes solucionar algún problema administrativo o justificar decisiones.
El costo no será problema
Si bien en la CBPDF se carece de información sobre el lapso en el que los adictos pueden ocultar el consumo de sustancias prohibidas, lo cierto es que ya existen pruebas sobre muestras de sangre para detectarlos con precisión. Lo más avanzado hasta el momento es trabajar sobre el cabello, que determina las sustancias y el tiempo de consumo, explica Esteban Martos, y agrega: ''fue la técnica usada para detectar la adicción de Francisco Stanley por parte de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, aunque aún resulta muy costosa''.
Los entrevistados coinciden en que la aplicación común de estas evaluaciones resultaría provechosa no sólo para los boxeadores, los que en caso de estar inmersos en este flagelo o en algún momento quieran ser adictos, lo pensarán dos veces, ya que se podría volverse requisito necesario para obtener la licencia de la CBPDF, y se incluiría a los mánagers, así como para aprobar los exámenes médicos generales que se les practican anualmente o cuando hacen una pelea y eso sería para los varones y ahora las mujeres.
Ť Gloria Ríos se refugió en el boxeo y dejó los estupefacientes
La drogadicción en los púgiles se agrava con el retiro: especialistas
Ť Se debe cuidar que los peleadores combatan en igualdad de condiciones y evitar fraudes
Jorge Sepúlveda Marín /III y última Ť Las historias que algunos púgiles cuentan parecen ser producto de su imaginación. Del grupo de boxeadores iniciados como amateurs con el preparador Roberto Rocha, en un gimnasio del Campamento 2 de Octubre, Erick Ríos narra que en casa de su tío, donde vivía, advirtieron su adicción a las drogas, éste lo amarró de un poste en la calle para darle un escarmiento público, pero lejos de apartarlo de su adicción, las consumió con mayor frecuencia.
Aconsejado por su mánager, Erick platica que comenzó a recurrir a la mariguana e inhalantes al ir frecuentemente a fiestas por la zona del Campamento 2 de Octubre. Era mera curiosidad, pero en poco tiempo su tío comprobó que Erick regresaba en la madrugada con los ojos enrojecidos y demasiada sed, evidencias de su naciente adicción.
Sus padres le daban dinero para gastar en la escuela particular a la que asistía, pero cambiaba el fin de lo recibido; adquiría mariguana, lo cual no le representaba ningún problema, ya que estaba al alcance con unas cuantas monedas de por medio.
El problema para Erick empezó cuando lo corrieron del colegio por sospechar que se drogaba. A los pocos meses fue expulsado de una segunda institución privada y poco después de una tercera. Entonces, no hubo más dinero ni mayores atenciones hasta que mostró un cambio. Ahora está en el gimnasio, y Rocha asegura que dejará las drogas, "porque no es el primero que llega así y sale bien. Claro, tiene otro camino más fácil: irse a la calle y regresar a la adicción", advierte.
El retiro, lo más difícil
Cuando los peleadores están en activo, el problema de las adicciones parece no ser tan grave, pero cuando llega el retiro se acaba la palmada en el hombro, el aplauso, el reconocimiento en la calle. Es cuando sienten que son nada, porque nadie los aclama ya; "entonces sí que tienen razones para tener problemas mayores, sobre todo si no terminan su carrera con la solvencia económica soñada al inicio", asegura el presidente de la Comisión de Box Profesional del Distrito Federal (CBPDF), Víctor López Esquivel.
Alberto Guerrero Flores, titular suplente del mismo organismo, afirma que es necesaria la asesoría de especialistas para que los boxeadores aprendan a retirarse, con o sin recursos, pues esta es una de las partes más traumáticas para algunos, bien porque no lograron la fortuna que deseaban, porque la tuvieron, pero la perdieron o porque ni siquiera saben en qué invertir el dinero ganado y deciden, casi sin saberlo, que pueden derrocharlo, "aunque por ventura esto está cambiando para bien".
López Esquivel informa que está en pláticas con personas de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, que antes prestaban ayuda a los boxeadores, pero no se ha podido reanudar el proyecto, "ya que me han pedido que tenga yo a un especialista responsable y, la verdad, no tenemos recursos para eso", por lo que explorará la idea de que sea personal de servicio social el que atienda este asunto.
Evitar el fraude al público
Otro de los factores que preocupan a los entrevistados, es que se cometa un fraude con el público seguidor del boxeo, ya que se paga por un espectáculo donde supuestamente los adversarios, hombres y mujeres, suben en condiciones de igualdad.
"Pero imagínese que uno de los dos está drogado en ese momento. Puede tener mejor capacidad de combate que el oponente o, en el peor de los casos, a lo mejor está en seria desventaja", explica el jefe de los servicios médicos de la CBPDF, Horacio Ramírez Mercado.
Alberto Guerrero recuerda que los aficionados cada vez más exigen un buen trato y ver el buen espectáculo por el que pagan, y el boxeo no puede ser la excepción, porque "justamente para eso hay una comisión de boxeo y otras autoridades, para hacer cumplir con los reglamentos que ya no deben ser letra muerta como ocurrió en administraciones pasadas".
El campanazo de Gloria
Cuando en marzo pasado Gloria Ríos ingresó en el boxeo amateur, su cuerpo no estaba listo para los golpes ni el entrenamiento, pese a que no sentía ningún malestar, pues padecía de una intoxicación de cuatro años de consumir drogas y alcohol, aunque así le ganó a Belem Aztequita de oro, en pleito de exhibición.
Al pasar los días, la novel púgil no escuchó el primer campanazo; lo sufrió como nocaut, al subir al cuadrilátero, luego de una noche de fiesta e ingestión de bebidas. Recuerda que en el primer round ni siquiera sintió la pegada de la campeona Laura Serrano, con quien se inició en este deporte. Empero, para la segunda vuelta no dio una. Sintió un puñetazo en la cara y terminó en el suelo, lastimada más en su orgullo, que por el golpe recibido.
"Nunca le confesé a la campeona sobre las broncas que había tenido con las drogas, sino un buen tiempo después, pero luego de ese día, me tomé en serio la vida; vi de nueva cuenta en mis hijos la razón de luchar y ahora el boxeo es mi mejor terapia, ya que es donde me he sentido muy a gusto", comenta la triunfal debutante, quien fue derrota en su segundo pleito.
Madre de dos hijas y casada con un ex alcohólico, Gloria narra que desde siempre tuvo el apoyo de su pareja, "porque me entendía. Sabía lo que me pasaba y ambos decidimos estar juntos en esta lucha, porque si ya nos la habíamos pasado bien mal con nuestras adicciones, era tiempo de mejorar".
La delgada boxeadora de 1.54 metros de estatura y categoría mosca, recuerda que cuando se drogaba con los inhalantes todo se le hacía fácil. Claro, no tenía presiones ni responsabilidades y hasta era fácil evadirse de la realidad, aun en el seno de su hogar donde, al parecer, nadie se atrevía a llamarle la atención, práctica común en las casas de los adictos.
Esa sería justamente la cara contraria del boxeo, una disciplina que en el país ha servido como factor de movilidad social, expone Ramírez Mercado, y que en varias ocasiones funciona, "por así decirlo, como terapia para que las personas se alejen de los vicios, de la delincuencia, inclusive", completa Guerrero, ambos plenamente convencidos de lo que han observado durante largos años en los cuadriláteros nacionales y extranjeros.
Varios de los púgiles del DF como Laura Serrano, Eduardo Gómez, Oscar Arciniega, Armando Castro y los mánagers como Hilario Jiménez, Ignacio Beristáin y Carlos Rosales, entre otros, están de acuerdo con que es necesaria la prueba antidopaje, porque al estar de manera cotidiana en el boxeo saben que sí existe la drogadicción, pero responsabilizan a las autoridades de la CBPDF de que tal problemática se investigue. Que se evite o se resuelva, pero que lo hagan ya.
De otra forma, no vaya a ser que se le acabe la suerte al boxeo del DF y empiecen a caer lesionados, tal vez muertos los púgiles adictos, o de plano el espectador advierta que los nocauts de las estrellas, las derrotas en el primer asalto o la baja calidad, hechos ocurridos en varias ocasiones, sean precisamente una muestra de que los enguantados son drogadictos, sobre todo ahora que se asegura que México dejó de ser un país de tránsito, para convertirse en gran consumidor de drogas.