* Los ánimos están exaltados y la sensibilidad se acentúa, pero cuando se logre restablecer la calma, en las filas del PRD se podrá apreciar la grave pérdida que significa dejar ir a Porfirio Muñoz Ledo y Patricia Olamendi.
La separación de Muñoz Ledo --quien ayer se convirtió oficialmente en candidato presidencial del PARM, aunque de alguna manera es todavía militante del sol azteca-- se preveía desde hace mucho tiempo, casi desde que empezó a tratar de convertirse en aspirante presidencial por encima de Cuauhtémoc Cárdenas.
En cambio, la decisión de Olamendi resulta más sorpresiva, aunque ya se conocía su actitud crítica a la cerrazón de algunas corrientes de su partido, que no ocultaba aun cuando fuera colaboradora del gobierno capitalino cardenista.
Aunque su carácter no lo hace popular, es justo reconocer que Muñoz Ledo fue un elemento de suma importancia en el surgimiento y consolidación de la Corriente Democrática del PRI, que al cabo de los años se convirtió en el Frente Democrático Nacional, y luego, con el respaldo de diversas corrientes políticas de izquierda, en Partido de la Revolución Democrática.
Además, como senador y diputado federal hizo del PRD uno de los principales actores de la vida nacional, al grado que en algunas ocasiones dejó en tercer sitio, y casi en calidad de comparsa, al PAN, con todo y sus muchos años en la política y de ser prácticamente la única oposición real.
Muñoz Ledo, por ejemplo, fue la pieza fundamental para que se formara el frente opositor en la Cámara de Diputados que obligó a reformar los mecanismos de gobierno de esa instancia y dejar atrás la época del dominio absoluto de la mayoría del PRI. En esas primeras semanas el coordinador de la diputación del PAN, Carlos Medina Plascencia --ahora altamente popular por su actitud en el pasado Informe presidencial-- parecía actuar conforme se lo dictaba el perredista.
Los votos que se van
En resumen, es una pérdida muy importante en momentos en que parece tener todavía un poco de probabilidades la alianza opositora. Si así fuera, Muñoz Ledo sería un formidable contrincante para su ex compañero de lucha, Cárdenas Solórzano, y para el candidato del PAN, Vicente Fox.
Por ello, no resulta difícil un pronóstico: si llegara a concretarse la cada vez más improbable unidad opositora, Muñoz Ledo no participará en la contienda.
Olamendi no es tan popular como aquél, pero es, o era, otro valor del perredismo. Su trabajo a favor de la igualdad de las mujeres y de defensa de sectores desprotegidos de nuestra sociedad no la colocaba en las primeras planas ni en los grandes espacios de los medios de comunicación, pero sin duda puede decirse de ella que es de las dirigentes políticas que realmente tienen una amplia base de respaldo que va más allá de la actividad propiamente política.
Otra de las características de Olamendi es su inclinación al diálogo y a la negociación como vías para encontrar solución a los conflictos. De ello dio muestra sobrada, por ejemplo, como diputada federal --cuando coincidió con la actual dirigente del PRD, Amalia García--, pues mientras otros legisladores de oposición participaban en actos escandalosos pero poco fructíferos, junto con los partidarios de la negociación, consolidó importantes avances, como las leyes que aseguran la igualdad de géneros y las que combaten la violencia intrafamiliar.