Bernardo Bátiz Vázquez
17 años de neopanismo

Este aÑo y en estos días celebra el PAN 60 años de su fundación, pero esa celebración es un equívoco; el PAN que fundó Gómez Morín, en 1939, se ha ido diluyendo paulatinamente en una agrupación más de intereses que de personas denominada neopanismo. Esa sí que puede celebrar, porque al menos en la superficie de las cosas está en una cresta de su historia, pero no de 60 años; apenas de 17, si contamos de la expropiación de la banca para acá, u 11, si partimos de la candidatura de Manuel J. Clouthier.

Ciertamente, la historia del PAN se quebró en ese lapso y lo que surgió de ese quiebre fue un aparato que hoy tiene como su producto más acabado a Fox, candidato forjado a golpe de publicidad, sin propuestas coherentes y por supuesto sin discurso verdaderamente panista.

Sus desplantes, sus audacias, son resultado de una línea de pensamiento y de acción que no inventó él, aun cuando la aprovecha bien. A quienes no lo recuerden, les traigo a la memoria que Clouthier empezó su campaña política con una visita a la Basílica de Guadalupe, a pesar de que en un áspero debate en el Comité Nacional del partido, se tomó la determinación de que no lo hiciera. Hoy Fox, sin la simpatía del Maquío, retorna sus actividades y sin respeto a los valores religiosos que la Virgen de Guadalupe significa y contiene, hace un uso pedestre de esa imagen tan apreciada y venerada por el pueblo de México, como parte de una campaña diseñada para ganar votos, con lo que la rebaja y le falta al respeto al pueblo creyente, especialmente al más sencillo y más susceptible de ser influenciado por la publicidad.

Con motivo de estas celebraciones se ha escrito mucho sobre el PAN y en algunos de esos artículos se reitera una afirmación que es conveniente corregir. Se dice que la llegada de los neopanistas, o de los ''bárbaros del norte'', como los llamó la prensa, se inició con la jefatura de José Angel Conchello, que según algunos, junto con Madero Belden, inició el proceso de penetración empresarial en la década de los 70. Tal creencia fue compartida por los ''solidaristas'' que siguieron a Efraín González Morfín cuando abandonó el PAN. Eso no es así, el fuerte movimiento encabezado por Conchello y Madero, que le valió al partido importantes avances, no fue proempresarial y sus apoyos los encontró en las infanterías y cuadros del partido; pocas veces como entonces se hicieron publicaciones de los principios y su proyección de 1966 y se fundaron en ellos acciones, programas de campaña y publicaciones periodísticas.

Es cierto que Conchello era un hábil publicista, pero el objeto de su acción publicitaria no era él en lo personal, ni siquiera nuestro candidato Pablo Emilio Madero, sino el partido y su doctrina, sus plataformas y sus propuestas.

Fue una época de crecimiento del partido, de apoyo a movimientos populares y de campañas aguerridas, entre las que hay que recordar las de Compostela, Nayarit, y Tulancingo, Hidalgo.

Otra versión errónea del partido que sobre esos tiempos dan los expertos de hoy ųcomprensible pero que hay que corregirų, es que a la llegada de los neopanistas el PAN era un partido de idealistas, sin ánimo de conquistar el poder y que éste se empezó a alcanzar en el norte, especialmente en Chihuahua y Baja California.

Es oportuno recordar que ya se habían dado grandes batallas electorales 10 o 15 años antes, con las ''idealistas y quijotescas'' fuerzas del partido, sin más recursos que los propios y sin apoyos externos, ciertamente en estados norteños ųBaja California y Sonoraų, pero también en Durango, en Yucatán y en Michoacán.

Para quienes creen que a la llegada de los neopanistas empezó el crecimiento del partido, es necesario recordar que cuando fue candidato Madero se obtuvieran cerca de cuatro millones de votos y se tenían alcaldías norteñas, pero también otras tan importantes como Tehuacán y Teziutlán, en Puebla, y Uruapan y Zamora, en Michoacán. Los panistas tradicionales ciertamente eran idealistas, pero no eran ineficaces y sí muy celosos de su distancia con el gobierno.