Ť La Campana replantea la visión de una cultura sin monumentos
Una zona arqueológica en Colima estuvo a punto de convertirse en un campo de golf
Ť Detrás del proyecto estaba el grupo de inversionistas que intentó hacer lo mismo en Tepoztlán
Ť Demostrar que esas piedras llenas de maleza eran vestigios valiosos, afán de dos especialistas
Era una zona que estaba a punto de convertirse en club de golf. La arqueóloga Ana María Jarquín Pacheco le dijo a su esposo y colega Enrique Martínez: ''Vamos a Colima, sirve que hacemos el dictamen y luego nos pasamos a Manzanillo''.
Al llegar, hace cinco años, se cumplió la cita de la profesión: un rescate sorpresivo que modifica la visión de la historia regional.
La Campana, nombre alegre que pone la tentación de la metáfora, empezó a ser la obsesión del matrimonio. Primero había que demostrar que esas piedras viejas cubiertas de maleza, en el municipio de Villa de Alvarez, eran un sitio arqueológico de importancia. Había sido explorada la última vez en 1922 y sobre la región occidente reina un lugar común académico: ''Se piensa que en esa zona del país las personas vivían en relación armónica con la naturaleza, haciendo bonita cerámica, pero sin arquitectura o cosmogonía compleja".
Aludir al mito de Quetzalcóatl
Los primeros pozos que se hicieron demostraban para la academia que era un sitio de importancia, pero no para el progreso: una campaña por la estación local de radio empezó a difundir que se trataba de un fraude, de una invención de los añorantes. Que de noche, mientras el progreso dormía, se construía una historia. Y aún persiste.
Detrás, por supuesto, se encontraban los que ya se veían en el hoyo nueve, en casual discusión sobre los vaivenes de la bolsa. Detrás de Inmobiliaria Campestre de Colima se encontraba el mismo grupo de inversionistas que intentó construir el campo de golf en Tepoztlán y que fue parado por la movilización comunitaria.
Es una zona que no ha tenido tiempo de ser publicada, como manda la academia. La pirámide que evoca en orientación al volcán de Colima, recibe el nombre de estructura 2, que no dice nada de su discreta sincronía con el volcán que quizá fue la causa de su abandono paulatino.
Dice Jarquín: ''No falta quien duda en integrar al occidente del país a las altas culturas de Mesoamérica. Pero esto forma un cinturón con las zonas de Chivato, Comala y Capacha, que se exploró en los años cuarenta".
Pero la urgencia ha sido su rescate, demostrar su existencia ante el progreso, a un costo bajo para estos cinco años: un millón 300 mil pesos, con vistas a armar un expediente que permita que el Ejecutivo expropie los terrenos para hacerlo un parque arqueológico ecológico.
Incluso se sabe que el sitio tiene su origen en épocas muy tempranas, por los vestigios de cerámica que lo remiten al mil 500 aC, aunque la evidencia arquitectónica superficial lo ubica en el horizonte clásico del año 100 al mil 500.
La Campana viene a replantear esa visión de una cultura sin monumentos y sin una cosmogonía compleja. La tumba 7, explica Jarquín, presenta un pasillo escalonado que lleva a una bóveda en la que se encontró un perro y una máscara esculpida en barro:
''Es claramente una alusión al mito de Quetzalcóatl bajando al inframundo, lo que hermana a La Campana con las altas culturas. En este momento trabajamos en el estudio con Patrick Johanson, de la UNAM."
El adoratorio piramidal que imita la silueta del Volcán de Fuego estaba rodeado de restos óseos que se suponen eran un sacrificio para consagrar la construcción.
El edificio junto al adoratorio está formado por plataformas superpuestas y escalonadas, que tienen en su parte superior un recinto, en cuyo interior se observan círculos que marcan pozos que resguardaban cenizas de notables y guerreros.
Los estudios minuciosos harían falta, reconoce Jarquín. Por el momento con su juego de pelota, su centro ceremonial, sus plazas, sus escalinatas, su sistemas de pozos para decantar el agua de lluvia, La Campana continúa en esa suerte de invención de sí misma mediante la mirada severa, pero encendida de la pareja de arqueólogos, que la rescatan, que escuchan el rumbo que dictan sus vestigios, que indican como una sombra su grandeza.
Hallazgos en México
Dos veces al día se informa de un hallazgo o un saqueo. Las agencias de noticias, cada tanto, destacan ''importantes hallazgos" en el país. Se le preguntó al Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ƒcuáles han sido los más importantes en los últimos años?, y la coordinación de Arqueología envió un exhaustivo documento que enlista 19 hallazgos ocurridos en la década que termina.
El documento señala: ''Puede ser tan importante el hallazgo de una punta Clovis de 5 cm recuperada al norte de la República, como un edificio monumental en la región maya".
Toniná: en 1990-91 el mural de las cuatro eras, en el que se hace referencia al inframundo. Es un indicador de la dominación de Toniná sobre Palenque, en Chiapas.
Calakmul: máscaras de jadeíta, entierros, ofrendas, tumbas (destaca la 4 perteneciente a Garra de Jaguar). Esto pone al sitio de Campeche como uno de los más importantes del área maya.
Tlatelolco: en 1992 se hallaron dinteles de madera, de la época mexica.
Chichén Itzá: entre 1993-94 derivado de las exploraciones del templo de La Mesa se encontró un friso de jaguares. En el Palacio de las Columnas, se halló un Chac Mol semidesnudo, en posición poco usual. También 50 sacbeob o caminos prehispánicos.
Monte Albán: de los hallazgos de la temporada 92-94, destaca el de la estela de cinco personajes, un jaguar y tres localidades.
Cantona: 24 juegos de pelota se dieron a conocer como parte de los trabajos del proyecto especial.
Xochicalco: marcador de juego de pelota y el temascal más suntuoso de Mesomérica.
Tepesco del Diablo: cueva con objetos del clásico, descubierta en 1993 por un grupo de espelólogos en la región occidental de Chiapas.
Huitzilapa: tumba descubierta durante la construcción de la carretera Guadalajara-Tepic.
Dzibanché: tumbas descubiertas, en 1993, en la zona de Quintana Roo.
Palenque: la tumba de la Reina Roja en 1994; la tumba y trono en 1999 en los templos XIX y XX.
Tenochtitlan, Veracruz: el 3 de mayo de 1994 se descubrió una cabeza de 1.80 metros.
Cuicuilco: en 1996 se descubrió un obelisco asociado a la pirámide principal.
Teotihuacan: en 1997 se hallaron los complejos residenciales Miccaotli y Tlamimilolpa; en la pirámide de la Luna, de los trabajos de julio de 1998, se detectaron dos estructuras con ofrendas.
Tigre: en Campeche, se hallaron entre 1998 y 99, tres mascarones.
Contener el saqueo
De 1997 a la fecha, el Instituto Nacional de Antropología e Historia interpuso ante la Procuraduría General de la República 100 denuncias por los delitos de robo, apoderamiento, destrucción y saqueo de monumentos arqueológicos, cometidos en diversos estados.
En ese lapso se recuperaron 5 mil 756 piezas propiedad de la nación. De la manera siguiente:
En 1997: 2 mil 563; 1998: 3 mil 37, y 1999: 156.
Una estela en el mercado negro puede llegar a valer 150 mil dólares, en tanto una carita sonriente de las que caracterizan la región de Veracruz, puede alcanzar 2 mil dólares. Recientemente el INAH evaluó, con precios del mercado negro, un monolito en 10 millones de dólares.
En la ley de la oferta y la demanda, explica Joaquín García Bárcenas, presidente del Consejo de Arqueología, el valor de las piezas ha subido porque cada vez es más difícil su saqueo, pero también se ha especializado por el hecho de que coleccionar obras arqueológicas pasó de moda. Televisa tenía una colección espectacular, adquirida en su mayoría en las subastas de Nueva Yok. Todo fue exhibirla para caer en la cuenta que habían sido estafados al adquirir falsificaciones.
Brígido Lara era tan bueno para falsificar piezas arqueológicas, que un día lo detuvo la policía por tráfico de patrimonio. ''Cómo creen, si yo las hago'', contestó. Tuvieron que llevarle barro a la cárcel donde los convenció. Ahora trabaja en el departamento de restauración del INAH en Veracruz.
El sureste fue una de las zonas más saqueadas: Campeche, Chiapas, el sur de Quintana Roo por sus zonas selváticas. El aumento de vigilancia por el tráfico de estupefacientes ha servido para contener los saqueos. Don Pedro Casanova, de Uxmal, cuenta que era una banda internacional que tenía equipo de primera, armamento, sólo detectaban un montículo y procedían a saquearlo, con técnicas arqueológicas.
Carlos Vidal de Campeche explica que hay otro saqueo que es el de materia prima para construcción, ya que los habitantes del norte del estado utilizan las piedras para sus edificaciones.
El occidente, por tradición, es considerado zona de saqueo de las tumbas de tiro, donde aparecen perritos de Colima o figurillas de Nayarit.
En cuanto a los tratados internacionales, México tiene firmados con los países vecinos. Si algo maya de Honduras aparece por aquí, se les envía. El problema es que los países que hicieron las conquistas y donde están buena parte de los saqueos, como Gran Bretaña, no firman convenios de recuperación histórica.
Ť El sitio registró un incremento de 6 mil a 120 mil visitantes al año
Paquimé se alza con taimada magnificencia entre las ciudades de Juárez y Chihuahua
Ť Existe un plan integral con una asignación presupuestal de 2 millones 500 mil pesos anuales
Ť La Plaza de las Guacamayas era el patio de los hechiceros en el que se adoraban las aves
En Paquimé se hacían limpias. Para eso se utilizaban plumas de guacamaya, traídas por los pochtecas desde las costas del Pacífico, a mil 500 kilómetros. Este grupo, al que se le atribuyó durante mucho tiempo la pertenencia de Paquimé, además de comerciantes eran espías. Algunas veces de los grupos del norte, otras de los toltecas, porque se temía romper esa frontera con lo que hoy sabemos que era Mesoamérica.
En la actualidad, son más las preguntas y menos las respuestas que ofrece Paquimé, para el buen estado de la investigación arqueológica: es más, no se sabe quiénes vivieron ahí entre el 700 y el mil 450 de nuestra era.
Entre dos urbes importantes, Ciudad Juárez y Chihuahua, junto a Casas Grandes se alza con una taimada espectacularidad Paquimé.
Delimitación poligonal
José Luis Perea, director del Centro INAH Chihuahua, explica: ''Un primer aspecto importante para este sitio ha sido su delimitación en una poligonal. La zona fue declarada en 1993. Esto significa poder llevar a cabo proyectos de colaboración con universidades de Estados Unidos y Francia.
''En los últimos cuatro años hemos impulsado un seminario internacional de conservación y restauración. Hubo una investigación sobre los materiales que componían las paredes del lugar para reproducir sus mezclas."
El otro aspecto que destaca Perea es el del uso del sitio. Paquimé ha pasado de tener un promedio de 6 mil a 120 mil visitantes al año. Abrir la visita en el sentido didáctico, de una cultura tan poco conocida, está en función de aumentar el disfrute de la estancia en la zona, opina el director del Centro INAH.
Se tiene un plan de manejo del sitio que implica lo mismo los servicios, la conservación, la protección, los aspectos legales y su inserción en el posible desarrollo económico de Casas Grandes, donde se cuenta además con el templo de San Antonio de Padua. El presupuesto para este plan integral es de 2 millones 500 mil pesos anuales.
En el mural del museo de sitio se plasma una guerra. El edificio construido por Mario Chedna se integra al paisaje y pasa casi inadvertido, aunque por su interior destacan piezas de cerámica con guacamayas, collares de concha y fluyen cursos, talleres, como una reflexión sobre el lugar que se extiende.
Paquimé, desde lejos, parece una secuencia de muros de mediana estatura, cuya principal belleza la forman su color café, que combina muy bien con el paisaje azul. Porque la ciudad está en un valle, casi equidistante entre la sierra y el río de Casas Grandes que la provee de agua. Sin ser zona desértica, sin ser valle frondoso, la temperatura oscila entre 15 bajo cero y 48 grados centígrados.
Entre sus muros de tierra, con pasajes y encierro, la magia de Paquimé es la importación, que no la impostación, de una especie de abrazo arquitectónico, que es a la vez autoridad y resguardo.
Entre la sierra y el desierto
Su historia, dice Eduardo Gamboa, encargado de los trabajos, se divide en tres periodos: viejo, medio y tardío. Aunque la Universidad de Texas ha detectado presencia en la zona desde 3 mil años antes de Cristo, llevó dos mil años evolucionar desde que conocen la agricultura hasta que se comienzan a congregar en las pequeñas villas.
A manera de broma decían en la Universidad de Texas que habían encontrado la cultura olmeca del norte, comenta Gamboa. Durante muchos años los estudios en la zona los han relacionado con las tres o cuatro áreas subculturales del suroeste de Estados Unidos.
De hecho, existe una franja de 2 mil kilómetros que demarca similitudes con Nuevo México. De este lado se tienen registrados 400 sitios, aunque detectados unos mil 200. En Galeana, por ejemplo, se han encontrado similitudes con Paquimé.
Cómo serían los, por así decirlo, paquimeños, se pregunta uno mientras se sumerge por esa lógica de la esquina, del pasaje en forma de flecha cortada, del muro que se eleva, cuando cae en la cuenta que el drenaje tiene una inteligencia civilizatoria, contraria a lo que la academia tradicional sostiene sobre la mayor parte del norte de la República mexicana, que tan sólo resulta ser chichimeca, nómada y capaz de resistir fuertes condiciones de sobrevivencia.
Hablamos de una civilización, dice Gamboa: ''Porque es una sociedad con rasgos culturales, como arquitectura, arte y otras manifestaciones. Que cuenta con una organización política, social y desarrollo tecnológico. Estos valles de Casas Grandes, que son el área intermedia entre la sierra y el desierto, con construcciones de hasta 5 kilómetros, que es una forma de infraestructura agrícola, nos hacen pensar que el señorío de Paquimé tenía controlados todos los recursos naturales. Aquí se vinieron a vivir las élites que controlaban la producción".
Desde los trabajos de Charles Di Peso en 1959, cuando estuvo tres años, en la zona se ha localizado lo mismo dos juegos de pelota, que plazas con evidencias de que se criaban guajolotes, se tenían norias, hornos, lugares de ofrenda, entre casi una veintena de estructuras.
Creer en el destino
Por el ala norte de la ciudad se llegaba al barrio de los concheros, quienes trabajaban el preciado material que se traía desde el Pacífico. Tanto que ponían a otros paquimeños a cuidar que no se lo fueran a robar.
Hubo un gran derrumbe: trabajadores y celadores quedaron unidos en una trágica lección de la lucha de clases.
En seis temporadas que se han hecho, Gamboa devino gran lector, en este caso no son piedras, de las tierras viejas:
''Este conjunto habitacional tiene una parte que corresponde al periodo viejo, que son aquellas unidades medio hundidas, en el suelo.
''Las del periodo medio son estas grandotas de dos o tres niveles de altura. Con el periodo tardío sobreviene la sobrepoblación y los cuartos se dividen para habitar en ellos más familias."
En la Plaza de las Guacamayas, una ingeniería ambiental se sugiere en las pequeñas construcciones que contaban con un espacio, en la base, para mantener a su temperatura ambiente a las aves, de cuya importancia hay testimonio en la iconografía del lugar.
El de las guacamayas era, pues, el patio de los hechiceros, signo inequívoco de civilización: creer en el destino y cómo enfrentarlo, así sea mediante el entierro de plumas en hoyos que, bien pensado, es una metáfora poderosa del ánimo de todos los que veneran a las aves y no pueden volar.