HACE UNOS MESES SE CONOCIERON las medidas adoptadas por el gobierno para evitar daños a las personas y sus bienes con motivo de la temporada de lluvias. Gracias a ellas, los sistemas de prevención de desastres y de protección civil funcionarían oportunamente. Sin embargo, a diario nos enteramos de los problemas ocasionados por "el mal tiempo". Un ejemplo: Guadalupe Rivera, delegada en Alvaro Obregón, alertó sobre el peligro que corren 30 mil habitantes de 30 colonias por posibles deslaves e inundaciones. La causa: los conductos naturales por los que desciende el agua (barrancas, cañadas) desde las partes altas se encontraban llenos de basura e inmundicias, originando el estancamiento del líquido. Ya dos mujeres perdieron la vida: una de ellas debido a un alud que sepultó su casa cuando dormía; la otra fue arrastrada por las aguas del río Maximalaco, en Cuautepec, Barrio Alto.
En esa misma delegación el río San Rafael, que en los años cincuenta llevaba agua limpia, hoy concentra los desperdicios de quienes viven en áreas minadas de la parte alta, con lo cual no solamente hay peligro en esa zona, sino también en la parte baja, o en los bordes de la cañada. En el área no hay drenaje.
En tanto, una pequeña quedó sepultada bajo toneladas de lodo y piedras por el desgajamiento de un cerro en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco. La tragedia se originó cuando aumentó el caudal de los arroyos de la zona, los cuales se encuentran azolvados por tierra y basura. En la misma delegación, otro cerro se desgajó destruyendo varias casas en el poblado de San Francisco. De milagro no hubo víctimas; mientras, la delegada Estefanía Chávez insiste en la urgencia de reubicar a cientos de familias que ocupan áreas peligrosas.
Por su parte, quienes habitan en las faldas de los cerros Chiquihuite y Aguila y en la colonia Castillo Chico, delegación Gustavo A. Madero, temen posibles deslaves y desprendimiento de las enormes rocas que hay en la parte alta. Se protegen con bardas hechas con piedra, lo cual es otro peligro en caso de lluvias torrenciales. Las autoridades igualmente advierten sobre posibles deslaves de tierra en la sierra de Guadalupe, lo que afectaría a 32 colonias. En tanto, quienes construyeron sus casas en las laderas y el lecho del río Tierra Colorada, en la delegación Magdalena Contreras, no desean otra tragedia como la de hace un año, cuando más de cien familias perdieron allí su patrimonio por el agua represada.
El panorama en el vecino estado de México es más crítico: casi un millón de personas vive en áreas de alto riesgo. Desde ductos petroquímicos, vías férreas, canales, hasta acueductos y barrancas. Como las 250 familias asentadas en la barranca de Santa Rita o las que perdieron su casa y sus enseres al desbordarse el río Boca Barraca, en Ecatepec, cuyo cauce se encuentra azolvado por basura, árboles y lodo. Aunque las autoridades advierten sobre los inconvenientes de vivir en esos sitios, cientos de familias continúan levantando allí sus precarias viviendas porque no disponen de recursos para comprar un terreno seguro.
Y mientras la policía de Ecatepec desalojó a 200 familias que hace cuatro años ocuparon ilegalmente terrenos de la reserva ecológica en la Sierra de Guadalupe, sigue la invasión hormiga de otra reserva natural: la de los Dinamos, en Magdalena Contreras. En ambos casos, las familias compran lotes a fraccionadores que gozan desde años atrás de apoyo político y protección.
Tenemos muchos más ejemplos del riesgo en que se encuentran miles de familias en la cuenca del valle de México, que no disponen de un terreno seguro para edificar sus viviendas. El problema es herencia de anteriores gobiernos que, a cambio de votos y control político, permitieron a fraccionadores y autoridades comunales y ejidales apoderarse de esas zonas y venderlas a gente muy necesitada. Otras veces, la invasión hormiga ocupó barrancas y lechos de ríos y cañadas. Nada se hizo para evitar esas irregularidades.
La solución al problema no es sólo prevenir tragedias al cuarto para las 12. Lo correcto y durarero es recuperar ríos, cañadas y barrancas con una política de reforestación, drenaje y limpieza de basura, y a la vez ofrecer apoyos suficientes para que los pobres levanten sus casas en sitios adecuados. Sin embargo, no hay un programa al respecto, quizá porque los recursos públicos se dedican a la prioridad número uno del actual sexenio: salvar a los banqueros. El bienestar para los pobres puede esperar. *