Un Fausto mero babosón
Por el barrio de la Parroquia vivía un joven que era muy ambicioso, y siempre quería tener más de lo que podía, y molestaba tanto pidiendo prestado, que una vez alguien le aconsejó que fuera a la Plaza del Amate, le pidiera al demonio lo que quisiera, y que dejara de estar jodiendo. Un sábado de Gloria a la media noche, el joven llegó al Amate como se lo habían dicho, y llamó tres veces al diablo; entonces el demonio se le apareció como un hombre envuelto en una capa negra y le preguntó que qué quería; el muchacho (Diego se llamaba, ahora me acuerdo bien) le contestó que quería dos cosas: dinero y mujeres; el diablo le contestó que él podía darle todo lo que deseara, pero con una condición: tendría que llegar todas las noches de los viernes, a las nueve de la noche al mismo lugar. El muchacho aceptó; y va a ver que el dinero y las mujeres empezaron a buscarlo; Diego seguía yendo todos los viernes por las noches al Amate, se sentaba al pie del árbol, y esperaba hasta sentir olor a azufre, y cuando el olor pasaba entonces él se iba. Una vez pasando por el portal de las Panaderas, se le quedó viendo Jesús de la Buena Esperanza y fue tal la forma en que lo miraba, que en ese momento se arrepintió de lo que había hecho, y decidió no ir más a ver al diablo y así pasaron muchos viernes.
Entonces, cada vez que salía a la calle veía en las esquinas al diablo que le miraba de mala cara, como reclamándole algo: y cada vez que salía se lo encontraba; y cuando ya no pudo más, porque se estaba volviendo loco, corrió a San Francisco; allí se aconsejó con uno de los frailes; entonces para curarlo el padre le golpeó con su cordón tres veces, y el demonio se fue de Diego; pero como castigo quedó mero babosón para siempre.
"Los viernes de Cuaresma y el Diablo", relato tradicional de la ciudad de Guatemala recopilado por el estudioso Celso A. Lara Figueroa en Viejas consejas: sobre santos milagrosos y señores de los cerros, Editorial Artemis-Edinter, Guatemala, 1995.