Ť El avance urbano y la torpeza de los trabajos arqueológicos lastiman la zona
Mitla, sitio de los muertos, donde el guía, émulo de hechichero, emprende el viaje imaginario
Ť El lugar, poco atractivo para el turismo extranjero por sus pocos metros de extensión
Ť Sus constructores trasladaron piedras de 3.5 toneladas distantes a 12 kilómetros, sin el uso de la rueda
La cuenta de los días. Mitla se esconde a la admiración, entre la ciudad que se la come y la torpeza de los trabajos arqueológicos que le aplicaron a principios de siglo, cuando el entonces presidente Porfirio Díaz se preparaba para entrar al siglo XX y para celebrar 100 años de Independencia con una gran temporada arqueológica. Mitla no aparece sino en las palabras de un guía que lleva a buen término el viaje a la ciudad de los muertos.
La especie de los guías encuentra en Mitla un reto. A la llegada todos esperan a Javier, que no es el más experimentado, pero sí el más entusiasta: los pocos metros que destacan de la zona hacen que el turista requiera de esa suerte de hechicero. Al norte y occidente de la zona hay más construcciones, incluso debajo de una iglesia sobrevive un vestigio, pero esos no son ganchos para el turista.
Si el arqueólogo llega a ser como el sacerdote de iglesia, que descubre, administra, cuida y restaura los tesoros, el guía es una especie de misionero que se da ciertas libertades, pues al fin y al cabo lo que importa es la fe.
Javier explica que el nombre viene de Mic Tlan, que es náhuatl, que da a la ciudad el carácter de sitio de los muertos, fundado en el colapso y el abandono de Monte Albán, ''pero hay que recordar que en las culturas mesoamericanas esta tierra sólo es el trasmundo, una especie de preparación para el lugar prometido. Aquí a la tierra se venía a bien morir''.
Los domingos, cuando llega un grupo de turistas, el cura hace sonar las campanas de la iglesia como una forma de recordarles que faltan a la fe quienes en vez de acudir a misa visitan lugares de los muertos paganos, indígenas. Dos de cada tres visitantes son nacionales, lo que indica que entre el turismo internacional existe el rumor de que en Mitla no hay mucho que ver. (En Monte Albán la proporción de extranjeros es mayor.)
Cuando Europa se tiñó de rojo
Javier parecería avalar ese discurso, mientras continúa con las maravillas de la cochinilla, que se usa "para darle color al jamón y las salchichas, para los yogures de fresa, para el lápiz labial de las damitas, y para algunos licores. El primer producto que América exportó fue oro, luego plata y el tercero cochinilla. Por eso, señores, hubo un momento en que se dijo que Oaxaca tiñó de rojo el continente europeo".
Destacan una antena parabólica de fondo, en contraste con una forma geométrica escalonada (que a Javier, el guía, no le gusta llamarles grecas, porque no son griegas, šcarajo!), y una perspectiva desde el templo de las columnas de una cúpula de iglesia, que es una de las cuatro que construyeron los españoles.
Javier dice que las construyeron sobre los templos, porque llegaron a Mitla, en una zona sísmica, y se dieron cuenta que las construcciones estaban hechas sin argamasa, sólo piedra sobre piedra, con cuñas, y eso les espantó porque era como del demonio.
Menos atractivo resulta suponer que cuando Motolinía se enteró del nombre de la ciudad le entraron escalofríos, que eliminó con una buena dotación de capillas.
En realidad la concepción de la vida como un paso previo al paraíso, una vez pasados los nueve infiernos, más que signo de desprecio parece un apego especial, cuando se ven las tumbas, donde en posición fetal eran puestos los señores zapoteco-mixtecos, envueltos en su petate de palma. La tumba además formaba parte del hogar, por así decirlo, como un recordatorio.
Uno de los descubrimientos de Nelly Robles y Raúl Matadamas, luego de 14 años de investigaciones, es que las canteras con las que se construyó Mitla proceden de 12 kilómetros de distancia. La duda es cómo bajaban el dintel que por metro cúbico pesaba entre 3 y 3.5 toneladas. El ''šoooh!" generalizado lo remata Javier: "Además recordemos (el guía siempre habla como si todos fueran expertos) que en aquel entonces no se utilizaba la rueda por razones religiosas, por su semejanza al sol y la luna".
De nuevo en el templo de las columnas, ahora con el reclamo del guía: " Y este señor de nombre Leopoldo Batres derribó el muro en busca de algún tesoro que presumirle a don Porfirio Díaz, y al tratar de reconstruir no pudo, porque como ya les dije estas paredes eran de precisión. Batres echó cemento sobre el muro".
El tal Batres, de origen chileno, para más enchilamiento, tuvo además la ocurrencia de anunciar en la pared del templo: "Está prohibido escribir letreros en los muros de este edificio, así como rayar, ensuciar y arrancar piedras de las construcciones. El infractor será consignado" y su firma.
Javier cuenta que la técnica de desasolvar del señor Batres consistía en usar dinamita, y una muchacha del grupo lanza un "se paaasa", que todos los presentes secundan.
Con el guía, la visita a Mitla se convierte en un tardío ajuste de cuentas histórico, en un viaje imaginario a la ciudad de los muertos secuestrada por el paisaje urbano.
Monte Albán, donde
la historia se traslapa
Se llama Monte Albán. O así nombra el sentido común a esta ciudad, que se ubica a 2 mil metros sobre el nivel del mar, la segunda más grande de Mesoamérica, que ocuparon primero la cultura padre zapoteca, luego la mixteca y ahora una devota variedad de admiradores, que al año suman casi 400 mil. El nombre verdadero permanece oculto, a salvo de la mancha urbana que amenaza los 40 kilómetros cuadrados que forman la poligonal del sitio.
Monte Albán, le dicen. El nombre no dice nada de lo que significa estar parado, digamos, desde donde se divisa, a lo alto, la gran plaza con sus 300 metros de largo y como 200 de ancho, con los edificios del palacio, el juego de pelota y el llamado edificio J (que demuestra que los nombres son evasiones técnicas de su verdadera identidad).
En temporada de lluvias se genera un contraste visual por el verde del paisaje y la piedra ocre, que en algún momento estuvo cubierta de estuco. Cuentan que conviene frecuentar este paisaje, por lo menos una vez cada diez años, para no olvidar del todo el sentido de la palabra esplendor.
Monte Albán es una zona donde la historia se traslapa, pero no termina de contarse, porque pareciera que aquí las piedras viejas mueven más de un sentido de ser: principal atractivo turístico, centro ceremonial, espacio que el crecimiento urbano de Oaxaca quisiera comerse para que ya no esté a 10 kilómetros.
Un grupo de 25 boy scouts, siempre listos, cuida de las venerables piedras, sobre todo de aquellas que son la tentación de algunos espíritus que conservan una cercanía emocional con los otros antepasados, los simios, y al primer descuido tratan de subirse donde no deben sólo por ver qué pasa. Sin chauvinismo, resulta que en estas prácticas abundan más los visitantes extranjeros, que contra lo que se pudiera pensar son la tercera parte que los nacionales: alrededor de 130 mil al año. Serios, los muchachos scouts y muy en lo suyo, cada temporada de vacaciones están ahí, a pesar de los scheisse, merd y algunos shit.
Se cuenta que los peregrinos que pasan hacia Juquila paran en lo que los mixtecos llaman Danibaan, que viene a ser algo así como montaña sagrada, para venerar el sitio. Todavía muchos de ellos son vistos en consagraciones, en uso no turístico de los espacios que rodean el área abierta al público. Aunque eso disminuye con la modernidad que mezcla las creencias.
Cosmopólita es la palabra que se usaría en este fin de siglo, al llegar al templo del sol: entre los elementos de varias regiones (olmecas, aztecas...) que se notan en la zona, cuatro relieves, en las esquinas, cuentan que aquí estuvieron los señores de Teotihuacán.
Eso parece que ocurrió cuando ya los zapotecos habían sido despojados de su ciudad y llegaron, con sus tumbas, los mixtecos, que en la zona construyeron alrededor de 170. La más importante es la que descubrió Alfonso Caso en 1932, cuyos tesoros iluminan el museo regional. En la lógica de los nombramientos arqueológicos, bien podría llamarse tumba Caso, a la que ahora se conoce como VI.
Monte Alba o Monte Blanco o Dhauya quch Dauyacach tiene un edificio que durante mucho tiempo se consideró el de los danzantes, donde se encuentran relieves alegres, pero también los otros que recuerdan ese práctica mística de la mortificación de genitales.
El edificio J es una flecha. El nombre tampoco dice que se trata de un observatorio astronómico en uno de los extremos de la plaza, que se alinea a la trayectoria del sol. Incluso un entusiasta buscador de coordenadas explica sin petición manifiesta: ''Las ventanas del edificio se encuentran alineadas con la punta donde se bajan en el horizonte la estrellas Alpha y Beta Centauri, y con la ascensión de la estrella Capella". Un šórale!, sincero y mal interpretado, termina por cerrar las puertas del conocimiento.
Entre el llamado edificio H y el palacio, o edificio P, existe un túnel al que se le conoce como el Zenith Tube. La fantasía más obvia, de algunos guías, lo atribuyen a un apoyo técnico a la estrategia mágica de los sacerdotes para hacerse los aparecidos.
Preferible pensar en una falta de imaginación o en un exceso de películas. Algo adentro se resiste a pensar en unas civilizaciones que, por lo que se ve, demuestran una falta de respeto al vacío, al grado de que la Unesco, en su declaratoria de 1987, denomina a la llamada Monte Albán "obra maestra de la historia humana". Que unas civilizaciones que llegaron a contar con 30 mil habitantes ųque un día, 500 años antes de que llegaran los españoles, abandonaron la ciudad y se llevaron el verdadero nombreų buscaron el truco, cuando tenían la magia.
Ť La delimitación de las áreas descubiertas, con la participación de la comunidad
Oaxaca, territorio repleto de riquezas, donde las zonas arqueológicas podrían llegar a 5 mil
Ť El centro INAH en la entidad dispone de sólo $2 millones 700 mil de recursos y 10 arqueólogos
Ť Cuenta con diez sitios de considerable tamaño, de los cuales dos no están abiertos al público
En Oaxaca, lo natural es lo cultural. El patrimonio es vivo y es piedra. La decisión horizontal, la que pasa por la comunidad, es la única vía posible. El aspecto arqueológico no es la excepción. El estado cuenta con un registro de 2 mil 600 sitios arqueológicos, pero se estima que pueden llegar a 5 mil. Territorio minado de riquezas.
Durante las labores de campo un habitante de la mixteca puede encontrar vestigios. Da aviso entonces a la autoridad comunal, quien a su vez se encarga de dar parte al Instituto Nacional de Antropología e Historia. A diferencia de otros lugares, en los que el arqueólogo del INAH, por la autoridad del cargo, llega y delimita el sitio como quien señala el terreno sagrado de la historia, aquí la estrategia varía.
Cuando el INAH encuentra o es denunciado un sitio, dice el antropólogo Eduardo López Calzada, director del centro Oaxaca, "lo primero que hacemos es una reunión con la comunidad para invitarlos a participar en la delimitación de este patrimonio, que es suyo. Lo hacemos con recorridos en donde se pone en evidencia el alcance del sitio, de tal forma que podamos convenir con ellos los usos de suelo de ese ámbito territorial".
Si encontramos, continúa, "un sitio de cinco hectáreas que pertenece a cinco campesinos, con forma ejidal o comunal, se busca el acuerdo con ellos sobre el uso del suelo. En algunas áreas les decimos 'aquí no se puede sembrar con aparatos, pero puede hacerlo en el sentido tradicional'. O bien, se buscan alternativas de rentabilidad, algún cultivo que se preste siempre y cuando se respeten las áreas demarcadas".
De esta manera se conviene con las comunidades para hacer lo que López Calzada llama "una actividad más sustentable y no sólo un acto de autoridad".
El personal del Centro INAH Oaxaca es poco, igual que el presupuesto. Este año disponen 2 millones 700 mil pesos de recursos (cantidad similar al presupuesto que se ejerce tan sólo Chichén Itzá, Yucatán).
El estado cuenta con diez sitios de considerable tamaño: dos de ellos sin promoción para la visita pública. Son programas no ambiciosos. En San José Mogote, por ejemplo, el trabajo es el de mediar el impacto que recibe del crecimiento de la comunidad. En Yagul y Dainzu es enfrentar el problema de mantenimiento que provocan las temporadas de lluvia, cuando la yerba crece. Y los casos se repiten.
Sin embargo, en Oaxaca los proyectos avanzan: "Es poco el personal, pero contamos con arqueólogos que se contratan. Los del centro INAH son 10, pero como en una especie de árbol los multiplicamos. Llegamos a 50. No solamente contratamos arquitectos, sino topógrafos, y desde luego personal que colabore en las excavaciones. Tenemos que pensar en una actitud programática para que cada dos años le demos vuelta a todos los sitios".
También se redobla la atención, por ejemplo, en Huatulco, donde hay un responsable, que es el arqueólogo Raúl Matadamas, con su equipo. Otro está en el Istmo, otros dos en la Mixteca y otros en valles centrales: "Nos dividimos en regiones para atender las denuncias de las comunidades, para atender probables destrucciones y saqueos, además de operar en el rescate con las comunidades, que aunque suene demagógico es nuestro gran capital. Ellos colaboran, por ejemplo, con la alimentación y la mano de obra", explica López Calzada.
En ese mapa de fragmentos de pasado, el INAH participa también en Procede, que es un programa nacional en el que participa el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática, en el llamado Registro Agrario Nacional. Se trata básicamente de delimitar los terrenos, y en el caso del INAH, aquellos que contienen vestigios arqueológicos. En el ámbito nacional, el INAH ha localizado, por medio de este programa, 2 mil terrenos con vestigios. De esos, tan sólo el año pasado, se detectaron 130 en Oaxaca. El presupuesto anual del programa oscila entre los 70 y 80 mil pesos.
En lo relativo al desarrollo regional, producto de los trabajos de Luz y Fuerza, por ejemplo, el INAH es requerido para que en el trazo de la ruta del cableado un arqueólogo verifique si se encuentran vestigios. En ese caso se negocia para que los rescates a realizar se den a cuenta de la instancia ejecutora.
La actitud de las autoridades del INAH regional es la prudencia. No se trata de publicitar, como quien invita al ladrón a entrar a su casa, los sitios donde se hallan cerca de la superficie vestigios: "Esto puede ser sujeto a especulación y generar un proceso de saqueo. Esta información debe ser conocida por las instancias a las que se atañe, pero no para una guía de turistas".
En Oaxaca la riqueza arqueológica tiene otro sentido: la identidad en corto.
Paladines oaxaqueños
Franciso Toledo, por medio de la asociación Pro Oax, y Rodolfo Morales, a través de la fundación que lleva su nombre, se han convertido en una suerte de custodios del estado, de Monte Albán en particular. Toledo ha sugerido que se ponga un jardín botánico alrededor de la zona, como una forma de protección. Morales pide que se destinen recursos directos del INAH a la salvación de Monte Albán, tal y como él ha desembolsado para proyectos de recuperación de una docena de templos, unos dos y medio millones de dólares, de 1992 a la fecha. Se dice que el hotel Camino Real le otorga anualmente al gobierno federal, por un concepto similar a la renta, un millón y medio de dólares. Este es quizás el hotel más caro en el estado. Los recursos que genera por el préstamo del inmueble se canalizan a la Secretaría de Turismo, aunque el edificio está considerado patrimonio histórico. ''ƑPor qué ųpregunta Moralesų ese dinero sale de Oaxaca?. Aquí debería utilizarse.''
Espejos de piedra
Cualquiera diría que se trata de una derivación del tequio oaxaqueño, pero es una tendencia mundial con estudios y conceptos que data de los sesenta: manejo de recursos culturales. Oaxaca es el punto de partida en nuestro país en esta experiencia.
La arqueóloga Nelly Robles ha trabajado desde hace varios años en la zona de Monte Albán: ''Hay nuevos retos que presentan los sitios arqeuológicos, históricos y naturales en cuanto a sus usos, y adecuadas conservación y administración".
Explica que Monte Albán, en menos de cinco años, ha sido invadida por más de 6 mil personas. Son los propios comuneros quienes venden y lo que hace falta es un reordenamiento territorial, opina.
Existe además el problema de la deforestación de copales, que son utilizados para los alebrijes que venden los artesanos: "Se carece de un sistema de reproducción sostenida. Apenas se empezó un programa en una de las laderas".
Según Robles, "en un plan de manejo, la investigación arqueológica ocupa su justa dimensión en otra serie de prioridades, como son la atención al público, los programas de servicios educativos, el manejo de recursos ecológicos. También el turismo y el lugar de visita familiar de los oaxaqueños, como un fenómeno que hay que manejar y no eludir. En los programas de conservación no sólo se atiende la restauración puntual, como la restauración con técnicas y teorías, sino que sobre todo se atiende la prevención. ƑCómo prevenir el daño al patrimonio, de cara a que están abiertos al público y tienen usos sociales?"
Apenas en el país se comienza la reflexión. Hace un año se realizó el diplomado en manejo de recursos culturales (o CRM por sus siglas en inglés), con tres objetivos: difundir entre la comunidad académica y administrativa del INAH el campo del CRM, sus fundamentos históricos, filosóficos, éticos y teóricos; construir una versión nacional del manejo de recursos cutlurales, y proponer soluciones en ese marco para la dministración de los sitios que custodia el INAH.
Museos comunitarios
Ls comunidades se animan desde adentro y crean sus museos como una forma de tener los datos de la propia historia. Un espejo de piedras. En Oaxaca, desde 1991 se reúnen en una asociación civil que concentra trece municipios de los valles centrales, la Mixteca y Tuxtepec.
Teresa Morales Lersch y Cuauhtémoc Camarena funcionan de animoso enlace entre el INAH y las comunidades. Contra una prejuiciosa idea que pensaría que se trata de vasijitas o piezas sin valor, Camarena da el dato: "Algunas de las piezas de esos museos acaban de regresar de una expsosición en Rimi Italia y en Uruguay.
El museo comunitario se encuentra en expansión. Desde hace varios años la unión, integrada por 60 representantes, ofrece paseos de diferente duración por su decena y media de museos: hay excursiones de cuatro horas por seis poblaciones, así como de un día y medio hacia la población de la Mixteca Alta y Baja.
En otros ámbitos la unión ha crecido tanto que en 1998 realizó eventos de capacitación e intercambio con museos tribales de Arizona, así como con organizaciones no gubernamentales de Guatemala.