Recursividad organizacional para una psicología de lo complejo

Juan Soto Ramírez

Cuando uno entristece de pronto, sin saber por qué, se convierte en el producto de la tristeza que produce tristeza. La causa deviene efecto y viceversa. Los productos son productores de eso que les produce. Un bello ejemplo de eso es el del huevo y la gallina: gallinas que ponen huevos de los cuales nacen gallinas que ponen más huevos. Para analizar un fenómeno, los científicos parecen descomponer todo en términos de causas y efectos, de cuyo seno, el sentido de irreversibilidad queda excluido. Los psicólogos, sobre todo, son expertos en hacer eso porque suponen que del odio no puede nacer el amor, cuando entre ambos hay solamente un paso. De alguna manera han supuesto que la realidad es lineal y, de cierto modo, se apega a relaciones convencionales que ellos creen traducir en sistemas de variables perfectamente identificables, manejables, estables, etcétera. Afortuna-damente, la realidad jamás se presenta como la simulan en un laboratorio, porque es naturalmente compleja.

reversividad La mayoría de los psicólogos, al perseguir la supuesta objetividad o las verdades científicas, quedan atrapados en dos tipos de delirio: el de la incoherencia o el de la coherencia absolutas. De alguna manera utilizan recursos azarosos para demostrar lo que piensan, tratando de erradicar el azar de su propio sistema de pensamiento. Tanto las psicologías objetivistas como subjetivistas caen en el mismo error: mientras unas suponen predecir y las otras inferir correctamente, se pierden en el intento de ahuyentar las contradicciones con series de premisas (a veces interminables), provenientes de la lógica convencional. No obstante, eso parece ser un defecto natural del espíritu humano, que tiende a descartar de él aquello que lo va a contradecir porque es más cómodo así. Es mucho más confortable vivir en un mundo de falsas certezas que en uno plagado de incómodas incertidumbres. No es fortuito que la complejidad sea la aceptación de las contradicciones.

Muy a pesar de muchos, la psicología se fue encerrando en una práxis occidental: antropocéntrica, etnocéntrica, egocéntrica, etcétera, pero siempre requirió cambiar su basamento epistemológico que se atascó en la verificación. La psicología no es una ciencia descubridora de verdades, sino constructora de falsos consensos, al igual que muchas de las denominadas ciencias sociales, pero pensarla así es renunciar a la simplicidad que le dio origen. Los fenómenos psicológicos son más complejos de lo que se ha imaginado. Se puede entristecer por el simple hecho de estar triste o ser más alegre de estar alegre.

La depresión y la euforia son dos casos extremos de los ejemplos anteriores. No obstante, la epistemología psicológica siempre ha tomado partido por una perspectiva simplificadora de la realidad. Sea por conservadurismo o negligencia intelectual, ha tratado de excluir la complejidad de lo que estudia creando métodos y técnicas sofisticadas para el análisis del pensamiento y la conducta, haciendo a un lado no sólo el principio de recursividad organizacional, sino otros tantos que guían el pensamiento complejo.

La psicología se dedicó a aislar partículas (individuos), mientras la sociología aisló ondas (sociedades), sin percatarse que lo uno no existe sin lo múltiple y viceversa. Es decir, el sujeto congelado que por muchos años creyó analizar la psicología siempre fue parte de la sociedad y a la inversa. La aplicación del principio de recursividad organizacional para una psicología de lo complejo nos lleva a pensar que los individuos producen sociedades que producen a los individuos, pero tradicionalmente la construcción del conocimiento psicológico se ha negado a admitir esa posibilidad. A los psicólogos conservadores les hace falta sensibilidad por el simple hecho de que son un pedazo de pensamiento que estudia el pensamiento.

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