Edad Media con cibernética
Jalil Saab H.
Características del milenio del oscurantismo europeo (del siglo V al siglo XV) fueron el olvido de las artes y los conocimientos greco-romanos, la inseguridad, la ignorancia, la superstición, el miedo y, sobre todo, la intolerancia. Las disciplinas que se cultivaban con entusiasmo eran la retórica, la jurisprudencia y la teología. Las ciencias clásicas languidecían en las sombras bajo la sospecha de ser brujería o magia negra. Los que buscaban respuestas se guardaron sus conclusiones, ocultaron lo que descubrían y se integraron, involuntariamente, al esoterismo (lo oculto).
Sus temores tenían fundamento, pues desde tiempos del emperador Teodosio (año 385) la pena de muerte por delitos de opinión se había instaurado. San Cirilo lapidó y descuartizó con conchas de ostión a la docta Hipitia (415), protectora de la biblioteca de Alejandría, la cual fue destruida en su totalidad. En 524, Justiniano Ƒel grande? mandó cerrar la Escuela de Atenas. San Jerónimo y San Agustín declararon que los castigos corporales eran útiles para salvar a los culpables de la condenación eterna. La Inquisición fue establecida oficialmente en 1231, y dejó de fungir en España hasta 1834.
La era de los descubrimientos geográficos, el mercantilismo y el rencuentro con el humanismo griego dieron lugar al Renacimiento. Galileo, Kepler, Descartes, Locke y Newton aportaron su genio para buscar nuevos derroteros para el saber humano. El debilitamiento del poder temporal del Vaticano permitió, junto con la Revolución Industrial, una época de optimismo filosófico que se llamó la Ilustración o Siglo de las Luces: las cadenas del pensamiento habían sido rotas. La euforia intelectual llegó a extremos con el positivismo de fines del siglo XIX, el cual no consideraba límites para los logros humanos. Dentro de ese contexto hubo cerebros privilegiados que incursionaron en aspectos vedados hasta entonces: Darwin en la biología y Freud en la psicología.
La teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin y Rusell Wallace ofrece un proceso de selección natural, mediante el cual las especies se adaptan a las condiciones de su entorno. En un párrafo de El origen de las especies, Darwin se aventuró a sugerir que el hombre también evolucionó como lo hicieron los demás seres vivos. El tiempo y las investigaciones confirmaron que, en lo esencial, su teoría estaba en lo correcto. Para ello se contó con estudios en paleontología, taxonomía, anatomía, morfología y embriología comparada; en la actualidad se refuerza con la bioquímica, la genética y la biología molecular.
Todos los organismos vivos en el planeta, desde las bacterias hasta el hombre, comparten el mismo código genético. Con base en los llamados árboles filogenéticos se ha determinado que, por ejemplo, la secuencia de aminoácidos del citocromo C del ser humano y el chimpancé es idéntica; con el mono rhesus sólo hay un aminoácido diferente, con el caballo 12, con la polilla 24 y con una levadura 38 de 104, o sea que diferimos 36.5 por ciento de ese microorganismo. Compartimos un ancestro común no sólo con los changos, sino con todas las criaturas vivientes.
Un oscuro profesor de escuela, John Thomas Scopes, le habló a sus pupilos acerca de Darwin y su teoría evolucionista. Por ello fue llevado ante los tribunales de Tennessee. Fue hallado culpable, como Sócrates, de pervertir a la juventud con ideas exóticas, satánicas, irreverentes, heréticas. En síntesis: blasfemias. Corría el año de 1925, y al proceso se le llamó "El juicio del mono"; su condena fue el pago de una multa de 100 dólares, que el pedagogo se negó a cubrir corriendo el riesgo de ir a prisión.
En agosto pasado (a 16 meses del fin del siglo XX), The Kansas Board of Education emitió una resolución (seis votos a favor, cuatro en contra), mediante la cual se rechaza a la teoría de la evolución como principio científico y elimina ese tema de los programas de biología en las escuelas públicas de Kansas; ningún examen de conocimientos deberá considerarlo. El argumento fue que la enseñanza de la teoría evolucionista debilita la creencia en Dios en los niños y jóvenes estadunidenses. El centenario antagonismo, que no debería existir, entre la ciencia (evolucionistas) y la fe (creacionistas) nuevamente se radicaliza a fines del segundo milenio, pese a que el propio Juan Pablo II ha expresado que no se opone a que la teoría de la evolución se enseñe en las escuelas.
Cuando se habla de fundamentalismo religioso casi todos lo relacionan con la Jidah (guerra santa) o la misoginia del islam, que nunca disfrutó de una ilustración renovadora. Pero también hay fundamentalistas cristianos, que buscan imponer lo que interpretan de la Biblia: el universo fue creado en seis días.
Internet, maravilloso medio de comunicación, está plagado de páginas electrónicas que, lejos de promover la inteligencia, invitan a la barbarie; hay otras que publicitan a diversas sectas satánicas; algunas más descalifican a la ciencia y sus logros, sin fundamento racional, fomentando la ignorancia y creando nuevos mitos y terrores. El fanatismo, la intolerancia y la ausencia de sentido común (el menos común de los sentidos) pueden provocar actitudes muy peligrosas que, en situaciones extremas, podrían regresarnos a la Edad Media, pero con cibernética.
Comentarios a:
[email protected]