León Bendesky
Horizontes
EN MÉXICO SE HA ACHICADO el horizonte de nuestra existencia de manera constante en las últimas dos décadas. Este es hoy uno de los principales rasgos de nuestra sociedad, es una especie de enfermedad para la cual no hallamos curación o, al menos, alivio. El horizonte de nuestras expectativas se ha acortado durante el largo periodo de estancamiento económico y aparece, también, como un achatamiento de las ideas. Los instrumentos técnicos que se aplican para administrar la economía son ineficaces y las acciones políticas no solo parecen insuficientes sino prácticamente irrelevantes para la dimensión de los conflictos que se gestan.
Las expectativas económicas y sociales no pueden ampliarse en un marco de permanente incertidumbre sobre el curso de las decisiones que deben tomarse. Al riesgo intrínseco de esas decisiones se agrega lo incierto de un horizonte sumamente corto. El mismo gobierno contribuye de modo decisivo a crear esta situación cuando su propio horizonte no alcanza para más de unos cuantos meses, cuando mucho.
ƑQué propuesta de conducción de un país puede desprenderse del objetivo esencial de evitar una crisis de aquí al primero de diciembre de 2000, y para lo cual se mantienen restringidas las acciones de una sociedad que pierde su empuje?
Ese horizonte es claramente incompatible con los hechos más simples y que son una referencia inevitable: en los últimos 20 años han nacido 20 millones de personas que quieren y tienen derecho a todo; hay en el país cuando menos 40 millones de habitantes viviendo en condiciones de pobreza, y las condiciones de vida de la mayor parte de la población, empezando por sus salarios, se han deteriorado enormemente.
Una clara expresión de ese estado de cosas proviene hasta de los propios círculos del gobierno, y se dio durante el reciente debate de los cuatro precandidatos del PRI a la Presidencia de la República. El escenario descrito por todos ellos fue, precisamente, el de una sociedad devastada por grandes problemas que se han acumulado durante décadas. De esa situación, por supuesto, ninguno de esos personajes que han ocupado, todos ellos, prominentes cargos administrativos y políticos, tienen responsabilidad alguna, sólo amnesia.
Pero del diagnóstico presentado entre pleitos no se pudo desprender ningún esbozo de proyecto para esta nación, ninguna convocatoria que provocara siquiera la curiosidad. Promesas y ofertas que no logran captar ya no digamos la imaginación de quienes las escuchan, sino incluso su atención. Por eso parece que las encuestas acerca del resultado de un evento sin mayor chiste o significado real es el modo de llenar el enorme vacío político en el que nos encontramos. Hoy más que nunca conviene recordar la noción de que la política es una necesidad y, tanto mayor cuando más crecen las posiciones contrapuestas en una sociedad.
Hasta la fecha, la flaqueza de los proyectos políticos y la aparente abulia de quienes los proponen no corresponden sólo al PRI, partido que intenta recrearse enmedio de un profundo desgaste de toda su estructura. Abarca a todo el espectro de los partidos y los líderes políticos.
Esa es, también, otra expresión del horizonte que se achica. Ensanchar el horizonte es, tal vez, una de las condiciones primordiales para que la política recobre en esta etapa de lucha electoral una capacidad mínima para proponer un escenario nuevo a esta sociedad. Esa situación debería ser vista no como una cuestión de ideales sino como una cuestión eminentemente pragmática.
Nadie puede ya negar el fracaso del patrón de crecimiento y desarrollo que se ha impulsado en el país. El saldo de los activos y los pasivos de dicho patrón es deficitario. La propuesta gubernamental no es única, como muchas veces se ha dicho de modo explícito y se sigue sosteniendo en cada declaración, en cada discurso y en cada comparecencia. La agenda de discusión para los próximos meses está a la vista. Es la que se desprende de todo aquello que se ha dejado pendiente y que ya no se hará en este sexenio. Ni modo que nos inventemos ahora un país. Este es el que tenemos; sus problemas y sus conflictos no desaparecen, están ahí y se nos muestran cada día repetidamente sin que podamos voltearles la cara. Mientras, no se puede dejar de notar que no se resuelve nada de modo convincente, con lo cual el horizonte pronto nos llegará a la punta de la nariz. *