La Jornada lunes 13 de septiembre de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Desde siempre se había sabido quiénes serían finalmente los tres candidatos presidenciales del 2000, aunque lo interesante era ver la manera cómo se acomodarían en sus plataformas de despegue.

De las convenciones cerradas a la elección abierta

Ayer quedó formalizada la largamente prevista postulación de Vicente Fox. A pesar de no haber tenido adversario prácticamente nunca, y de actuar en los hechos como virtual aspirante desde muchos meses atrás, el guanajuatense ha sabido imprimir a todos sus actos un toque de innovación o sensacionalismo o imprudencia, según sea el color de la lente con la que se le mire, de tal manera que no fue desabrida ni siquiera la rutina de ayer, con la que se le invistió como candidato.

Para empezar, ha sido un cambio importante en el panismo la decisión de abrir a todos sus militantes la elección de su candidato. Hasta antes de ahora, el blanquiazul elegía al presidencial en actos cerrados (de élite) denominados convenciones, que eran dominados por las familias tradicionales del panismo y por los grupos y corrientes circunstancialmente hegemónicos. Aunque en esta ocasión la apertura haya sido innecesaria (por haber un solo aspirante), no deja de ser importante que el partido de las tradiciones haya dado un paso adelante en cuanto a democratización de sus procesos internos.

Tal socialización de las decisiones se ha dado en un marco de abatimiento estruendoso de las reglas y las instituciones del PAN, que han sido arrolladas por la fuerza foxista, tanto en la expresión personal --propia, del candidato en sí-- como de la corriente que le apoya, los llamados Amigos de Fox. Nunca antes como ahora había quedado tan maltrecha la figura institucional de ese partido, sus principios ideológicos, sus normas internas, sus líderes formales, como en esta ocasión.

La trituración del panismo tradicional es una demostración de las capacidades transformadoras del foxismo. Si a su propio partido le ha infligido tales penitencias, y ha pasado por encima de historia y reglas, no es difícil suponer que tal conducta fuese repetible, en caso de llegar al puesto máximo del poder mexicano.

La obsesiva búsqueda de lo que sea, pero que sea escandaloso

De hecho, a lo largo de su carrera por la Presidencia, ya ha mostrado Fox con suficiencia una conducta peligrosa, permanentemente provocadora, obsesivamente buscadora de lo escandaloso, de lo llamativo; todo ello, sin sustento ideológico ni mayor sentido político que la búsqueda de réditos electorales.

Las características de un candidato así, que postula la insolencia, el machismo, lo aparatoso, la falta de ideología y un desprecio hacia lo político (siéndolo él mismo, pero pretendiendo encubrirlo con fraseología simplona, con botas picudas y hebillas ególatras) han prendido con facilidad en el pasto seco que forman el conjunto de ciudadanos cansados del sistema priísta, de los yerros de las autoridades, y del cinismo, el acartonamiento y la demagogia de los políticos tradicionales.

Todo sea por el rating: estandarte o hebilla

Con un posicionamiento alto, que se incrementará con una intensa campaña de publicidad que ya está lista para ser lanzada, Fox tiene grandes posibilidades de ser el próximo Presidente de México. Ha tomado el estandarte de la Virgen de Guadalupe para sus propósitos, sintiéndose el nuevo Miguel Hidalgo, al igual que se ha puesto a la cintura la hebilla que el comediante Adal Ramones le dio, con la leyenda de su programa, Otro rollo.

Todo lo que provoque escándalo, polémica, lo que genere noticia de primera plana, habrá de hacerlo el guanajuatense. No hay memoria ni compromiso con nada: lo que importa es el rating. Los problemas de seguridad pública atendidos al estilo de Duro y directo, la política de desarrollo social como programa de concursos de televisión, la economía según la biblia de Luis Pazos, la educación pública de acuerdo con Cuauhtémoc Sánchez, el progreso del país sustentado en Miguel Angel Cornejo.

Cárdenas: el costo de ejercer el poder

El otro candidato firme es Cuauhtémoc Cárdenas. Luego de una revuelta de papel organizada por Porfirio Muñoz Ledo, el michoacano ha quedado como abanderado perredista, y se encamina a formar una alianza de centro izquierda que le impulse en éste, su tercer intento por llegar a Los Pinos.

Cárdenas no tiene, en esta ocasión, las mejores condiciones a su favor. Su figura se ha desgastado en el ejercicio del poder, no sólo por la muy natural reacción en contra que se habría organizado desde el poder priísta para hacerle quedar mal, sino también por sus propias insuficiencias y errores.

Dos flancos aparecieron siempre como prueba irrefutable de mal gobierno: el de la operación policiaca (cuya importancia es innecesario subrayar) y el de la comunicación social. Para beneplácito del diario oficial del salinismo, las pifias en ese terreno fueron frecuentes y graves. Con frecuencia se vieron contradichas las tesis esenciales del perredismo a la hora de gobernar el ámbito policiaco. En la comunicación social ha sido inexplicable el aferramiento en sostener un esquema probada y comprobadamente ineficiente, como el que ha desarrollado el jefe del área, Pablo Marentes.

Entre los fieles y los útiles

Pero no han sido tales las únicas muestras de equívocos a la hora de formar equipo, de designar colaboradores, de trazar líneas de trabajo. Cárdenas se mueve entre los círculos cerrados de quienes le han sido fieles (aunque sean incompetentes) y quienes son útiles en el mantenimiento de los equilibrios perredistas.

Por ello no se pudo, o no se quiso, integrar un gabinete en la capital del país que ofreciese a los ciudadanos la esperanza de ir construyendo soluciones reales a los graves problemas existentes.

Por ello, hoy, cuando Cárdenas ha de dejar el gobierno capitalino, subsiste entre su equipo y la ciudadanía la sensación de la tarea a medio cumplir e, incluso, de que no ha sido hecha.

Entre los pasivos con los que buscará la Presidencia de México están también las divisiones internas de su partido, la sombra de las elecciones accidentadas de nuevo dirigente nacional, la declaratoria de non grato en el ámbito de la lucha estudiantil de la UNAM, y el hecho real de la edad, importantísimo en materia de la propaganda televisiva que hoy lucha por suplir a la política directa.

Pero, siendo su casillero el menos luminoso de los dos correspondientes a la oposición importante (PAN y PRD), Cárdenas tiene también las mejores perspectivas de crecimiento. No hay que olvidar dos temas positivos de discurso que podrá usar: la estructura jurídica de la ciudad de México ha sido cambiada de manera trascendente en este tiempo (por la bancada legislativa coordinada por Martí Batres), y la honestidad en las cúpulas del poder ejercido por perredistas (en lo general, salvo excepciones, como las policiacas) han sentado antecedentes importantes.

Pero, sobre todo, Cárdenas podrá avanzar si es capaz de oponer, a la estridencia sin sustento, a la vocación por el escándalo, una propuesta seria, con congruencia ideológica, con sustento moral.

Gracias, Roberto

Del tercer aspirante en firme, el priísta, mañana se hablará aquí. Un tercero sin vuelta de hoja, con toda la fuerza del sistema ya volcada en su favor, con la decisión plena del dedo supremo. Al costo que sea, Francisco será (es) el candidato...

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