La Jornada Semanal, 12 de septiembre de 1999
Pásenle. Uno por uno. Bienvenidos, todos, a la política mexicana de fin y principio de siglo; a la superficial y efectista política sustentada en el brevísimo spot; a la frívola, dizque divertida y dizque humana política (dice mostrar a ``hombres de carne y hueso'') al nivel de los programas humorísticos y de los talk shows en horario triple A.
Nos aseguraron desde hace lustros que a un candidato político se le podía vender como pasta de dientes, pero muchos nos empeñamos en creer en la viabilidad de las propuestas detalladas, razonadas, y en la redondez de los proyectos de nación. Hace poco, el comunicólogo italiano Giovanni Sartori, autor del libro Homo videns, recordó en una entrevista: ``Si un candidato se puede vender como una pasta de dientes, quiere decir que no hay una cultura democrática; quiere decir que la política se ha reducido a la publicidad, lo que yo encuentro equivocado e indigno de ser alabado.''
Hacía falta que resonara por todos los medios el facilón juego de palabras ``Dale un Madrazo al dedazo'' para que recordáramos -¿pues dónde habíamos estado todos estos años?- que desde hace tiempo asistimos al vulgar destape lingüístico de la publicidad y la televisión mexicanas. Los que deseaban una transición mexicana de altura habrán de conformarse con un espectáculo tan elevado como los anuncios del mercado electrónico (``Para estrenar teclado''), de las trusas Playboy (``Para que se vengan contigo''), del Pepto-Bismol (``¿Expulsas y no eres árbitro?'') y de los gags de ``país de jodidos'' (Emilio el Tigre Azcárraga dixit) del insufrible comediante Eugenio Derbez. ``A los mexicanos nos encantan los juegos de palabras, además, no me imagino al candidato vendiéndose simplemente como Roberto'', declaró a Proceso el autor de la frase de marras, el publicista Carlos Alazraki (creador, también, de la vapuleada promesa zedillista ``Bienestar para tu familia'').
La democracia se pervierte, han externado algunos con alarma. No les falta razón. La campaña de Roberto Madrazo Pintado, el cuestionado ex gobernador de Tabasco, ha confirmado que basta con una generosa inversión publicitaria, un eslogan recordable y su reiteración persistente para ganarse un buen sitio en la opinión pública. Madrazo y Alazraki han jugado muy bien el juego de la oposición al sistema (``es obvio que yo no soy el candidato oficial, ¡gracias a Dios!'', dice el político en uno de sus mensajes). Ningún trabajo les ha costado desentenderse no sólo del pasado madracista de total colaboración y participación en los usos y costumbres del priísmo (el dedazo, en primerísimo lugar), sino también de los cuestionamientos a las irregularidades en el uso de recursos públicos y privados en sus campañas. La publicidad ha querido hacer de Madrazo un rebelde con causa, un honrado luchador por la democracia, un reformador inmaculado y sin cola que le pisen. Esto lo ha logrado, en buena medida, arremetiendo contra Francisco Labastida Ochoa, el ex gobernador de Sinaloa, quien a manera de réplica ha señalado en sus mensajes: ``Hay quienes usan el poder del gobierno para beneficiarse ellos mismos y han quienes gobiernan para ayudar a la gente.''
La más reciente de las embestidas propagandísticas del tabasqueño se vale de una declaración de Labastida, cuando era secretario de Gobernacion, a The Wall Street Journal: ``Admito que no resolví el problema de la inseguridadÉ'' El spot remata con la frase: ``La inseguridad se resuelve con un Madrazo.'' Así de detallada es la propuesta.
En esta guerra de imágenes, Labastida ha querido promover que tiene la voluntad y, con la ciudadanía (o, más bien, con los priístas), tendrá ``la fuerza''. Manuel Bartlett, el ex gobernador de Puebla, le ha querido sacar provecho a su imagen de duro. ``Con firmeza, Bartlett al 2000'' es la frase que acompaña encendedores, botones y demás artículos promocionales del hombre al que aún se recuerda como artífice de ``la caída (o callada) del sistema'' en 1988.
Vivimos, desde hace tiempo, la forzada tropicalización de diversas costumbres del juego político estadunidense a la realidad mexicana. No sólo el pastelazo de lodo a la cara del contrincante político (aunque sea del mismo partido); también la participación en debates en donde es más fácil apelar al ``sidral y la cerveza'' que a las verdaderas propuestas. La política se ha ceñido a los tiempos y al lenguaje de los medios electrónicos y no sólo el discurso político, sino también el diálogo con la ciudadanía, se han empobrecido a niveles preocupantes.
A nadie debe extrañarle, por lo mismo, que detrás de la estrategia global de Madrazo esté la firma estadunidense O'Donell, Schon y Furst. O que el panista guanajuatense Vicente Fox busque la asesoría de Dick Morris, quien fuera pieza fundamental en los triunfos electorales de Bill Clinton.
Pero, a mi modo de ver, la forma más discutible de promoción política es la creciente participación de los precandidatos de diverso signo en emisiones televisivas que son mucho más proclives al chacoteo que a la verdadera discusión de ideas y proyectos. Todo, me parece, por ganar penetración mercadotécnica entre los jóvenes y los estratos populares. El comediante y conductor televisivo Adal Ramones se reconoce, sin el menor pudor, portador de un ``gafete de periodista prestado'' e inaugura la pasarela electrónica en plan de desmadre en su programa Otro rollo. Ya estuvieron con él Madrazo y el gesticulante Humberto Roque Villanueva. ``Los que pueden quedar como bufones son ellos, si es que existe el riesgo'', previno Ramones.
Y eso no es todo: Vicente Fox, que quiere ser presidente de México, se habilitó como dúctil patiño del Maestro Armando Hoyos, uno de los personajes del programa Derbez en cuando. Novedades de la política mexicana de fin y principio de siglo. Ver para creer.