Dentro del amplio abanico de problemas que aquejan a todas las economías del mundo contemporáneo, quizás el que más atención está reclamando es el de la inequidad en la distribución del ingreso. Esta preocupación se ha venido expresando en todo el mundo, y en forma creciente en el discurso de todos los precandidatos a la Presidencia del país, independientemente de sus diferencias políticas e ideológicas.
Durante varias décadas, en el pensamiento neoclásico se consideró que la inequidad era una condición básica del crecimiento, debido a que permitía que unos cuantos acumularan riqueza que después, al invertirse, generaría crecimiento y, de este modo, reduciría paulatina y eficientemente el problema inicial.
Por fortuna, esta forma de pensar ha cambiado diametralmente, incluso en los organismos financieros internacionales, y ya se reconoce que no sólo estimular la inequidad, sino preservarla, genera graves problemas que atentan al crecimiento y a la paz social.
Desde 1995, The Heritage Foundation/Wall Street Journal (http://www.heritage.org/index) ha venido construyendo y publicando anualmente un Indice de Libertad Económica, que clasifica el lugar que ocupan 161 países a partir del desempeño que muestran 50 variables que, a su vez, se agrupan en diez factores centrales: política comercial, impuestos, intervención pública, política monetaria, libertad de movilidad del capital, sistemas bancarios, mecanismos de fijación de precios y salarios, derechos de propiedad, regulación y existencia de mercados ilegales.
El argumento principal de este índice establece que, a mayor libertad económica, mayor es la capacidad de crecimiento de un país en el largo plazo y, en consecuencia, de mejorar la distribución del ingreso. Las relaciones causales que existen en la construcción del índice son el reflejo del nuevo pensamiento neoclásico o neoliberal, en el que reluce que existe una relación directa entre crecimiento y equidad.
Para 1999, el índice clasifica en los cinco primeros lugares a Hong Kong, Singapur, Bahrein, Nueva Zelanda y Suiza. Chile está en el 18, Argentina en el 34, México en el 90, Rusia en el 106 y China en el 124. Lo sorprendente de esta clasificación es que, desde 1985, los países que más han crecido son China (1), Singapur (4), Chile (8) y Hong Kong (11); mientras que Rusia (que está mejor posicionada que China) es una de las economías que más han visto caer su producción (-14 por ciento anual).
De lo anterior se podría intuir que este índice estaría hablando de dos tiempos distintos: la libertad económica que existe hoy, y el crecimiento económico que ésta promete a futuro, y no de las relaciones económicas y sociales que condujeron al desempeño señalado.
Como dijimos en la colaboración anterior, el fenómeno del crecimiento económico sigue siendo un enigma, en el que debe quedar claro, al menos, que la evidencia empírica no parece corroborar en forma tan directa lo que plantea el Indice de libertad económica, así como que, si bien el crecimiento económico amplía las posibilidades de una sociedad, no necesariamente derrama sus beneficios por igual. Más bien, puede ser que el crecimiento económico, aunque sea por un determinado tiempo, beneficie mayormente a los que se encontraban inicialmente en la punta de la pirámide distributiva. Para que se genere el efecto de derrama se requieren más cosas que libertades de mercados.