Luis Javier Garrido
El extravío

AL negarse al diálogo y situarse a sí mismo por sus estrategias ``de fuerza'' equivocadas en la alternativa de optar entre la denuncia o la renuncia, el rector Francisco Barnés, por el bien de la UNAM, debería optar por esta última.

1. La desastrosa participación de Francisco Labastida, el abanderado oficial, en el debate de precandidatos presidenciales del PRI en el World Trade Center (8 de septiembre) ha abierto una seria crisis en la burocracia gobernante, ya que mostró a toda la nación que el candidato de Córdoba y de Zedillo no tiene la mínima capacidad, no se diga para enfrentar la campaña del 2000, sino para gobernar al país, además de que puso en evidencia su responsabilidad política por abrirle graves conflictos a México: desde la escalada de la violencia en Chiapas hasta el ocultamiento de la información del Fobaproa y, desde luego, la huelga en la UNAM.

2. La derrota aplastante, según lo revelan las encuestas (Reforma, 9 de septiembre), le genera ante todo un serio problema a Ernesto Zedillo, pues pone en entredicho todo su escenario para legitimar el dedazo, ello a pesar de que su delfín intentó en varias ocasiones distanciarse de él. Zedilla no puede ignorar que los grupos de poder económico no van a tener ya confianza en un individuo de escasas capacidades, cuyo único recurso parecen ser las ofensas, y a quien Zedillo no podría imponer si no es mediante un fraude en la elección interna y otro en la elección constitucional, de manera que en el sector privado, lo mismo que en el priísmo, sus dirigentes se hunden en el extravío: prevalece un clima de incertidumbre en el que todos buscan hacia dónde tornar la mirada.

3. El estilo personal de gobernar de Zedillo por medio de la propaganda está de tal suerte fracasando una vez más. El escenario de simulación que se construyó desde Los Pinos suponía que Pancho tendría un mínimo de decoro, pero no fue así, de manera que los esfuerzos de académicos oficialistas y de periodistas pretendiendo que no perdió, como lo vio todo el país, están resultando inútiles. Porque como decía Don Durito de la Lacandona en uno de sus textos más conocidos, ``el problema con la globalización en el neoliberalismo es que los globos se revientan'', según se lee en sus obras recientemente recopiladas y prologadas por José Saramago (Centro de Información y Análisis de Chiapas, 1998, p. 128). Ya en el conflicto de la UNAM el régimen desplegó un inmenso aparato de propaganda a fin de descalificar a los jóvenes y este linchamiento, además de que en nada contribuyó para poner fin a la huelga, mostró sus limitaciones, pues la credibilidad del gobierno y de sus medios es nula.

4. La vapuleada inmisericorde que Madrazo le propinara a Labastida tiene por otra parte múltiples consecuencias, y una de ellas es que deja también muy debilitado al rector Francisco Barnés, quien desde que se inició el conflicto en la UNAM se ha mantenido en el cargo prevaliéndose de su relación con Labastida. La salida violenta al conflicto exigida por el rector, la cual desaprueba la mayoría de los universitarios, y a la que se sigue oponiendo Zedillo (dándose cuenta de que Labastida pretende que le haga el trabajo sucio), habría sido posible según preconizaban esta semana los altos funcionarios de la UNAM después del 7 de noviembre, fecha en que supuestamente Labastida triunfaría en la elección interna del PRI y tendría ya todos los poderes del Estado. Barnés, quien ha sido subordinado de Labastida desde 1982, fecha en la que empezó a fungir como director general de la Industria Paraestatal Química y Petroquímica en la SEMIP, cuya privatización alentó por cierto, no parece tener ya muchos apoyos después del desastre de su protector en el World Trade Center, y la salida de fuerza se ve por ello más remota.

5. Las políticas de fuerza de Labastida y Barnés en la UNAM han fracasado porque han antepuesto intereses políticos a los derechos de los universitarios, y por ello muy pocos dudan hoy de que el principal responsable de que la Universidad haya estado cerrada casi cinco meses es el propio rector de la UNAM.

6. La escalada militar en Chiapas, y la última ``propuesta oficial'', que es una provocación, al igual que la política ``de fuerza'' en la UNAM, son a fin de cuentas expresiones de otro conflicto: el que está emergiendo entre Francisco Labastida y Ernesto Zedillo.

7. Las políticas de las autoridades han conducido a que se mantenga cerrada la UNAM porque no tomaron en cuenta a los universitarios, reduciéndolos al papel de comparsas. Luego de fracasar en su intento por engañarlos a) con las modificaciones reglamentarias del 7 de junio, b)con la propuesta de los supuestos eméritos, que implicaba la rendición de los estudiantes, y c) tras el fracaso de los perredistas o ``moderados'' por apoderarse de la dirección del movimiento para entregar la huelga, se ha cerrado aún más el cerco, pero no en torno al CGH, sino al propio Barnés.

8. El rector Barnés ha tejido sus políticas de manera que ha terminado por cercarse a sí mismo, encerrándose en una disyuntiva suicida al negarse al diálogo y a la negociación con los jóvenes. Al pretender lograr a) que se rindan con el pretexto de la propuesta de ``los eméritos'' o b) que se atengan a la recuperación de las instalaciones con las fuerzas armadas, se le olvidaron varias cosas. La primera, que en esta alternativa no hay una solución al conflicto. Y la segunda, que él no tiene la potestad para utilizar al ejército o a las policías para suplir sus ineficiencias, pues como se lo expresó Ernesto Zedillo en varias ocasiones, para ello se requeriría la demanda democrática de la comunidad, y los universitarios lo que quieren es el diálogo, al que Barnés se niega con mil y un pretextos. Y por último, que en cualquier variante que haya de la supuesta ``solución de fuerza'', él sale perdiendo y no podría seguir al frente de la Universidad, además de que seguirían los problemas que dieron origen al conflicto.

9. Las sesiones del Consejo Universitario de los días 31 de agosto y 2 y 6 de septiembre no hicieron otra cosa que confirmar a los universitarios que las instituciones de la UNAM requieren de una vasta reforma en un Congreso resolutivo. ¿Después del vergonzoso espectáculo que dieron los incondicionales de la rectoría al negarse a pensar y a analizar el conflicto para darle una solución le quedaría a alguien la duda sobre la urgencia de transformar de manera democrática a la UNAM? El último comunicado del CGH así lo reitera en una franca disposición al diálogo, y ésa es también la posición del STUNAM (La Jornada, 9 de septiembre, pp. 40 y 44).

10. La Rectoría no tiene disposición al diálogo y en eso deberá entender que va a contracorriente de la tradición de la UNAM y de la voluntad de los universitarios y que por ello deberá asumir su responsabilidad ante la historia.