La huelga en la UNAM cumple cuatro meses y pareciera que la catástrofe está todavía en su fase preliminar. Basta, sin embargo, que se prolongue algunos meses para que la ruina de la universidad sea un hecho, para que los vencedores, lo mismo que los vencidos, padezcan derivaciones de este absurdo conflicto en el cual se entremezclan posturas e intereses diversos tanto en el cuerpo colegiado -Consejo Universitario- como al seno del CGH, al parecer inconciliables.
Aun después de encendido el conflicto, existía la esperanza de los universitarios, la creencia de que las consecuencias de una parálisis de la institución resolvería la cuestión en breve plazo y permitiría reanudar la vida universitaria antes de que sufriera menoscabo el prestigio académico, la investigación y la difusión cultural de la máxima casa de estudios.
El avance cultural de la UNAM no le ha valido para sostener la razón como base de su ser. Quién sabe, si hartas de tan enorme barahúnda, las autoridades se decidan a intervenir. Es indudable que los humanos no tenemos remedio y que la evolución cultural es una fantasía.
Los universitarios estamos condenados al tormento de Sísifo. Nos despojamos de un conflicto y, lentamente, creamos un clima académico y jamás llegamos a verlo perdurar. Un nuevo conflicto provocado por los universitarios mismos -con o sin sus asesores- aniquila la vida cultural determinando un nuevo caos. Luego, vuelta a empezar -compulsión a la repetición- comenzar por el balbuceo de una generación, iniciar una nueva cultura hasta volverse espléndida, ¡pensando que será definitiva y nada! ¡Vuelta a comenzar! Piérdese lo ganado y regreso a un estado infantil en busca de lo originario. Eterno retorno de lo igual, aparición de lo ominoso en el sentido freudiano, mutación del signo del doble; de un seguro de supervivencia pasa a ser el ominoso anunciador de la muerte. Intima relación de la negación con lo siniestro. La vuelta del helmlich (lo hospitalario) al unheimlich (lo siniestro, lo oculto, lo secreto) en la UNAM.
Cuando se manejan las amenazas, los insultos y aparece la violencia, unos y otros dicen luchar por el bien y sus fueros. Ambas partes argumentan que entran en lucha por él, creyéndose poseedoras del mismo. Discurso totalizador que no puede ser más desconsolador para los universitarios. Es en vano cuanto digan de este conflicto, tras el cual se encuentran multiplicidad de posiciones y diversidad de grupos. Nadie podría ya creer que de esto han de derivarse grandes bienes y mejoras para la UNAM.
Hace meses aún podíamos creer algo parecido. Y como nos equivocábamos entonces, nos equivocamos ahora, al incurrir en la candidez soberana de creer que las partes en pugna se basarán en el ``escrito de los eméritos'' para tratar de destrabar el conflicto. Sólo queda recordar que será verdad constante aquello de un poeta cuyo nombre olvidé y dice, más o menos, así: ``Loca estaba la universidad/ años atrás/ Loca la encontramos/ loca seguirá...''