Luis Hernández Navarro
Detrás de una taza de café

PARA LOS PEQUEÑOS PRODUCTORES DE CAFÉ llueve sobre mojado. El precio internacional del aromático se derrumbó en casi 40 por ciento en menos de dos años. Las grandes empresas comercializadoras pagan entre un 25 y un 30 por ciento menos de su cotización en la bolsa de futuros de Nueva York. Las autoridades agropecuarias han permitido que se importe café de otros países, aunque hay suficiente en México para cubrir las necesidades locales. Y, por si fuera poco, las políticas gubernamentales hacia el sector están desarticuladas y son poco eficaces.

En 1997 el precio del grano fue de 175 dólares el quintal, pero durante 1999 apenas llega a los 90 dólares. Ello es, en parte, responsabilidad de Brasil, principal productor y exportador. Sus cosechas son claves para establecer el precio internacional. Y este año fue buena. Durante el próximo ciclo, la producción mundial será mayor que el consumo.

Los productores mexicanos, además, sufren descuentos de entre el 25 y el 30 por ciento. Cinco grandes compañías trasnacionales con sucursales en México (AMSA, Jacobs, Expogranos, Becaficsa-Volcafé y Nestlé) controlan la mayor parte de la cadena de comercialización. Tienen la fuerza para determinar el precio de compra del grano. Ante la ausencia de una norma de calidad y argumentando "baja calidad" han fijado castigos monetarios a los productores nacionales. A pesar de ello, el consumidor del Primer Mundo no paga menos por una taza de café mexicano. Como estas empresas exportan el producto a sus filiales en otras partes del orbe, pueden fijar sus precios sin tener que descontar lo que dejan de pagar a los caficultores nacionales.

La producción nacional de café es más que suficiente para garantizar el consumo nacional y el abasto a los industriales del ramo. Sin embargo, por tercer año consecutivo las autoridades han permitido la importación de café de otros países. Es como si México importara tequila de Japón o sarapes del Perú. A pesar de que en bodega todavía hay alrededor de medio millón de sacos, en lo que va de este año se han traído del exterior 45 mil sacos. Usualmente, este café es de muy mala calidad y tiene problemas fitosanitarios.

Casi el 90 por ciento de estas compras se han efectuado utilizando el Programa de Importaciones Temporales para la Exportación que ampara la importación de materias primas para darles en el país valor agregado. En él se establece que el producto final debe ser reexportado en un plazo máximo de dos años. A pesar de ello, parte del aromático que nos ha llegado es soluble, inútil como parte de un nuevo proceso industrial. Hay que decir también que las autoridades gubernamentales no han establecido controles de importación para vigilar que no se queden en el país y se destinen al consumo interno. Esto ha tenido un costo de unos 120 millones de dólares y ha bloqueado el consumo de café nacional.

Además, los productores sufren el efecto de políticas gubernamentales desastrosas. El asunto comienza con la información oficial sobre el sector. Las autoridades responsables tienen una tendencia compulsiva a falsear las cifras y a disfrazar la realidad. Dos ejemplos. Primero: el secretario de Agricultura anunció que se han sembrado 290 millones de nuevos cafetos, pero no dijo que la mayoría de las semillas se malograron. En la actualidad el 80 por ciento de las plantas en producción son viejas. Segundo: el director del Consejo Mexicano del Café (CMC) informó que la próxima cosecha será de 6 millones de sacos. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en cambio, estima que será de apenas 4.65 millones.

La desarticulación de los programas de las dependencias oficiales en las comunidades cafetaleras persiste. Los apoyos se otorgan con el objetivo de mantener clientelas electorales y lealtades políticas.

Simultáneamente, pero sin coordinación, Sagar, Sedesol, Set y Semarnap han puesto en práctica en las regiones cafetaleras el Programa de Empleo Temporal que, en la mayoría de los casos, no crea jornales, pero proporciona apoyo económico limitado a los productores; sirve para la sobrevivencia sin generar desarrollo.

Los recursos de Alianza para el Campo llegan tarde y mal. Esta, además, busca imponer un paquete tecnológico ajeno a la cultura productiva y a la realidad económica de los pequeños caficultores.

El mapa de la pobreza y de la violencia rural coincide con el de la producción cafetalera. Hoy, detrás de una taza de café, hay una situación explosiva. Sin embargo, a juzgar por sus actos, nadie en el gobierno parece darse cuenta. *