Por la manera en que actúa y los resultados que obtiene en materia petrolera, podría pensarse que el gobierno de Ernesto Zedillo defiende los intereses de los clientes del exterior y no los de México. Primero, se empeñó en exportar grandes cantidades de petróleo y en saturar el mercado internacional, provocando que nuestro petróleo valiese menos. Después, ya con el precio caído, siguió exportando petróleo, lo que beneficia a nuestros compradores del exterior y perjudica tanto las finanzas del país como las del gobierno federal. Posteriormente, ya con el problema encima y agravándose, el gobierno mexicano reaccionó con lentitud y tibieza para coordinarse con otros países exportadores de petróleo y atenuar el problema. Los hechos son los siguientes.
El año de 1995 puede ser considerado como un año de equilibrio en el mercado petrolero internacional, dada la igualdad entre la oferta y la demanda y la estabilidad en los precios. Ese año, México exportó en promedio un millón 305 mil barriles diarios de petróleo crudo, cifra similar a la registrada en los cuatro años anteriores. Sin embargo, a partir de 1996 México incrementó, en forma significativa, sus exportaciones, por lo que el mercado petrolero internacional recibió petróleo mexicano en cantidades a las que no estaba acostumbrado. El incremento durante 1996 fue de 238 mil barriles diarios, para 1997 el incremento acumulado respecto a 1995 ya era de 416 mil barriles diarios, y en enero de 1998 ese volumen adicional fue de 652 mil barriles diarios. Con ello, el gobierno de Ernesto Zedillo contribuyó a generar casi la mitad de la sobre oferta en el mercado petrolero internacional, misma que explica en gran parte el derrumbe de los precios a partir de 1997.
En enero de 1997, Pemex exportó un millón 590 mil barriles diarios a un precio de 20.52 dólares el barril. Tres meses después, el volumen exportado aumentó a un millón 816 mil barriles diarios y el precio cayó a 15.80 dólares. No contento con este resultado, Pemex continuó incrementando el volumen exportado hasta alcanzar, en enero de 1998, un millón 958 mil barriles diarios, cayendo el precio hasta 11.82 dólares el barril. Así, entre enero de 1997 y enero de 1998, Pemex incrementó su plataforma de exportación de petróleo crudo en 368 mil barriles diarios, a la par que el precio del barril exportado se reducía en casi nueve dólares.
Fue necesario que el precio cayera hasta 9.67 dólares en marzo de 1998, para que el gobierno de Ernesto Zedillo se decidiera a buscar un acuerdo con dos de los principales países exportadores de petróleo, Venezuela y Arabia Saudita, para tratar de reducir la sobreoferta mundial y con ello contribuir a la recuperación del precio. Además de tardía, la respuesta del gobierno mexicano fue insuficiente. Su compromiso consistió en reducir sus exportaciones sólo en 100 mil barriles diarios, y aunque posteriormente ese compromiso se amplió a 200 mil barriles en el mismo año, ello no bastó para eliminar la sobre oferta acumulada por México desde 1995 en el mercado internacional. A pesar del recorte, el volumen promedio exportado durante 1998 fue superior en 413 mil barriles diarios al volumen exportado en 1995. Por ello, durante 1998 el precio del petróleo exportado continuó cayendo hasta alcanzar 7.67 dólares el barril en diciembre de ese año. En abril de 1999, el gobierno mexicano agregó un recorte adicional a las exportaciones por 125 barriles diarios, sumando en total 325 mil barriles. Sin embargo, el volumen exportado durante enero-julio de 1999 sigue siendo superior en 269 mil barriles al exportado durante 1995, aunque el precio ya muestra signos de recuperación.
Con o sin intención, el gobierno de Ernesto Zedillo ha sido un pésimo administrador de nuestras reservas petroleras, pues las extrae en forma acelerada del subsuelo para malbara- tarlas con su principal cliente, Estados Unidos. Por esta y otras deficiencias, algunos --entre los que se incluye Vicente Fox-- han propuesto que Pemex deje de ser propiedad de la nación para pasar a manos de empresas privadas, pues consideran que, por definición, el Estado es incapaz de administrar con eficiencia empresas productivas, eficiencia que se garantiza con la sola presencia de la empresa privada. Frente a esta opinión, debemos destacar que la eficiencia o ineficiencia con que se maneja una empresa productiva no depende de que el propietario sea el Estado o un empresario privado. Pemex ha sido pésimamente administrada por funcionarios públicos, al igual que los bancos lo han sido por empresarios privados. El pueblo mexicano no tiene por qué ceder la enorme riqueza que representa el petróleo para que unos cuantos se beneficien de ella. La postura de Vicente Fox equivale a pedirle al dueño de un rancho, cuyo administrador es un pillo que ha saqueado el rancho, que lo venda a precio de remate; cuando lo más conveniente para el ranchero es que corra al mal administrador y lo sustituya por uno que sea honrado y eficiente en su trabajo. En julio del 2000, el pueblo de México puede mandar a su casa -- o a otro lugar que determinase un juez-- a los actuales administradores de Pemex.