SIN CONOCER LA DECISION del Consejo Universitario (CU) de ayer lunes, escribo este artículo. Mediante eficaces imposturas ultra en las asambleas de las escuelas y facultades, el CGH fue llevado el pasado sábado a dar un paso al abismo o, en el mejor de los casos, a tensar más la de suyo frágil cuerda de la que pende el paro en la UNAM: una conclusión casi obvia, si se atiende a los tiempos, circunstancia y contexto del Consejo Universitario (CU). Nadie debería perder de vista que este cuerpo colegiado es un mundo con todo el espectro de posiciones imaginables, por más que las izquierdas se obstinen en creer que ahí sólo hallarán súbditos del rector, presunción afrentosa que a menudo las lleva a errar rotundamente respecto de las autoridades universitarias.
El CGH flexibilizó su posición en dos puntos: las reformas reglamentarias del 97, y el tema Ceneval --asuntos que hacen a la esencia académica de la Universidad--; pero resolvió mantener como innegociables los otros cuatro. De éstos, dos eran de improbable aceptación por el CU: 1) la total abrogación del Reglamento General de Pagos (que habría podido discutirse en un espacio de debate sobre la reforma de la UNAM) y, más remoto, 2) el punto del congreso resolutivo que, así, sin más especificaciones, para el CU significa violentar la legislación universitaria: la Ley Orgánica de la UNAM dispone que la instancia que debe tomar las resoluciones normativas es el propio CU. Si mantuvo su criterio predominante, sus resoluciones de ayer deben haberse apoyado en ese juicio: la legalidad debe ser mantenida como un asunto de principio.
Un acuerdo entre la rectoría y el CGH sobre este punto quizá podría haberle dado un contenido que dejara a salvo la legalidad, pero tal acuerdo no puede estar presente porque entre la rectoría y el CGH no se estableció nunca una comunicación productiva.
Otra posibilidad, desde luego, es que el CU no haya llegado aún a resoluciones finales sobre estos temas. Si no lo hizo ya, la resolución de este cuerpo colegiado sería la vía legal que, para sorpresa y carcajada de cualquier nación que se repute como tal, aquí es una última instancia sostenida así por un segmento significativo de la propia sociedad; para infortunio de la sociedad misma.
Aun si la cosas marchan ya por la vía legal --si no pronto pueden estar en ese camino--, acaso todavía haya un postrer momento --entre la denuncia de hechos y la resolución del juez competente respecto a las consignaciones policiacas--, para construir una decisión desde el interior del movimiento de los paristas. Aunque para el sábado pasado se advertía ya como una posibilidad remota.
Es altamente probable que la vía de las consignaciones policiacas sea precisamente el objetivo buscado por la ultra: intentar desacreditar al gobierno, más precisamente al presidente Zedillo, como un gobierno represivo, sería el objetivo a alcanzar, en el marco ya presente de la sucesión presidencial. En ese caso otro escenario posible es que las autoridades universitarias hagan la denuncia de hechos, pero que el gobierno sostenga el punto de vista que ya ha expresado: la vía legal sólo es aplicable --al menos en el caso de la universidad--, si hay un movimiento de masas que lo exija, decidiendo que la concentración universitaria del último día de agosto en el Auditorio Nacional fue insuficiente. Si ello ocurriera las autoridades universitarias quedarían atrapadas y entrampadas entre un movimiento numéricamente ínfimo con predominancia de cuadros ultra, la pasividad de la mayor parte de los propios universitarios y el menosprecio gubernamental por la UNAM y la búsqueda de resguardo para su legitimidad maltrecha.
Asistimos así a un magno espectáculo del subdesarrollo: la predominancia completa de la "política" --entendida como la conveniencia personalísima de los políticos en el corto plazo--, por sobre las instituciones, por la civilizada vía de congelar la aplicación de la ley. El menosprecio del gobierno y de segmentos significativos de la propia sociedad por la UNAM --a la que confunde con sus autoridades--, es precisamente resultado de eso: de una sociedad donde se cree que "lo que cuenta son las personas no las instituciones": la premodernidad cabal. *