ALEBRIJES Ť Patricia Vega
Wilde revisitado

''El pasado es lo que el hombre no debió haber sido. El presente es lo que el hombre no debe ser. El futuro es lo que los artistas son'', decía Oscar Wilde.

Una colección de citas del autor del poema en prosa De Profundis ųreunidas por Alvin Redmanų que llegó a manos del dramaturgo y director de escena Moisés Kaufman fue el germen de una obra de teatro excepcional: Actos indecentes. Los tres juicios de Oscar Wilde que, después de convertirse durante 1997 y 1998 en uno de los montajes más exitosos del Greenwich Village neoyorquino, llega al Telón de Asfalto de la ciudad de México, bajo la dirección de Francisco Franco.

Para el venezolano Kaufman ųradicado en Nueva York desde 1987ų la experiencia de vivir una triple marginalidad como judío, latinoamericano y gay ha sido fundamental en su decisión para explorar, mediante la ''caída" de Wilde, cómo emplear el lenguaje teatral en la reconstrucción de hechos históricos sobre los que existen versiones distintas y hasta contradictorias. El dramaturgo recurre a la lectura de citas que provienen de una gran variedad de fuentes: desde memorias y biografías, periódicos de la época, las transcripciones de los juicios, hasta los propios escritos de Wilde, construyendo un fascinante mosaico de perspectivas en el que vemos a un artista al que un juez le pide justificar su arte.

Aunque la interpretación de Alejandro Calva, como el escritor de origen irlandés es espléndida ųpor cierto fue recientemente reconocido por la crítica especializadaų al darnos a un personaje cuya provocadora ''afectación" parece extraída de las propias fotografías en las que Wilde aparece como un modelo orgulloso de la ropa que él mismo diseñaba, la versión mexicana de Actos indecentes... no hace justicia al carácter espiritual del ''amor que no se atreve a decir su nombre" ųverso de un poema del amante de Oscar, sir Alfred Douglasų al incluir desnudos (que no están acotados en el texto dramático ni en el montaje original) que son un gancho para allegarse un público imbuido del culto al cuerpo tan característico de la cultura gay masculina contemporánea.

Lo cierto es que Wilde escribió sus mejores libros en los últimos diez años del siglo XIX y fue feroz, en muchas ocasiones, con sus críticas a la moral victoriana. Quizá por ello cinco años antes de que cerrara esa centuria, el autor de El retrato de Dorian Gray y La importancia de llamarse Ernesto tuvo que ir a prisión, juzgado por ''sodomita público'', pero cada vez es más claro que a Wilde se le castigó por ser un esteta radical que creyó que el arte podría ayudarnos a buscar libertad, justicia e igualdad, con belleza y placer para todos, como lo estableció en su ensayo El alma del hombre bajo el socialismo.

Es de lamentar que el inicio del segundo acto ųuna entrevista en la que el intelectual foucaultiano Marvin Taylor analiza la reperscusión de las posturas estéticas de Wilde y la construcción del homosexual moderno como sujeto socialų en este montaje quede fuera del escenario al ser relegada a un intermedio que no todo el público presencia. Sin embargo, son un acierto las mesas redondas que, tomando como pretexto el montaje de marras, se organizaron para hablar de la importancia de Wilde.

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