Esa geometría sutil de lo inefable que es el toreo; que no tiene nombre, sitio, fecha, país y escuela. Es toreo o no es toreo y no sabe decir más que el recuerdo de una lejana tarde. El toreo en torno del toro, en algo que necesita ante todo redimirse de la materia que le integra.
El toreo va siempre en busca de la captación del espíritu. Todo palpita cuando el contemplador es cabal de fino sentido, de receptividad estética, derivada de profundo amor por la fiesta. Va en busca de lo ingrávido, que el espíritu no pese, que no se palpe, que no estorbe. Cuando esto se da, aparece la estética personal, íntima del toreo.
Claro que tal estética al ser formulada en un ruedo frente a un toro con pedazo de tela, ofrece enormes dificultades, porque el toro suele ser rebelde a pesar de ser borreguna su embestida, y presta resistencia a la transparencia de lo espectral, incorpóreo, ingrávido, lo sutil, que, se esfuma y diluye el contenido que el toreo pretendió darle.
Los novilleros mexicanos que se presentan esta temporada, después de los años de ausencia en la México, no tienen escuela, se imitan unos a otros, no tiene preferencias a técnicas determinadas. Torean como Dios les da a entender y les falta mucho por conseguir, y suelen quedar como fantasmas, que después deambulan en los tendidos.
En quizá el encanto de los ingenuos que se manifiesta de manera tan sincera; lo principal en los novilleros. Parten plaza en estado puro y con devoción de mártires se dan a torear sin acabar, sin aturdirse con la técnica y el oficio. Torean -es decir- y dan derechazos y más derechazos sin principio, ni fin, intuitivamente luchan y luchan por traducirles en el ruedo en estética, sin conseguirlo. Hasta que una tarde de éstas, surja uno...
¿Será José Luis Angelino que toreó con elegancia, jugando la cintura, y la mano baja en dos tandas de pases naturales, al espléndido novillo corrido en sexto lugar de Celia Barbabosa de castada nobleza y al que mató -ese pero- de horrible bajonazo?
El resto de los novillos, bien presentados, todos toreables, resultaron mucho toro para los novilleros Cirilo Bernal, Manolo Lizardo e Israel Téllez. Quedando en el recuerdo Angelino, su estilo... la geometría sutil de lo inefable...