Los legisladores en la definición de políticas
Alejandro Canales
A fines del mes pasado, el coordinador panista en la Cámara de Diputados declaró que, junto con las fracciones parlamentarias del PRD y el PT, trabajan en la elaboración de una agenda común para el actual periodo ordinario de sesiones. El hecho es relevante porque, aparte de los variados asuntos que se pueden incluir en el trabajo legislativo, está la posibilidad de un "entendimiento entre las oposiciones para discutir el Presupuesto de Egresos del 2000" y, por lo tanto, de los recursos que se podrían destinar el año próximo a salud, educación, ciencia, etcétera. El compromiso de incrementar los recursos para la UNAM, expresado por los integrantes de la Comisión de Ciencia y Tecnología a investigadores universitarios, y formulado un día después de las declaraciones del diputado panista, muestra que tal vez los legisladores desempeñarán un activo papel en la distribución del dinero para el año siguiente.
Es posible que la intencionalidad de los diputados, como lo ilustra cierto estereotipo del líder político, sean sólo declaraciones que se formulan en el libre juego de fuerzas políticas pero que no se convierten en acciones o, en todo caso, culminan más bien en sentido inverso a como se enunciaron. Con independencia de la manera como se resuelva la aprobación del presupuesto, cada vez es más notoria la intervención de un mayor número de actores en la definición de las políticas y una disminución de la capacidad gubernamental para decidir sobre rubros tan importantes como el gasto público.
Los diputados se han convertido en esta 57 Legislatura en actores importantes para la vida pública del país. La correlación de fuerzas de los diferentes partidos representados en la Cámara, en cierta medida ha impedido las aprobaciones automáticas y ha complejizado el proceso de negociación. Anteriormente, la aprobación de las iniciativas del gobierno federal ųcomo el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federaciónų, aunque fueran muy polémicas, estaba más o menos garantizada por el número de votos emitidos por los diputados del PRI. Ya no es así, y no lo será al menos durante esta Legislatura.
Un ejemplo de lo que podría ocurrir con los recursos para el 2000 es la manera como se aprobó el presupuesto del presente año. Las negociaciones fueron tensas y se prolongaron hasta el último día de diciembre de 1998, con cierta amenaza de crisis constitucional y la presión de los partidos opositores al PRI. Finalmente fue aprobado con la participación de las fracciones parlamentarias priísta y panista.
Sin embargo, desde que se conoció el proyecto de presupuesto enviado al Congreso, se suscitó un amplio rechazo porque incluía una disminución en términos reales en el rubro educativo, particularmente en el nivel superior. La presión de diferentes actores (autoridades educativas, organización de rectores, grupos de académicos, legisladores) seguramente fue un factor que llevó al gobierno a aumentar en 2 mil millones de pesos el presupuesto para educación superior.
La versión estenográfica de la sesión en la que se aprobó el proyecto muestra que la capacidad de los legisladores para modificar iniciativas es todavía incipiente y está sujeta a un proceso de negociación más general. Por ejemplo, el diputado Miguel Alonso Raya, en su argumentación en contra del dictamen, destacó: "Ni siquiera toma en cuenta, ni por asomo, el trabajo que se hizo en las comisiones, firmado por unanimidad en el caso de la Comisión de Educación, en la que se proponía un conjunto de modificaciones presupuestales que alcanzaban el monto de 10 mil millones". Un incremento que quintuplicaba lo que se concedió.
Esa situación parece deberse a un doble movimiento del proceso legislativo. Por un lado, la actividad y los acuerdos en comisiones pueden seguir una dinámica muy distinta cuando pasan al pleno; se revierten o alteran de manera significativa. Por otro, en una negociación política lo frecuente es que se dé un intercambio de posiciones buscando la máxima rentabilidad para la agrupación que tiene la posibilidad de frenar o impulsar una iniciativa; se cede en ciertos temas, pero se aseguran otros. Los ejemplos al respecto abundan.
El hecho de que los integrantes de la Comisión de Ciencia y Tecnología "se comprometieron a no recortar, sino a incrementar el presupuesto federal a la máxima casa de estudios para el ejercicio fiscal del 2000" (Boletín No. 1546), no garantiza que efectivamente se lleve a cabo. Empero, es un signo alentador que la definición de las políticas no sea exclusiva del nivel gubernamental y que ya se prevea el asunto presupuestal.
Las consecuencias de disminuir los recursos de manera indiscriminada puede ocasionar mayores problemas al sistema educativo, como lo mostró el prolongado conflicto en la UNAM. Por otra parte, legislar con celeridad no ha sido precisamente lo que ha distinguido a los diputados, según lo atestiguan diversas iniciativas que permanecen archivadas. En ese sentido, los legisladores, a la vez que adquieren mayor importancia en la formulación de las políticas estatales, también ingresarán en el esquema de rendición de cuentas a la ciudadanía, y probablemente estemos en posibilidad de una discusión más racional de dichas políticas.
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