La Jornada lunes 6 de septiembre de 1999

Héctor Aguilar Camín
Congreso faccioso

El quinto Informe del presidente Zedillo mostró las debilidades conocidas de ese ritual. Mostró también a un Congreso que actúa como una asamblea de facciones más que como un poder confiable de la República. Los miembros del Congreso no sólo se mostraron facciosos esta vez frente al titular del Poder Ejecutivo, como ya es costumbre, sino que también actuaron contra ellos mismos ofreciéndole al país un pobre espectáculo de elemental ausencia de modales democráticos.

Primero algunos legisladores de la oposición incomodaron el discurso del Presidente con mantas e interpelaciones. Después los legisladores del gobierno hicieron casi imposible el discurso del presidente del Congreso, que hablaba, al menos formalmente, a nombre del Poder Legislativo. El presidente del Congreso no hablaba en realidad a nombre del Congreso. Hablaba fundamentalmente a nombre de su partido, el PAN, y en busca de su lucimiento personal como legislador independiente. Más que cumplir su papel institucional quería obtener una ventaja partidaria: mostrar crítico y oposicionista al PAN, acusado (sic) de colaborar con el gobierno.

Hace ya un buen tiempo (desde 1988) que los legisladores de la oposición utilizan el día en que son anfitriones del Poder Ejecutivo para desahogar sus agravios políticos. Cuando la oposición era minoría en el Congreso y su voz apenas se escuchaba en el ámbito público, las interpelaciones y los miniescándalos fueron un recurso para desafiar al titular del Ejecutivo que comparecía esa única vez ante el Congreso.

El recurso de excepción llegó para quedarse, como tantos malos hábitos, y ha seguido repitiéndose ahora que la oposición es mayoría en la Cámara de Diputados, gobierna a buena parte de los mexicanos y recoge la mayoría de los votos del país. La oposición ya es parte del gobierno pero sigue comportándose en el informe presidencial como el antiguo paria acorralado al que las circunstancias desesperadas fuerzan a emplear cualquiera recurso.

En ese juego de papeles cruzados, todos salieron perdiendo. Luego de hablar de la tolerancia como eje de su ética gubernativa, el presidente Zedillo vio a los legisladores de su partido desmentirlo, haciendo todo lo contrario frente al orador panista. El presidente del Congreso dividió a los legisladores y perdió de facto su representación y su confianza.

Los priístas fueron los reyes del espectáculo faccioso, pero a fuerza de gritar contra el líder parlamentario del PAN que contestaba el informe, convirtieron un discurso inocuo de oposición en la nota periodística del día siguiente. El informe y su réplica quedaron perdidos en el barullo, un pequeño gran escándalo de lavadero. El Congreso todo perdió también. Sus miembros desperdiciaron una nueva oportunidad de mostrarse confiables como poder institucional de la república, respetuoso de los otros poderes y de ellos mismos. Oposicionistas y oficialistas añadieron una nota negativa a su imagen pública, de por sí precaria. El Congreso ratificó ante muchos su poca solidez institucional, su escasa tolerancia, su incapacidad de contenerse, de ofrecer garantía de respeto a los demás poderes y a ellos mismos. Su autorretrato fue el de un congreso faccioso.

En todo el affaire hubo también la exhibición de un Poder Legislativo que sigue acusando síntomas de minoría de edad y quiere demostrar a todo trance su condición de adulto frente al Poder Ejecutivo. Ya que no tiene un día propio de la relevancia y la visibilidad del informe presidencial, usa ese día para mancharle la fiesta al otro y absorber algo de la luz ajena.

Son rasgos de un poder inmaduro, con poca visión y respeto de sí mismo y con una pobre conciencia colegiada de su papel en el marco de las nuevas realidades democráticas. La democracia requiere buenos modales públicos, civilidad, cortesía y autocontención de los actores. Todo lo contrario vimos en ocasión del quinto Informe, ritual de rendimientos tan decrecientes que apenas sirve ya otro propósito que el de exhibir la incivilidad democrática de la república.