Antonio Gershenson
Los precios petroleros y su futuro

En algunas declaraciones de funcionarios vemos, ahora, la preocupación por no devolver el excedente petrolero por el sostenido aumento de precios, a los lugares de donde se quitaron recursos con el pretexto de que los precios estarían muy bajos este año. En otras, vemos preocupación por lo que llaman inestabilidad del mercado y de los precios. En otras más, preocupación por la disciplina de los exportadores, que están cumpliendo con sus compromisos de no elevar la producción como no se había visto en muchos años.

Ya hemos comentado la primera preocupación en algunas ocasiones. Está claro que hay una carta de intención firmada el 15 de junio, con el Fondo Monetario Internacional, en el sentido de que esos ingresos petroleros adicionales se usarán para pagos anticipados de la deuda.

En cuanto a la supuesta inestabilidad, sólo la puede ver quien se fije únicamente en los precios diarios. Estos le podrían interesar al que compra el viernes un cargamento para revenderlo el siguiente lunes, y ese caso no se aplica a México. Ya si vemos los precios promedio semanales, notaremos que, de las 32 semanas que lleva la actual tendencia ascendente, sólo bajó el precio en siete semanas y subió en las otras 25. Y si nos vamos a los promedios mensuales, ya veremos que todos los meses, después de febrero, han tenido un precio más alto que el anterior.

En cuanto a la disciplina de los exportadores, para que no aumenten sus volúmenes vendidos y con ello frenen el alza para causar luego una baja, ésta ya no puede dejar de complementarse con otra, en cierto sentido contrapuesta: que los países petroleros no se dejen llevar por la ventaja de corto plazo de dejar que siga el aumento sostenido de los precios hasta el nivel de hacer rentable la entrada de nuevos productores al mercado, que eso sí causaría un desplome posterior, como sucedió en 1986.

Todavía no sucede eso, no hemos llegado a ese nivel. Pero tampoco es posible esperar a ver los efectos del alza, porque ésta es tan rápida que rebasa incluso los efectos más inmediatos. Por ejemplo, ya los precios subieron al doble desde febrero y, en Estados Unidos, todavía no se recuperan los niveles de perforación existentes antes de los efectos de la baja de precios de 1998.

Lo que se necesita es que la concertación entre países exportadores avance a niveles un poco más elaborados y complicados. Ya no basta con hacer que suba el precio. Se requiere el cálculo de hasta qué punto puede seguir subiendo el precio sin causar una avalancha de nuevos productores. No sólo en cuanto a países, sino en cuanto a regiones, por ejemplo la perforación en aguas profundas. Se requieren medidas de previsión para absorber, gradualmente y sin saltos en los precios, la producción de Irak cuando se levante el bloqueo. Venezuela ha propuesto, acertadamente, que se establezca una banda de la que no se permitiría que salieran los precios, y ese punto debe ser uno de los que se irían consensuando para cuando termine, en marzo del año 2000, el periodo de producción estrictamente controlada.

Finalmente, ya en el plano interno, es importante la discusión pública y la decisión pública sobre el destino de estos ingresos petroleros. Ya no es posible que decisiones tan importantes, y de tanta relevancia nacional, se tomen en un escritorio o en una sala de reuniones al margen del resto del país.